Estrellas Sobre Nosotros

18: BARRETT

BARRETT

Llego a la clase de Lenguaje y recuerdo lo que ocurrió el martes pasado, entrar con el cabello humedecido por la lluvia, quedarme encerrado con la chica nueva y las notas en la parte de atrás de mi libro.

Ocean está en el escritorio del fondo pero tiene los brazos sobre la mesa y su cabeza recostada en ellos, ¿Está dormida? Si el profesor amargado la mira, le irá muy mal.

Me siento a su lado, Ocean no se mueve. Aclaro mi garganta y muevo mis ojos a ella, tiene un lunar en el codo muy pequeño, quizás ni siquiera sabe que está ahí. —Despierta —digo viendo mis manos—. ¿O ya te moriste?

Ocean se mueve hacia arriba, el cabello le cae al frente. —Ese es tu sueño, ¿no? Para tu desgracia estoy viva.

Resoplo. —En realidad creo que es al revés, tú sueñas con mi muerte.

—No sueño contigo —sorbe por su nariz—. Y si lo hiciera sería una pesadilla.

Rasco mi mejilla y sin verla pregunto: — ¿Estabas llorando?

Vuelve a sorber por su nariz. —No, estoy enferma.

Asiento mientras ella coloca sus codos y sostiene su cara con sus manos. —Siéntate lejos de mí, te contagiaré.

Sé que no le interesa si me contagia, quiere que me aleje de ella. —Con mucho gusto lo haría pero ya no hay un buen lugar, si quieres tu puedes moverte de aquí.

Gira su rostro rápidamente hacia el lado opuesto de mí y estornuda. —No me molestes, Barrett.

—Salud —le digo mientras rasco mi cuello. — ¿Por qué te enfermaste? Ayer no parecías… enferma.

Ayer estaba normal. O tal vez no, tal vez si estaba enferma pues recuerdo que se colocó frente a mí para agradecerme por lo que pasó con Queens. Estoy aprendiendo que a Ocean le toma trabajo decirme “lo siento” y “gracias”

Se encoje de hombros. —Supongo que estar cerca de ti me baja las defensas.

Ruedo los ojos, no me sorprende su respuesta. —Entonces, ¿Por qué sigues cerca de mí?

Se ríe y vuelve a sorber por la nariz. — ¿Crees que quiero estar cerca de ti? —su voz es más lenta de lo normal—. Estoy obligada a verte, no quiero hacerlo pero aquí estamos.

Miro su rostro, sus ojos están rojos y sus mejillas levemente rosadas. —Oye, ¿No tienes fiebre?

Se toca la cara con las manos. —No sé, yo creo que no.

Pero sus ojos se ven vidriosos. —Yo creo que sí —miro hacia el frente—. ¿Por qué no vas a la enfermería?

—Estoy bien —sorbe de nuevo por su nariz—. ¿Acaso quieres que me vaya?

Le doy una mirada, me inclino y busco entre mi mochila el dulce. Lo levanto y lo coloco frente a ella. —Oye, ¿Te gusta pelear conmigo, no? Buscas temas para que discutamos pero ya te advertí que si te portas bien te daré más de estos, hoy te lo regalo porque me das lastima.

Levanta un dedo y asiente. —Nací para discutir contigo, de verdad, tengo pruebas —responde tomando el dulce—. No voy a portarme bien contigo, no puedes chantajearme con estos.

Sí, claro, pruebas. —No me contagies tus gérmenes por favor y bueno, tú te lo pierdes. —Respondo cuando entra el profesor.

Mientras él da un saludo de “Buenos días” Ocean baja el rostro para estornudar de nuevo. Y no pasa más de un minuto para que vuelva a estornudar. —Lo siento —susurra a nadie en específico.

Ella toma un pañuelo desechable de su mochila, se frota los brazos y aunque diga que no tiene fiebre, es probable que sí. Luisa me ha explicado que es así como se identifica si alguien tiene fiebre, si tienen frio o las mejillas rosadas. Luisa solía tocar mi frente con el dorso de su mano y darme caldo de pollo cuando eso sucedía.

En cinco minutos Ocean estornuda unas diez veces, con la última vez los demás voltearon a verla molestos, ¿Por qué se enojan? No es como si ella puede controlarse.

Cuando iba a estornudar de nuevo, se cubre la nariz con el pañuelo para evitar que suene demasiado. —Ocean, ve a la enfermería —le digo susurrando.

Ella junta sus cejas. —Perdón si te interrumpo, ¿Qué quieres que haga? Además ni siquiera sé dónde está eso.

Me inclino hacia abajo, adentro mi mano en mi mochila y tomo un paquete de pañuelos desechables, lo coloco sobre la mesa y lo deslizo hacia ella. —Ten.

Sacude la mano. —Está bien, tengo los míos.

Pero no le duraran si sigue estornudando. —Solo tómalos. — ¿Por qué siempre es tan difícil que acepte algo de mí?

Ella niega con su cabeza. —No, no los necesito.

—Sí los necesitan —respondo acercándolos a su mano.

Ella los mueve hacia mí. —No Barrett, no los quiero.

—No es para tanto —vuelvo a moverlos, no hay persona más necia en este mundo que Ocean aparentemente—. Solo son unos pañuelos.

Ocean me mira con el ceño fruncido, abre un poco la boca para decirme algo pero justo en ese momento, estornuda. Cierro los ojos y gracias a Dios, nada muy feo salió de su nariz. Aunque mi cara está un poco salpicada.

Cuando abro los ojos, ella tiene las manos sobre su boca. Tiene esa misma mirada como cuando me tiró la comida encima y aunque estoy molesto por haberme estornudado en la cara, su rostro me causa gracia.

Ella siempre está actuando como una chica ruda, cuando me mira de esa forma, me muestra un lado diferente de ella. Veo que sus ojos están mucho más rojos que antes. Sin duda está muy enferma.

Levanto la mano y el profesor deja de hablar. — ¿Si, Andrews?

Señalo a Ocean. —Está enferma, ¿Puedo mostrarle donde está la enfermería? Dice que no sabe dónde está.

Él se ve aliviado, tal vez estaba irritado de escucharla estornudar. —Sí, vayan y por favor, Andrews, regrese después de dejarla.

Asiento, puede que me tome mi tiempo para regresar. —Claro —le doy una palmada en su hombro—. Vamos antes que vuelvas a rociarme la cara.

Ocean niega mientras intenta decirme algo, muerdo mi labio para no sonreír. Es graciosa cuando no está en su modo de ataque y muestra emociones que la hacen menos agresiva, como la vergüenza.




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