Estrellas Sobre Nosotros

19: OCEAN

OCEAN

Enviarle un mensaje a Barrett Andrews se siente demasiado extraño, casi se me queman los dedos por escribirle.

Bueno, eso no sucede pero me siento incomoda. Veo la chaqueta de Barrett sobre mi cama, de mezclilla negra con la etiqueta de una marca grande, de esas que los famosos usan como si no costaran cuatro cifras. O cinco tal vez.

Vaya, tener una prenda tan costosa como esa es extraño. Tengo la blusa que me regaló Whitney pero ella me aseguró que “solo” le costó 100 dólares. Ella me devolvió la blusa de mamá completamente limpia, me avisó que la mandó a lavar y se veía perfecta. Me ofrecí a devolverle su blusa pero ella no quiso, me dijo que me veía mejor yo con ella. Así que ahora tengo una blusa de 100 dólares, pero bueno, comparar ese precio con el de esa chaqueta es una locura.

Así que lo hago, tiro mi dignidad a la basura y escribo:

“BARRETT ANDREWS TENGO TU COSTOSA CHAQUETA… LLEVATELA”

Pero rápidamente lo borro, lo intento de nuevo:

“¿Qué hago con tu chaqueta? ¿Me la regalas para revenderla?”

Lo veo un segundo y luego lo envío, la última vez que intercambiamos un par de mensajes cortos fue el viernes cuando fuimos a esa fiesta en casa de Whitney. Pensar en la fiesta me hace sentir rara, Barrett no fue un tonto durante esa noche.

Tomo otro pañuelo desechable y me limpio la nariz, ¿Por qué me dio su chaqueta? Recuerdo que estábamos en clase y luego salimos a la enfermería, discutimos como siempre y lo demás es un recuerdo borroso.

La enfermera me dijo que “mi amigo” me llevó, me sentí mucho mejor después de dormir un rato y me indicó que tomara pastillas en caso volvía la fiebre, por suerte no ha ocurrido.

Mi teléfono vibra, ¿Tan rápido me contestó?

“No la quemes, pasaré por ella en un rato”

Mis ojos se abren, ¿Cómo que en un rato? Una cosa es vernos en la escuela pero que venga aquí, a mi casa… eso suena tan mal. No quiero que se acerque, no quiero que invada mi hogar de nuevo.

Aunque no sé porque le envié ese mensaje, digo, ¿Qué esperaba que me contestara?

Me levanto y voy al baño, mi cara se ve opaca y grasosa. Abro la llave del grifo y me lavo la cara varias veces. Tomo un elástico y recojo mi cabello en una coleta baja, luego voy de nuevo a mi habitación y me coloco un sudadero gris, al menos me veo un poco menos enferma.

Pero, ¿Qué importa cómo me veo? Es el tonto Andrews, da igual.

Por suerte mis padres no están, salieron con mis hermanos a comer. Me preguntaron si quería acompañarlos pero les dije que no, que podía quedarme y pedí que me trajeran algo dulce. Espero que sea pastel de fresas con crema.

Recuerdo que Barrett me dio uno de esos dulces deliciosos. Voy para buscarlo dentro de mi mochila, revuelvo todo y lo saco. Me lo como en menos de un minuto, es muy bueno, me pregunto cuánto cuesta uno de esos. Se ve que es costoso.

Luego de eso regreso al baño para cepillarme los dientes, me aplico un poco de bálsamo labial y me veo en el espejo. Si Barrett fuera un chico normal, si fuera mi vecino, ¿nos llevaríamos bien? Odio pensar en cosas como los dulces que me ha dado, el hecho que él me llevó a la enfermería y cuando me preguntó en clase de la profesora Queens si yo quería hacer eso, besarlo.

Por supuesto que no quería besarlo pero digamos que me agradó que tomara en cuenta mi opinión. Pienso que si fuera uno de esos idiotas que no tienen el mínimo respeto por las chicas se hubiera acercado y me hubiera besado a la fuerza. Pero no lo hizo.

¡Basta! Barrett no es una buena persona, es un tonto.

Tomo la chaqueta de Barrett y dudo en si solo debería dársela o si la guardo en una bolsa. Bueno, es probable que la mande a lavar después que se la entregue así que no importa.

Bajo las escaleras y voy a la cocina para tomar un poco de agua. La dejo con cuidado sobre la encimera y me sirvo un poco en un vaso, me lo bebo todo en menos de cinco segundos.

Tomo la chaqueta de nuevo, la acerco un poco a mi rostro y sin poder evitarlo, la acerco a mi nariz. Debería oler mal por ser usada por un Andrews pero lamentablemente no, huele muy bien. Huele a fragancia masculina fresca.

¿Qué rayos me pasa? ¿Por qué estoy oliendo la ropa de Barrett Andrews, mi archienemigo número uno? Es la fiebre, seguramente me quemó el cerebro y por eso estoy volviendo a acercarla a mi nariz.

¿Es Barrett mi archienemigo? Supongo que sí, por herencia la enemistad se pasa también, ¿no?

Escucho alguien en la puerta, camino hacia ella y la abro. Esperaba ver al tonto de Barrett pero es mi lindo nuevo vecino, Chuck. Su cabello está un poco despeinado y lleva una camiseta sin mangas a pesar que no hay mucho calor, pero él parece estar bien.

Oh no, ¿Chuck está aquí? Me veo horrible.

—Hola Ocean —su voz es gruesa, atractiva.

—Hola —mi voz suena graciosa gracias a que mi nariz está congestionada.

Pero a Chuck no le importa. —Solo pasaba para preguntar si de casualidad tu hermano está por aquí, necesito ayuda con el auto —señala hacia atrás, el señor Hart tiene un auto viejo desde que nosotros llegamos pero jamás lo ha usado—. Lo estoy arreglando y bueno, tal vez él podría ayudarme.

Niego apretando la chaquetea contra mi abdomen. —Lo siento, salió con mis padres y mis hermanos a comer, pero vendrán como en una hora.

Chuck mira hacia adentro de la casa. — ¿Entonces estás sola?

Asiento lentamente. —Um, sí.

Chuck vuelve a sonreír y eleva una ceja. — ¿No te da miedo estar sola? Las chicas lindas tienen que cuidarse.

Parpadeo unas cuatro veces muy rápido, ¿me llamó linda? —Ah, eh… sí.

Chuck se recuesta en el marco de la puerta. —Entonces, si tu hermano no está pero tu si estás aquí, ¿no te gustaría hacer algo? Se pueden hacer muchas cosas en una hora.

No sé si me es difícil respirar por estar enferma o por la actitud de Chuck. Soy un asco interactuando con chicos por lo que no sé qué decir. No tuve tiempo de contestarle porque mis ojos se mueven al frente, el auto negro de Barrett ha llegado, con él adentro ¿De verdad? ¿Justo ahora?




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