OCEAN
— ¡Ocean! —mamá me llama desde la sala de estar.
Estoy guardando el último plato en la alacena. Cierro la puerta y camino hasta allá, pero mis pies se detienen cuando reconozco a la persona en la puerta. Miro hacia el sofá, papá está viendo televisión y Daisy tiene los audífonos colocados sobre la cabeza.
Me acerco donde está mamá. — ¿Qué haces aquí?
Mamá me mira con las cejas juntas. —Ocean, no seas maleducada, primero se saluda a las personas.
Barrett aprieta sus labios. —Eh, solo vine porque… me prestaste tu libro —levanta un libro que le di hace unas semanas, ni siquiera me acordaba de eso, es una historia corta que leí en mi anterior escuela.
Niego, no se supone que esté aquí. Tomo el libro y lo coloco en la mesa cerca de la puerta. —Um, bien, gracias
Finn no puede verlo, se tiene que ir ahora.
—Barrett, ¿Por qué no entras? Hay frio, ven —mamá me toma del brazo para que él pueda pasar.
Barrett rasca su cuello. —Eh, no es necesario.
— ¿Barrett? —Ahora es la voz de mi padre—. Hola chico, ¿Qué tal estas?
Barrett le da una sonrisa. —Hola señor, solo vine a dejarle algo a Ocean.
Papá se acerca y coloca su mano sobre el hombro de Barrett. —Ven aquí, Camilla está horneando unas galletas, casi están listas, ¿no?
Mamá asiente. —Así es, pasa.
Y como si mis padres insistentes no fueran suficientes, escucho la voz de mi hermano pequeño. — ¿Barrett? —Se apresura hasta la puerta—. ¡Hola! ¿Vas a cocinar para nosotros?
Nick es un fan de la comida que prepara Barrett. Barrett lo mira y revuelve su cabello. —En realidad yo…
Pero Nick toma su brazo y tira de él. —Ven, estamos por decorar la casa, ¿Nos ayudas? Vamos a comer galletas y chocolate caliente.
Barrett está prácticamente dentro de mi casa. Me mira buscando que lo ayude para escapar pero fue él quien pensó venir aquí era un buena idea. Daisy se arranca los audífonos y sonríe. —Hola Barrett —se levanta del sofá.
Barrett rasca su cuello por la parte de atrás. —Hola Daisy.
Mamá asiente contenta. —En unos diez minutos estarán las galletas, mientras tanto puedes sentarte.
—Iré por las cajas con las decoraciones—papá anuncia y me mira—. ¿Me ayudas, Pececito?
Barrett me mira. — ¿Son pesadas? Creo que… puedo ayudar, digo, si quieren.
Papá se ve complacido. —Vaya, gracias —señala el perchero—. Puedes dejar tu chaqueta allá. Finn fue a la tienda, una mano extra siempre es necesaria.
Barrett ha estado en mi casa antes pero no en la parte de arriba, donde está mi habitación. A diferencia de su casa, la mía ocupa un diez por ciento de la suya. Tan solo la primera planta es del tamaño del lugar donde guardan todos los autos.
Barrett me dijo que son de su padre pero cuando le pregunté si los manejaba todos me respondió que algunos son solo de colección. Increíble, tener autos para coleccionar.
Subimos las escaleras detrás de mi padre, le hago una seña a Barret intentando preguntarle porque vino aquí. Él se encoje de hombros. Luego de llegar a esta parte, papá va al fondo donde baja una escalera del techo para el ático. Las escaleras plegables se extienden hasta nuestros pies.
Barrett me extiende su mano para que suba. —Lo he hecho antes —afirmo y subo sin su ayuda.
El usual olor a humedad y madera vieja llega a mi nariz y me hace estornudar dos veces. Papá se mueve al fondo, retira un espejo cubierto con una manta que era de mi abuela materna y finalmente vemos las cajas marcadas como NAVIDAD.
Papá toma una mediana, la pesa subiéndola de arriba hacia abajo y me mira. —Puedes llevarte esta, no es pesada.
La sostengo. —Bien, ya regreso.
—Ten cuidado —me pide Barrett.
Sonrío. —Estaré bien, tú ten cuidado con los fantasmas.
Resopla. —No digas eso —antes de bajar escucho que papá le pide que baje otra caja, supongo que la que tiene las figuras de porcelana, las que se pueden quebrar.
Dejo la caja a mitad del pasillo, veo que Barrett la sostiene sin ningún problema. — ¿Dónde la dejo? —me pregunta.
—Hay que bajar —aviso.
Asiente y me sigue, cuando vamos en las últimas escaleras Nick se acerca sonriendo. — ¿Está el Santa de playa? Es mi favorito.
—Espera Nick —pide Daisy—. Tienen polvo, tenemos que limpiarlas primero.
Nick asiente y nos deja que pasemos, las colocamos sobre la mesa frente al televisor. Seguido papá viene con la caja larga, la que tiene nuestro árbol artificial.
—Solo quedan los adornos del árbol y las luces —avisa.
Asiento. —Iremos nosotros —miro a Barrett para que me siga.
Barrett y yo regresamos a la segunda planta, pero de pronto me toma del brazo para detenerme. —Mírate, que tierna.
Sigo su mirada, está viendo mi fotografía de hace cinco años. Estaba en una época donde me obsesioné con Hello Kitty, mi blusa, falda y medias rosas tenían pequeñas Kitty. Lo fulmino con la mirada. —No mires mis fotos.
Pero es muy tarde, está viendo un cuadro donde estamos los cuatro hermanos recién nacidos (obviamente, no al mismo tiempo) —Vaya, no tengo idea quien es quien —afirma.
Todos somos bebés rosados y arrugados. —Este es Finn —señalo la fotografía de la derecha, esta soy yo, Daisy y Nick —afirmo.
Barrett coloca su dedo sobre mi foto. —Entonces así se verán nuestros hijos, interesante.
Mi corazón pega un salto cuando escuché sus palabras.
Hijos.
Con Barrett.
Vaya, eso parece tan poco probable. Pero si me permito soñar despierta, tener una familia con alguien que quiero así de mucho suena como una gran idea. Estoy segura que Barrett sería un gran papá.
Siento el calor en mis mejillas. — ¿Y si no quiero tener hijos?
Se encoje de hombros. —No importa pero bueno, al menos si llegamos a tener serian lindos.
Siento cosquillas en mi estómago. —Cállate, vamos por las cosas —le pido.