OCEAN
Ahora que Barrett básicamente declaró su amor por mí frente a mi familia no tuvimos que mentir para que yo viniera un rato aquí con él en mi cumpleaños. Cenaré con mis padres y mis hermanos pero por ahora, estaré con Barrett y sus abuelos.
Cuando entramos a su casa veo que sus abuelos están sentados en esos sofás largos y grandes, su mirada frente al televisor. Es su abuela la primera en notarme, ella sonríe y se coloca de pie. — ¡Hola, Ocean! —me abraza—. Feliz cumpleaños.
Su abuelo también se acerca. —Ocean, que bueno verte de nuevo, ¡Feliz cumpleaños!
Yo les sonrío, su abuela señala la pantalla. —Danos unos quince minutos, está por terminar el Pastor Wells.
Elevo la mirada, está viendo la transmisión en vivo de alguna iglesia con capacidad para muchas personas. El Pastor parece un hombre como de cuarenta años, puede que un poco más pero está sonriendo y eso lo hace ver más joven.
Sus abuelos regresan a su sofá y miran hacia la pantalla de nuevo. Barrett toma mi mano. —Vamos a esperarlos por ahí.
Estábamos por salir cuando escucho la voz del Pastor Wells decir algo que me detiene. —No tienes que seguir los pasos de tus padres.
Giro mi cuerpo y miro con el ceño fruncido.
—Puede que tus padres hayan cometido errores, puede que debido a sus circunstancias tomaron decisiones que afectaron tu presente pero déjame decirte algo: eres libre de esas ataduras —él mira hacia la cámara con una sonrisa—. Aun si tus padres siguieron los malos pasos no significa que estas condenado a caer en los mismos errores, las mismas adicciones —hace una pausa—. Yo creo que tú fuiste puesta en esta tierra para ponerles un fin a todas las cadenas y ataduras del pasado.
— ¿Ocean? —Barrett susurra.
Su abuela gira y me mira con una sonrisa. — ¿Quieres unirte con nosotros? —se mueve como indicándome que me siente a su lado.
Yo sin pensarlo me muevo hasta ahí, sin quitar los ojos de la pantalla. Su abuelo me da una sonrisa, Barrett se sienta a mi lado. Yo regreso mi atención al hombre vestido con un traje azul marino.
—Y ahora que viene la navidad es un gran momento para recordar el propósito de la llegada de Jesús a este mundo, el perdón de los pecados —explica—. Dios amó tanto al mundo que envió a su único hijo, esa es la muestra de un amor inmenso, lo envió por ti y por mí —aclara su garganta—. Y eso me hace preguntarme, si Jesús murió por mi perdón, ¿Cómo yo no puedo perdonar a alguien?
Me inclino hacia adelante, como si de esa forma fuera a escuchar mejor.
—Verás, cuando yo era joven alguien me traicionó de una forma muy cruel. Esa persona era mi amigo, crecimos juntos y fuimos a la universidad juntos pero un día me empezó a gustar una chica y me enamoré, yo le pedí que me ayudara pues no era el mejor con las citas pero poco tiempo después descubrí que él empezó a hablarle mal de mí y la invitó a salir —toca su pecho—. Sentí mi corazón quebrarse pero no por ella, sino porque había perdido a mi mejor amigo.
Prosigue: —Luego, unos años después me enteré que mi padre estaba engañando a mi madre, otra traición y otra grieta en mi corazón —vuelve a tocarse el pecho—. Y si sigo nombrando a cada persona que me lastimó jamás terminaría pero mejor les nombraré a cuantas personas actualmente les tengo rencor.
Levanta su mano extendida y luego empuña sus dedos.
—Ninguna —su voz suena conmovida—. Nadie de ellos me pidió perdón, mi padre jamás se arrepintió y mi amigo siguió con su vida como si jamás hubiéramos compartido tantas historias y anécdotas, simplemente me desechó —sus ojos se llenan de lágrimas—. Pero él jamás me ha desechado y no lo hará contigo.
Mira al techo y sonríe.
—Mi punto es, si yo seguía cargando con el rencor de esas personas que no me trataron como yo pensaba que merecía o como realmente tenían que hacerlo, ellos no iban a sufrir en absoluto, el único que se encadena cuando existe odio y rencor eres tu —afirma—. Es cierto, me lastimaron pero si yo siguiera recordando lo que me hicieron una y otra vez solo me haría daño a mí, el dolor de sus malas acciones lo sentiría de nuevo, cada vez.
Da un paso al frente, el reflector está sobre él.
—A veces las personas piensan que la Biblia son un montón de historias felices pero no es así. Conocemos a José que fue traicionado por sus hermanos, conocemos sobre los leprosos que todos huían de ellos, sabemos sobre el hombre que nunca podía llegar a la supuesta agua que iba a curarlo —junta sus manos—. Sabemos de un bebé que nació entre animales, en una noche que no tenía nada de pacifica, sabemos de un hombre que se ofreció a recibir un castigo injusto y doloroso por personas que no existían en ese momento físicamente, pero sí los llevaba en su corazón.
Continúa: —Claro, la historia de Jesús es sobre el perdón pero detrás de ese perdón hay algo más —sonríe—. El amor. Mi mayor deseo para todos nosotros en esta época es que pongamos al amor sobre todas las cosas. Quizás te han dañado, quizás tú has dañado a alguien, ¿Por qué no aprovechamos que estamos vivos y hacemos las cosas como se deben? Con amor. Si has dañado a alguien usa todo lo que tengas para arreglarlo, acércate con bondad y honestidad a esa persona para que ni tu corazón se quede con culpa ni el de esa persona con rencores.
Toma una respiración. —Y si alguien te daño, tengo que ser la persona que te diga que mereces ser libre de todo ese dolor. No, no merecías que te hicieran daño, no es tu culpa y es válido que te haya dolido pero por tu propia paz y la restauración de tu corazón, déjalo ir. No será fácil y es cierto, quizás ellos no merecen perdón pero tú sí mereces vivir una vida lejos de las cadenas, mereces que lo que sea que te hicieron no estorbe en tu futuro —sonríe compasivamente—. Ni yo, ni el Creador queremos que la amargura destruya todo lo hermoso que tienes ahora mismo y lo que viene, es momento que por ti, lo dejes ir.