OCEAN
La casa del lago podría ser un hotel de lujo.
Shane, quien parece ser el encargado de este lugar, le avisó que estaría en la casa para empleados y que lo despertáramos cuando quisiéramos irnos.
Estoy impresionada con esta casa. Hay un muelle, un precioso jardín al frente y la casa es de espacios abiertos. De día debe iluminarse naturalmente de una forma muy bella. Y por supuesto, el lago. Gracias a la luna se puede observar a través de la oscuridad con poca dificultad.
Me siento un poco nerviosa, esta es la primera vez que Barrett y yo estamos en un lugar, totalmente solos durante la noche, lejos de casa y de cualquier miembro de mi familia. Sé que puedo confiar en Barrett pero aun así, no puedo evitar el nerviosismo dentro de mí.
— ¿Ahora qué? —pregunto, jugando con mis dedos.
—Ahora vamos al muelle —susurra y caminamos hasta ahí sin tomarnos de la mano pero tan cerca que nuestros brazos se tocan varias veces.
Nos sentamos en el borde, aunque tengo un suéter comienzo a temblar del frio. Barrett abre su chaqueta y me pide que lo abrace para que pueda entrar en calor. Cierro los ojos cuando estoy cerca de él y dejo que me rodee con sus brazos.
—Otra de tus contradicciones es que siempre tienes frio —Barrett afirma—. ¿Por qué eres así?
Lo aprieto para molestarlo. —Porque sí, mi corazón es de hielo.
Barrett me besa la parte de arriba de la cabeza. —No, tu corazón no es de hielo.
Barrett me hace querer estar más y más cerca de él pero no de una forma física, me refiero a querer conocer cada uno de sus secretos. Cada historia, todo sobre su infancia y sus sueños para el futuro. Quisiera quedarme así para siempre, escucharlo sin parar. Permanecer cerca.
—Cantas muy bien, Ocean —afirma—. Sabía que lo lograrías.
Yo sonrío mientras estoy cerca de su corazón, aunque ya nos hemos abrazado muchas veces puedo escuchar su ritmo acelerado. De igual forma que él conmigo, aun se le acelera el corazón cuando estamos juntos. —No puedo creer que hice eso, es una locura.
—Pero estoy orgulloso de ti —sus palabras me hacen sentir feliz—. Esa canción queda muy bien con tu voz.
Yo muevo mi cara para besar su barbilla como respuesta.
—Ocean, ¿Me dirás tus secretos? —pregunta susurrando aunque nadie puede escucharnos aquí.
Yo suelto una risa. — ¿Mis secretos?
No Barrett, hay cosas que no te puedo decir.
Él acaricia mi cabello. —Sí, me has dicho que tienes algunos secretos y quiero saber si confías en mí.
Sí confío en él pero por nuestro propio bien no le diré todos. Me presiono más contra su pecho—. Bueno, creo que ahora te puedo decir uno de ellos, es sobre mi sueño —explico, el viento frio toca mi rostro—. Mi mayor sueño desde que era niña es cantar. Siempre he querido hacerlo.
Barrett me mueve para poder verme. La luna llena es lo único que nos ilumina, su rostro se ve muy bello con este efecto de sobras y luz. —Deberías intentarlo, ¿Por qué no te unes al club de música? Después de hoy seguro te aceptan.
Suspiro. —Porque… no puedo —vuelvo a cerrar mis ojos—. Mis padres no quieren que seamos así, famosos.
— ¿Por qué? —pregunta inocentemente.
No puedo ser famosa porque nuestros padres se aseguraron de alejarnos de todo ese mundo de cámaras, atención y glamour. Nunca lo han dicho explícitamente pero lo sabemos, cuando Finn les dijo a los ocho años que quería ser un basquetbolista famoso ellos lo vieron con lástima.
Cuando yo le pregunté a mamá si debería participar en el concurso de canto a los once años me respondió que no era una buena idea, que esos concursos son un ejemplo a pequeña escala de lo cruel del mundo del entretenimiento.
Mis padres siempre hablan de los acosadores obsesionados con celebridades, de las traiciones y de la crueldad de la gente con poder y dinero. Hemos crecido de esa forma, con miedo.
Mis padres no nos contaron sobre fantasmas en los sótanos o monstros debajo de tu cama, nos hablaron de sonrisas hipócritas y mejores amigos que te arrebatan tus sueños. Todo eso nos obligó a jamás desear por ser algo más que esto, personas normales.
No queríamos ser los primeros lugares de nada, ni ser populares ni obtener premios. Queríamos pasar desapercibidos, que nadie nos recordara. Hasta que un día, cantando a solas en un baño de un restaurante, una mujer mayor salió con una sonrisa y me aseguró que tenía futuro para eso.
Cantar.
Jamás se lo dije a nadie, pero esa mujer me llenó de esperanza. Entonces me pregunté si era realmente tan malo soñar con algo más, cruzar la barda de lo ordinario y lo común, dejar de conformarme con los cuartos y quintos lugares y luchar por un lugar importante.
Pero siempre me ha faltado valor, tenacidad. Sé lo que quiero, sé lo que me hace sentir viva y sé que es para lo que fui creada, que existe dentro de mí por un propósito pero no tengo la valentía suficiente para luchar por ello.
Esa es la verdad, no tengo coraje de luchar por lo que realmente quiero. Si fuera valiente afrontaría a mi familia y no renunciaría a Barrett solo porque ambos nacimos en familias con un pasado complicado.
Le diría a Barrett la verdad sobre sus padres y los míos.
¿Puedo contárselo? Claro que no. Él jamás lo entendería ni espero que lo haga. Al final son sus padres, no puedo contarle lo horrible que ellos trataron a los míos.
Y mientras pienso en eso me siento mucho peor por estar aquí con el hijo de los Andrews. No sé qué pasa dentro de mí cuando estoy con Barrett, es como si cada regla establecida la rompo.
No soy valiente para luchar por esto, pero tampoco me siento suficientemente capaz para alejarme de él.
¿Cómo lo haré? El día que eso suceda será el peor día de mi vida, superando a esa noche horrible en una fiesta a la cual nunca debí ir. Incluso eso no será tan doloroso como dejar a Barrett, mi Barrett.