Estrellas Sobre Nosotros

38: BARRETT

BARRETT

Vamos a uno de los jardines de la escuela, tienen las luces iluminadas que se parecen a las que colocan en navidad. Pequeñas, blancas y por todo el lugar.

Nos sentamos en una banca de madera a un lado de un rosal, me siento tan cerca de Ocean como puedo y rodeo sus hombros con mi brazo, ella me abraza por la cintura y recuesta su cabeza en mi hombro.

Mi corazón está a punto de explotar, no me imaginaba lo bien que podría llegar a sentirme. Todo este tiempo, nunca sentí nada con nadie y ahora lo siento todo con Ocean.

Acaricio su brazo sobre la tela. —Entonces si estabas enamorada de mí, ¿no?

Mueve su rostro y besa mi barbilla. —Tú eres el que me besó primero.

Yo también muevo mi rostro, sus labios y los míos están muy cerca. —No, tú me besaste primero.

Rueda los ojos. —Te tardaste mucho en besarme, Barrett.

Eso me hace sonreír. — ¿Querías que te besara?

Ella se reincorpora y nos separamos un poco, toma mi mano y con la otra acaricia el dorso. — ¿No era obvio? Eres un tonto realmente.

Las cosas con Ocean no son obvias. Podía sentir un momento que ella quería estar cerca y otro, quería alejarse. Nunca es un sí o un no, es lo que ella decida en ese momento.

—No estaba seguro —afirmo—. Digo, se notaba que estabas obsesionada conmigo.

Me fulmina con sus ojos. —Qué bueno que es una cosa de una sola noche, jamás te volveré a besar.

Pues fue ella quien me dio un beso en medio de todas las personas cuando el baile terminó, sé que ella también me quiere besar tanto como yo a ella.

Levanto mis cejas. — ¿Estas segura de eso?

Vuelve a recostarse en mi hombro, me gusta la naturalidad de esta acción. Me gusta que se recueste sin pensarlo. —De todos los chicos en esta escuela, de cada hombre en el mundo tuve que caer en las trampas de Barrett Andrews.

Suelto una carcajada. —Y de todas las chicas del mundo, de cada mujer en este planeta, besé a la chica con un nombre extraño.

Bufa. —Mi nombre es muy lindo, Barrett.

Como ella. — ¿Sabes qué Palmera? —me levanto y estiro mis manos hacia ella—. Vamos a bailar.

Ocean toma mis manos y ríe. — ¿Qué?

Asiento mientras retrocedo un poco ayudándola a levantarse. —Creo que se nos da bien bailar, ¿no?

Coloco sus manos en mis hombros para que los deje ahí, yo tomo su cintura. —No hay música —desde aquí no se puede escuchar nada más que un sonido opaco.

—Deberías cantar —ella puede cantar, la he escuchado lo suficiente para saberlo—. Me gusta tu voz.

Levanta una ceja. —Te gustan muchas cosas de mí, ¿no?

Es cierto. — ¿Y me llamas egocéntrico? —Beso su mejilla—. Hazlo, canta lo que quieras.

Baja la mirada. —Um, no soy buena cantando frente a alguien.

La acerco a mi cuerpo. —Lo has hecho antes, solo canta algo.

—Cuando era niña escribí una canción —afirma, bajando el tono de su voz—. Pero es un poco tonta.

Me encojo de hombros, solo quiero escucharla. —Hazlo igual.

Ocean se acerca a mi pecho y recuesta su cara envolviendo mi cuello con sus brazos. —Bien —acepta y comienza cantar—. Si veo una estrella, pido un deseo, cierro los ojos y no te veo.

Su voz es suave, la canción es lenta y me hace sonreír al pensar que ella de niña escribió esta canción y aun la recuerda.

En la noche sola estoy, quiero saber a dónde voy, ¿te encontraré?, ¿me buscas tú también?

Cierro los ojos y sigo escuchando su voz. Escucho la letra, me hace pensar en una navidad que mamá y papá tuvieron que asistir a un evento y no pudieron pasar el día conmigo. Claro, el árbol estaba lleno de regalos que no abrí hasta el siguiente día pues yo lo único que quería era tenerlos a ellos cerca.

Y después de la cena de navidad, mi abuela me llevó a la cama y me prometió que mis papás me amaban pero eran personas ocupadas. Lo sabía, lo he sabido toda mi vida.

Cuando ella se fue de la habitación, me moví a la ventana y vi hacia las estrellas. Era luna nueva, estaba brillando como nunca antes había visto y me pregunté si algún día, alguna vez, alguien se quedaría a mi lado.

En ese entonces mis únicas amigas eran Whitney y Tam, pero eran niñas y las veía como mis hermanas. Sentía que algo me hacía falta, que todas esas historias que Luisa me leía cuando era más pequeño parecían demasiado buenas para ser verdad.

Luisa me leía historias de aventura pero todas hablaban sobre lograr el objetivo mayor al lado de alguien más, amigos que hacías en el camino. En un par de ocasiones, cuando mis amigas estaban en casa, nos leía un cuento de hadas a petición de ellas. Y ahí, era diferente. No era sobre encontrar amistad, era sobre encontrar amor.

Sabía que existía el amor. Lo veía en mis padres, en cómo se susurraban cosas al oído y sonreír. Lo veía en mi abuelo y mi abuela, bailando a la mitad de la sala. Estaba ahí, siempre ha estado cerca pero jamás ha sido para mí.

Y no puedo decir que amo a Ocean porque esto es muy reciente pero sin duda, me siento de una forma muy distinta cuando estoy con ella que cuando estoy con otras personas.

Esos pensamientos sobre si algún día alguien se acercaría a mí, nunca se fueron. Con el tiempo solo asimilé que todo esto no me ocurriría, que debía aceptar mi realidad. Era incapaz de sentir y no quería hacerlo, prefería estar solo.

Hasta ahora.

Me pregunto si, en algún momento Ocean cantaba esa canción mientras que yo, apartado de ella por kilómetros de distancia, estaba deseando lo mismo. Encontrar a esa persona.

Ocean sigue cantando: —Tal vez tú y yo, nos vimos ayer, ¿me buscas también?, ¿me esperas tú también?

Deja de cantar y me muevo para verla al rostro. —Sigue.

Se separa y encoje sus hombros. —Es todo lo que tendrás esta noche, no doy conciertos gratis, recuérdalo.




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