Estrellas Sobre Nosotros

56: BARRETT

BARRETT

Ocean sale de su casa lentamente con la cabeza hacia abajo. Me mira y camina hacia mi girando su mirada varias veces, bajo la ventana con el control en mi puerta y abro la puerta del copiloto para que entre.

Ella no lo hace. — ¿Qué haces aquí?

Entonces, es ahí donde tomo la decisión. Pienso en Tam y lo que me dijo, que debo escoger entre ella o escoger a Ocean. Ahora sé cuál es mi elección.

Abro mi puerta y la dejo abierta, camino hacia el frente rodeando el auto y voy donde está Ocean. Sus ojos están rojos, hinchados y lo sé. Ha llorado por mí porque le duele tanto como a mí. —Ocean —acerco mi rostro al de ella—. No sé qué hacer sin ti.

Sus ojos se llenan de lágrimas, con la luz de los postes pareciera que brillaran con pequeños destellos. —Barrett, vine solo porque tenemos que decirnos adiós.

No quiero decirle adiós, la quiero de verdad.

Yo mismo me burlaría de mí si fuera otra persona, ¿Sufres por alguien que conociste hace unos meses? ¿Te la pasaste encerrado en tu habitación con la luz apagada? ¿Te ardía el corazón? Que patético.

Pero tienes que vivirlo para entenderlo. Ocean no es una chica más, cuando estoy con ella todo en mi mundo mejora. La quiero con todo mi corazón y puede que sí, que sea algo que no durará toda una vida pero ahora mismo no puedo dejarla ir. No quiero que nada arruine lo que tenemos.

Ocean es a quien yo quiero y estoy cansado de jamás poder elegir lo que realmente pide mi corazón. Ya no voy a seguir las reglas de los demás, dejarme guiar por el plan trazado por otras personas ni ceder las riendas de mi vida a otras manos.

Si Ocean me quiere y yo a ella, ¿Por qué no podemos estar juntos?

Me quito la gorra y descubro mi cara. Dejo que me vea de esta forma, de la manera en que siempre he odiado que me miren. Vulnerable. Roto. Expuesto.

Sus ojos se abren y toca mi mejilla. — ¿Estabas…?

Llorando. Lloré porque no puedo estar lejos de ella. No tengo idea como sucedió, no sé cómo Ocean logró ser algo tan importante para mí que perderla me parece una realidad muy cruel. Casi una tortura.

Papá siempre dice que llorar es para las personas débiles, que mucho menos los hombres deberían hacerlo. Que las lágrimas no te harán obtener nada y que debes guardarlas todo el tiempo. Mamá me ha repetido muchas veces que dejar que otros me vean vulnerable es un gran error. Que ante el mundo tienes que ser quien controla la situación, no dejarles ver cuánto te afecta lo que te está sucediendo.

Pero no creo eso. No me importa en absoluto.

—Me escojo a mí, Ocean —susurro—. No es sobre elegir entre Tam o tú, es sobre escogerme a mí —tomo su rostro con mis dos manos—. Haré lo que más me hace feliz y eso es tenerte conmigo.

Sus ojos expulsan las lágrimas retenidas. —Pero, ¿Por qué Barrett? ¿Por qué no puedes solo dejarme ir y ya? Mira todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, ¿No crees que es una señal?

Limpio con mis pulgares sus mejillas. — ¿Por qué? —Me acerco a sus labios y lo susurro contra ellos—: Porque te quiero demasiado, Ocean Summer Palmers.

Es ella quien se acerca y me besa como si lo estuviera necesitando para respirar. Yo la atraigo hacía mí con mis manos detrás de su cuello y ella rodea el mío con sus brazos.

Nos separamos y me abraza presionando su cara contra mi pecho, yo la envuelvo en un abrazo y beso su cabeza. —Te quiero tanto —afirmo—. Me pediste que no te odiara pero jamás lo haré, no puedo odiarte.

Ocean mueve su rostro y me mira. —Yo tampoco te odio, Barrett —sonríe un poco—. Esto es una locura y no sé qué va a pasar pero de lo único que tengo certeza es que me gusta estar aquí, me gusta cuando me abrazas y amo tus besos —tira del cuello de mi sudadero para que me acerque—. Yo estoy segura que te quiero también, mucho.

—Ven, entra, hace frio —le pido señalando el auto—. Quiero que hablemos.

Me estrecha una vez más y entra al auto, cierra la puerta suavemente y lo hago igual. Adentro me acerco y tomo sus manos porque siempre parece tener más frio que nadie más. —Ocean, ¿Por qué estabas llorando en la escuela?

Recuesta su frente en mi hombro. —Es una larga historia.

Su cabello huele bien, pensar que jamás podría estar así de cerca con ella me rompe el corazón. —Tenemos toda la noche.

Resopla. —En realidad, mañana hay que ir a la escuela, ¿no?

—Supongo —se acomoda y me mira—. Pero esto es más importante que la escuela.

Me da una pequeña sonrisa. —Bueno, todo comenzó en mi anterior escuela cuando pues, todo era normal y las personas eran normales. Unas semanas después un chico llamado Bill me empezó a hablar y comencé a pasar tiempo con él y sus amigos —me explica haciendo una mueca—. A veces me sentía fuera del lugar pero eran mis amigos, o eso pensaba.

Hace una pausa, sus ojos están al frente. —Te escucho —afirmo para que continúe hablando.

Gira su rostro y señala al camino hacia adelante. — ¿Puedes conducir mientras hablamos?

Asiento, suelto sus manos para prepararme. Arranco y cuando comienzo a mover el auto, tomo una de sus manos. — ¿A dónde vamos?

Acaricia mis dedos. —A ninguna parte, solo quiero olvidarme de todo imaginándome que el resto del mundo se ha desvanecido.

Sigo conduciendo lentamente. —Entonces, ¿Te pasó algo con ellos?

—Sí —susurra—. Bill me hizo pensar que le gustaba, a veces me daba flores y me decía cosas que me hacían pensar que le gustaba —muerdo mi labio inferior—. Pero lo que pasó fue que unos meses antes que se acaban las clases, me invitaron a una fiesta pero era como a esta hora, así que me escapé de mi casa para ir con él.

Siento algo extraño dentro de mí pero no la interrumpo, solo respiro profundamente.

—Pues, llegamos y era como una fiesta normal —exhala—. Hasta que me pidió que fuéramos arriba.




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