Estrellas Sobre Nosotros

75: OCEAN

OCEAN

VARIOS AÑOS DESPUÉS.

A veces veo a Barrett y me pregunto si todo esto es un sueño.

Barrett entró a mi vida en el momento menos esperado, pero interesantemente, el correcto. Él llegó para mostrarme que nada es lo que parece, que cada día algo nuevo puede suceder y que las mejores historias de amor empiezan cuando no las buscamos.

Terminamos de comprar lo último que necesitábamos, él lleva la mayoría de las bolsas entre las muñecas para evitar hacer dos viajes, yo simplemente río. Aunque ya no practica natación sigue siendo un chico fuerte.

— ¿Seguro que no olvidaste nada en el auto? —le pregunto.

Niega y bosteza. —No, jamás lo hago.

Eso no es cierto, una vez olvidó la bolsa con el jamón que compramos y se echó a perder. —Si claro.

Barrett rodea la mesa y me toma por la cintura colocando su barbilla en mi hombro. — ¿No confías en mí?

—No —acaricio sus brazos—. Entonces, ¿Vamos mañana al restaurante?

—Si —entierra su rostro en mi cuello—. Aun hay que terminar de pintar todo, pensé que pintar un par de paredes no sería tan difícil pero está tomando más tiempo del que imaginé.

Resoplo. —No me digas que algo tan simple es tan complicado para ti, es solo una pared.

Besa mi mejilla. —Deja de criticarme, ya no puedes hacerlo —vuelve a besarme—. Mejor ayúdame a preparar la cena antes que vengan todos, hay que alistarnos para el caos.

Nos separamos un poco pero solo para girar y así lo tengo ahora de frente, coloco mis manos sobre sus hombros. — ¿Qué vas a cocinar hoy, chef?

Él acaricia mis mejillas. — ¿Qué quieres comer?

Me encojo de hombros. —Cocina esa pasta que me gustó, la que tenía crema y espinaca.

Asiente. —Con gusto —acerca su rostro—. Pero antes tienes que besarme o no haré nada y llamas por una pizza.

Ni siquiera tiene que pedirlo.

Beso sus labios y todas las emociones que me hacía sentir cuando era más joven, siguen ahí. No importa que hayan pasado años, no importa que Barrett me haya besado unas mil veces, él sigue haciéndome sentir tan bien.

Como una canción de amor, como un amanecer, como un viaje en carretera durante el verano, como tu libro de romance favorito y como nadar en el océano. Barrett Andrews me hace sentir como si todo en este mundo está en perfecto orden.

Nos separamos y acaricia mi cabello. —Te amo, Ocean Andrews.

Resoplo. —Te amo, Barrett Palmers.

Él sonríe, como lo hace siempre que lo llamo de esta forma.

Ese es un chiste que empezamos a decir después de nuestro primer año como pareja. A mis padres les tomó tiempo volver a acercarse a los Andrews, pero eso no me detenía de bromear un poco. La primera vez que Barrett me llamó “Ocean Andrews” frente a ellos estaban visiblemente molestos pero les expliqué que se tenían que ir acostumbrando.

Luego lo llamé “Barrett Palmers” y papá afirmó que así estaba mejor y que le parecía injusto que la sociedad aun promoviera a las mujeres a cambiarse el apellido por el del hombre, que debería ser al revés.

Barrett me toma de la cintura y me acerca a su cuerpo. —Vamos, antes que vengan todos —eleva su mirada hacia el techo—. ¿Cuánto tenemos que preparar? A ver, tus padres, tus hermanos…

—Daisy probablemente venga con ese grupo de amigos que tiene —le aviso.

Mi hermana lleva saliendo con un chico por unos años y aunque es algo callado, parece un buen chico. Claro, mis hermanos no estaban nada felices por ellos al principio. Mucho menos papá pero yo la apoyaba, después de todo ella lo hizo cuando todo se complicó entre Barrett y yo. Ahora él y su grupo son como de la familia.

—Bien, Daisy y sus amigos, ¿Finn vendrá con ella? —pregunta arrugando la frente.

Me separo y golpeo su brazo. — ¿Aun sigues tratándola así?

Si, Finn aún sigue saliendo con mi mejor amiga. Es decir, Whitney. A decir verdad estoy feliz por ellos, son el triple de cursis que Barrett y yo, también se la pasan besándose frente a nosotros. Eso sigue siendo algo raro.

Quitando sus muestras de afecto, estoy feliz por Whitney, ella merece a alguien que la ame y mi hermano también. Sé que lo hacen, no me sorprendería que en un futuro no muy lejano ellos serán los siguientes en casarse.

Ah, sí. Barrett y yo nos casamos.

Quizás lo hicimos un poco jóvenes, no es algo que me molestaba ni a él tampoco. Desde hace mucho tiempo sabía que él era a quien quería por el resto de mi vida y si no ocurría a los veintidós, eventualmente nos casaríamos.

Así que aquí estamos, a unos meses de nuestro segundo aniversario de casados.

Barrett abrió un restaurante como siempre soñó, pequeño y familiar con principalmente, comida griega.

Yo estudié para ser maestra de música, especializada en el canto. Imparto clases a chicos y chicas que tienen el mismo sueño que yo tenía desde niña. Me enorgullece verlos romper su timidez y presentarse frente a sus padres, cada uno de ellos me hace sentir que lo he logrado.

Además, en el restaurante de Barrett suelo cantar los viernes por la noche baladas clásicas y sin duda, canciones de Lindsay Arianne.

Recientemente Barrett pudo adquirir otro local donde planea abrir un segundo restaurante. Su padre le dio un préstamo para el primero, uno que ya logró devolverle todo el dinero. Barrett quiso que esto fuera algo construido por él, sin usar las influencias o los recursos de sus padres.

Aunque no pudimos evitar que nos regalaran una casa como regalo de bodas. Barrett estaba a punto de devolverla pero sus padres querían que la tuviéramos, que construyéramos nuestra vida. Juntos.

Sobre todo, que se volviera nuestro hogar.

Definitivamente no es tan grande como la casa donde él solía vivir. Es más parecida a la casa donde yo vivía con mis padres antes de la universidad. Es acogedora y hay suficiente espacio para nosotros.

— ¿Sabías que Tamara está comprometida? —le pregunto a Barrett cuando terminamos de arreglar todo en la mesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.