OCEAN
—Entonces, ¿Por qué ellos pueden ir a fiestas y yo no? —Pregunta Daisy colocando los pies sobre la mesa.
Mamá le da una mirada, sabe que no le gusta cuando hace eso aunque no la regaña. Mis padres son de cierta manera estrictos pero no son rígidos, normalmente nos hacen ver por qué hacer algo está mal en lugar de solo decirnos “no” y nunca nos han gritado. Son padres buenos sin duda.
—Porque ellos son grandes —responde papá mientras revisa su teléfono—. Y porque tú eres más desastrosa que ellos dos juntos.
Daisy chasquea su lengua. Desde que cumplió trece años comenzó con querer hacer lo que los chicos de mi edad hacen, ella tiene esta imagen idealizada de fiestas y todo eso. En realidad tener diecisiete años no es la gran cosa, al menos no para mí.
—No es justo, ¿entonces yo también podré salir tarde en dos años? Aunque ellos ya salían desde hace dos años, eso significa que el próximo año yo puedo salir, ¿verdad? —Algo me dice que cuando vaya a la universidad optará por estudiar leyes, se le da bien eso de negociar. O intentar arreglar algo con mis padres.
Ruedo los ojos. —Ya Daisy, eres muy pequeña, no pienses en fiestas ahora.
Nicolas viene corriendo y se sienta a mi lado con su teléfono en la mano. —Mira Medusa, ¿podemos hacer esto el fin de semana? Quiero uno.
Es un video sobre cómo hacer tu propio casco de un superhéroe o algo así. Mi hermano está obsesionado con los superhéroes, con los cientos de ellos que existen. —Claro, mañana ¿sí?
—Si —quita el video y baja el teléfono—. ¿Me compras también Cheetos?
Mamá suspira. —Nicky, sabes que no me gusta que coman esas cosas, no son buenas para tu cuerpo en desarrollo.
—Mamá —Daisy se levanta y se acerca a mi madre para acariciarle el cabello—. Tú estabas comiendo una bolsa entera de nachos hace unos días.
Ella sonríe. —Bueno, es por estrés y yo ya soy adulta, ustedes aún están en desarrollo.
Arrugo la nariz, me imagino por alguna razón, un renacuajo pequeño desarrollándose para convertirse en una rana. Por suerte los renacuajos no viven en el océano de lo contrario estoy segura que mi familia me llamaría de esa forma también.
Papá suelta una carcajada. —Además, su madre no come eso todo el tiempo.
Finn baja de su habitación y me da un golpe suave en la cabeza. —Ey, ¿ya te vas a arreglar?
Levanto una ceja. — ¿Arreglar? Así me voy a ir.
Tengo puesta una camiseta verde oscuro de mangas tres cuartos y unos pantalones marrones. ¿Qué tiene de malo mi ropa? De todas formas nadie me estará prestando atención, solo iré a sentarme en alguna esquina.
Finn hace una cara de desaprobación. —Medusa, intenta verte mejor que eso, me vas a avergonzar.
Papá se levanta con una sonrisa. —Dejen a mi bebé en paz, ella es linda con cualquier atuendo —me da una palmada en el hombro cuando pasa cerca—. Además mi pececito no juega a las apariencias, es una chica genuina.
Le hago una cara a mi hermano. — ¿Ves? Soy genuina.
—Genuinamente tonta —responde Finn sonriendo.
—Ey Finn —Mamá le habla—. No digas eso.
Daisy se ríe. —Pero Finn tiene razón Calamar — ¿ves que tengo como cuarenta apodos? —. Deberías usar algo mejor que eso, ¿no te da pena ir así?
Exhalo, la verdad no. —No me pondré otra ropa solo para una tonta fiesta.
Mamá me sonríe con ternura. —Puedes tomar algo de mi ropa si quieres.
Esa sería una buena opción, mamá tiene un buen sentido de la moda y aunque no somos personas con mucho dinero ella siempre encuentra las mejores ofertas y descuentos en tiendas elegantes. En realidad hay una blusa que se compró recientemente, es gris de manga larga.
Es una ventaja que mamá y yo seamos casi de la misma talla y que ella tenga un estilo juvenil pero que le encaja a su edad.
— ¿De verdad? —Pregunto con la blusa en mente—. ¿Puedo tomar la gris que compraste la última vez?
Sonríe y asiente. —Claro, ve a cambiarte antes que lleguen por ustedes —toma a Daisy del brazo y la abraza, así es ella, muy cariñosa con nosotros y nos abraza todo el tiempo—. Por cierto, ¿Cómo se llaman sus amigos?
Nick se recuesta en mí mientras que yo volteo a ver a Finn, él me mira con un poco de pánico en sus ojos. —Ah, Tamara —digo primero la opción segura—. Y el otro…
Papá regresa a su asiento con una taza de café. — ¿Un chico? —Levanta una ceja—. ¿Habrá un chico con ustedes?
Finn suelta una risa. —Si pero solo… no es nadie importante, solo…
—Nos acabamos de conocer —eso es obvio—. Y ellos son como nosotros, aunque no son hermanos pero siempre están juntos, creo que podrían estar saliendo o algo.
Cuando dije eso la mirada de mi padre se relajó pero Finn resopló, sé que no le emociona la idea que Tamara y Barrett puedan estar saliendo pero era mi forma de escapar sino papá seguiría haciendo preguntas.
No puedo explicarle quien es Barrett. Tengo que dejarle en claro a papá que no tiene ningún interés en mí y que ya tiene novia, así deja de indagar sobre él.
—Por cierto —aclaro mi garganta—. ¿Qué tal les fue esta semana? ¿Cómo fue dar clases en esta nueva escuela?
Mamá y papá se miran y se encojen de hombros. —Como en las anteriores —responde mamá—. Aunque algunos alumnos son un poco caprichosos.
Papá bufa. —Los ricos no les enseñan respeto a sus hijos.
—Sin duda —contesta mamá.
Bueno al menos no sospechan nada, no saben que el hijo de los Andrews está en esa escuela. Peor aún, que el hijo de los Andrews es quien vendrá por nosotros y que hemos pasado tiempo cerca de él.
Finn me golpea el hombro. —Medusa ve a cambiarte, creo que ya casi vienen.
Acaricio la cabeza de Nick y me muevo con cuidado, él se reincorpora y sigue viendo videos de cosas de niños de ocho años. Me paro y tiro del brazo para que Finn me acompañe.