Estudiantes extraños

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El problema nunca es faltar a la escuela, un justificante médico y un padre influyente lo arregla de inmediato, la verdadera dificultad para un estudiante enfermizo que se pasa la mitad del día yendo y viniendo a la enfermería es entregar los trabajos, mis ensayos son fantásticos, aunque carecen casi siempre de fuerza argumental según mis profesores y la mayoría de las veces me pierdo con ideas que resultan "inconexas" excepto para mí, pero aun así encantan y eso me basta para pasar la mayoría de las clases, aunque no es el caso en filosofía y la temida clase electiva de carrera o algo así se llamaba, nunca pude aprenderme su nombre real, los otros chicos la abreviaban AEC. Pero eso no es lo importante, ese era mi penúltimo semestre en bachillerato con suerte —Si seguía vivo— iría a la universidad en un año.

Lamentablemente el profesor de filosofía no me justifico las seis semanas que pase en su mayor parte en el hospital, claro hasta que el director se presentó en su oficina llevándome del hombro mientras yo sostenía un pañuelo en mi nariz, nuevamente me había tomado por sorpresa la gripe del otoño.

—Escuche que no has aceptado el justificante de este alumno. —dijo el director, me sentó con un empujón en la silla frente al escritorio y se puso a caminar de un lado a otro a mis espaldas— Entiendes que espero que lleguemos a un acuerdo, no puedo permitir que hagas perder a este chico el semestre ni que reciba una calificación menor a la que se merece.

El director era un conocido de mi padre, a su vez mi padre era el rector de la universidad a la que estaba afiliada la preparatoria, basto una llamada para tener al director haciendo eso y pidiendo miles de disculpas, no sé qué tanta influencia tuviera mi padre en esos días, pero despedir a mi profesor de filosofía no debía ser imposible, intimidarlo debía de costar menos que mis medicamentos del mes, aunque esa suma era algo considerable, a decir verdad.

—Bueno ha faltado a la mayoría de mis clases y ha entrega...

—No puedo permitir que este joven repruebe por tu causa.

El director no intento ser delicado, ni en lo más mínimo.

–Creo que podemos llegar a un acuerdo, el chico ha faltado a muchas de mis clases, así que a cambio espero que junto con los trabajos asista a clases extras de cualquier tipo para compensar.

—¿Qué clases son esas? —El director se había detenido y apoyaba sus manos en el respaldo de la silla en la que yo estaba, comenzaba a molestarme, no me intimidaba, pero era el director. Independientemente de quien fuera mi padre no podía dejar de temerle a los profesores, así como el capitán de un buque de guerra no le deja de temer a ser acabado por una bala, el que mi padre fuera profesor solo me había provocado una fobia a estos o mejor dicho un odio irracional que yo intentaba enmascarar como un miedo igualmente irracional.

Fingir ser un chico asustadizo era la máscara perfecta para ocultar mi actitud inclinada a la violencia, en el fondo nunca supere esa época retorcida de mi infancia en la que peleaba con los niños en el parque, en el fondo hubiera querido lastimarlos a todos y no tener que arrepentirme. —Bueno, su clase irá a un campamento y practicarán primeros auxilios, creo que las actividades no serán muy demandantes para el Joven.

Me dio un vistazo rápido y estuve seguro de que esa mirada tenía malas intenciones, realmente nunca me agrado el profesor Guzmán, era un tipo peculiar, con un peinado que parecía de salón y un rostro atemporal que lo hacía ver como un hombre joven eternamente, aunque no bien parecido, además su forma de vestir era extraña, quién usa un saco marrón claro con una camisa amarilla y jeans, solo él, eso esperaba.

–Me parece bien. —Al director solo le bastaron unos segundos para decidirlo, supongo que el que yo fuera a ese estúpido campamento era la mejor forma de mantener las sospechas al mínimo, no fuera a ser que descubrieran lo de su negocio con los representantes sindicales, esa casa de ahí no debía ser descubierta por ningún motivo.

—¿Estás bien con eso?, Marco.

Me quite el pañuelo de la nariz antes de responder, usaba pañuelos de tela, era mucho más ecológico, aunque no tan limpio, pero primero el medio ambiente, además la tela tenía ese encanto a la antigua, a esas épocas que yo no había vivido, donde los hombres eran un poco más honestos, solo un poco.

—Supongo que está bien, no creo que mis padres tengan nada en contra siempre y cuando nos acompañe un adulto responsable.

Aun estando nervioso no lo aparentaba, parecía aburrido como si hubiera esperado ese resultado todo este tiempo y solo estuviera presenciando los eventos que había predicho, yo era un mentiroso fantástico, un genio en el engaño y la deshonestidad, en retrospectiva quizá no sea algo de que enorgullecerse, solo quizá, aunque si eso me evitaba vomitar por los nervios mejor para mí.

—Entonces, esto ya se solucionó. —Las palabras del director eran una afirmación e indicaban claramente que el hombre frente a nosotros no podía decir más o estaría en problemas, despedido, en la calle o posiblemente a tres metros bajo tierra en una caja con un celular y quizá una linterna, mi padre no era tan simple.




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