Estrellas Sobre Nosotros

1: OCEAN

 OCEAN:

— ¿Puedes quitarte? —Daisy me empuja fuera del lavabo.

Aún tengo el cepillo en mi boca cuando le reclamo: —Estoy cepillándome los dientes —siempre es lo mismo con ella—. ¿Puedes tu quitarte?

— ¡Medusa! —Nicolas se asoma a la puerta, tiene el cabello aun despeinado y eso me demuestra que mi hermano aun no lo ha ayudado. Nick ya no es un bebé, pero sigue siendo un niño de ocho años que necesita ayuda ocasionalmente—. ¿Te acabaste mi cereal? Medusa, te dije que era para mí.

Medusa es uno de mis muchos apodos. —No me comí nada. —Empujo a mi hermana para escupir—. No me comí tu cereal.

Rueda los ojos y se da la vuelta. —Sé que estas mintiendo —se va y escucho que llama a Finn, mi otro hermano.

— ¿Me prestas una blusa hoy? —Daisy vuelve a empujarme para acomodarse el cabello—. Odio mi ropa, está vieja.

Me enjaguo como puedo y cuando escupo de nuevo, ella se queja, creo que la salpiqué un poco. — ¿Puedes dejar de robarte mi ropa? —Seco mi cara con la toalla—. Además tú tienes catorce, no te queda mi ropa.

Suelta una carcajada. —Como sea, de todas formas está fea —me mira a través del espejo—. Dime por favor que no te iras vestida así, no arruines mi reputación desde el primer día.

Pongo los ojos en blanco. Hay muchas razones que no me relacionan para que su reputación sea arruinada. —Mejor apúrate, tenemos como cinco minutos y hay que comer.

—Que mal que aquí no usaremos uniformes —vuelve a empujarme para salir del baño.

Me veo al espejo una vez más y suelto un suspiro, no puedo creer que una vez más todo estará comenzando. Nuevas personas, nuevos edificios con pasillos interminables y nuevos profesores.  

Salgo del baño mientras aliso mi cabello con los dedos, tomo mi mochila y salgo de mi habitación al mismo tiempo que Finn sale de la suya y casi nos chocamos. Finn es mi hermano de dieciocho años, no estaríamos estudiando juntos si él no se hubiera retrasado un año debido a unos problemas que tuvo. Ahora lo tengo siempre cerca, fastidiándome como buen hermano mayor.

—Quítate —me empuja hacia un lado.

Lo empujo de vuelta. —Tu quítate, tonto.

Papá asoma la cabeza desde abajo, ya está peinado como siempre, el cabello a un lado cubriéndole la entrada del lado derecho, con sus gafas y su suéter caqui. —Niños, no peleas, estresaran a mamá.

Miro a Finn y él sonríe como si hubiera ganado, pero no lo hizo. Bajamos al mismo tiempo, mamá está moviendo sus dedos en su tableta, al mismo tiempo que revisa algo en su teléfono. —Buenos días —decimos ambos.

Ella sonríe sin quitar los ojos de las pantallas. —Hola niños, hay avena por ahí.

Siempre hay avena por ahí cuando es primer día de escuela. Mi madre se siente muy ansiosa cada vez que cambia de trabajo junto con mi padre, teme que algo salga mal tan pronto pero nunca ha sucedido tal cosa. Ella y mi padre son buenos haciendo lo que hacen, es por eso que consiguen trabajo en escuelas muy buenas. Escuelas privadas.

—Quiero cereal —Finn abre los gabinetes y los deja a medio cerrar—. ¿Dónde está el de chocolate?

Así que él se lo robó a Nicolas. —Come algo que no sea de niños, Finny.

—Cállate Medusa —abre el refrigerador y saca un pequeño contenedor azul, yogurt. Le quita la cubierta y se lo toma como si fuera una bebida, yo tomo una pera y le doy varios mordiscos rápidos hasta que me la termino.

De pronto aparece Daisy con los labios rosados brillantes, se ha puesto labial, posiblemente de mi mamá. Ella usa esos colores en algunas ocasiones cuando no está trabajando. — ¿Dónde está mi desayuno? —Pregunta—. ¿Hola?

Finn arruga su frente. —No somos tus cocineros —toma una servilleta de papel y se la da—. Y quítate eso de los labios, te ves rara.

Rueda los ojos y mira sus uñas pintadas de un rosa pálido. Se las pintó ayer por la noche y debido a que compartimos habitación el olor del esmalte me estaba provocando un dolor de cabeza. — ¿Qué sabes tú, Finn? —toma una manzana y la muerde—. Necesitamos alguien que cocine para nosotros.

En la escuela pasada Daisy se juntaba con un grupo de chicas muy irritantes. Ellas solían tratar a todos con desprecio, actuaban como pequeñas princesas y siempre parecían malhumoradas. Daisy se juntaba con ellas porque les decía que sí a todo, en alguna ocasión noté que estaba haciendo la tarea de las otras chicas.

Por suerte ya no las verá de nuevo, ahora espero que encuentre nuevas amigas que sean mucho mejor que todas esas niñas malcriadas.

— ¿ya están listos? —Pregunta papá desde la otra habitación—. Chicos, es hora, van a llegar tarde —se asoma a la cocina y mira a Daisy por unos segundo, luego frunce el ceño—. ¿Qué tienes en los labios?

Ella gruñe y con la servilleta se limpia los labios. —No saben nada —murmura.

Papá nos hace una seña. —Rápido, tienen que dejar a Nicky antes, no se olviden.

Finn me da un golpe fuerte en la espalda. —Vamos hermana, hoy conduzco yo.

Siempre conduce él.

Daisy da otro mordisco y deja la manzana sobre el mueble de la cocina, yo la tomo de donde no mordió y la tiro en el basurero. Mamá está guardando sus cosas pero ellos dos se irán en un auto diferente, supongo que es porque el auto que nosotros tenemos que usar no se alinea con la imagen profesional que ellos están intentando dar.

Su auto es de hace tres años, el que Finn y yo compartimos es de hace diez años. Claro, no suena tan mal excepto que lo compraron de un revendedor y tiene la pintura de varios tonos de gris, como si lo han pintado varias veces por secciones.

Nicolas aparece corriendo con la mochila colgando de un hombro y la camisa mal abotonada. —Ya vine, estaba en el baño.

Finn ríe y abre la puerta para que todos salgamos. — ¿Los tacos de anoche?

Daisy y yo nos quejamos. —Eres asqueroso —mi hermana afirma y estoy completamente de acuerdo.




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