Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 34| Criminal

Soundtrack: Criminal – Britney Spears.

⸞ Emma ⸞

El viento alborota mi cabello y logra estremecerme. Estoy sentada sobre el capó del McLaren. Observando el océano iluminado por la luz de la luna.

Harry se acomoda a mi lado, coloca su chaqueta sobre mis hombros y me tiende un café que compró en una parada en el camino antes de detenernos en este apartado risco.

Él por su parte destapa una cerveza logrando que lo mire con una ceja arqueada.

— ¿Una cerveza fría en este clima tan helado? — le pregunto algo contrariada.

— Lo siento, pero un café no me dará la valentía que necesito en estos momentos. — medio sonrío. — aunque presiento que ni la cerveza me ayudará con esto. Debí comprar algo más fuerte.

Murmura y suelto a reír.

— Solo relájate, no es como si fueras a confesar tus crímenes ante la justicia.

Le digo divertida y su seriedad me deja quieta.

Era una inocente broma, aunque al parecer para el castaño no fue así.

— ¿Harry?

— Creo que es mucho peor que eso. Estoy a punto de confesarle a la chica que amo todo lo que hice en Londres arriesgándome a perderla.

Mira sus manos tornándose melancólico y sujeto su mano para que me mire y así poder brindarle una sonrisa tranquilizadora.

— Ya te dije que puedes decírmelo todo ¿Sí? — intento sonar segura. — intentaré mantener la mente abierta.

Me observa indeciso, pero finalmente asiente y se aparta para mirar al frente. La calidez de su piel me hace falta, y notarlo distante me genera cierto sinsabor, pero entiendo que necesita su espacio, ya que lo que me dirá no es fácil para ninguno de los dos.

— No sé por dónde empezar…

No me mira y enfoco mi vista en el horizonte.

— Quizás puedes contarme sobre tu vida en Londres, empezando por la relación con tu padre, tu madrastra…

Apenas suelto esas palabras noto la tensión extenderse por todo su cuerpo. No digo nada más y solo aguardo para que comience cuando se sienta listo.

Pasa cerca de un minuto en el que nos vemos sumidos en el silencio, empiezo a creer que esto es una pérdida de tiempo, que quizás él nunca esté listo para abrirse conmigo.

— Cuando mi padre me llevó obligado a vivir con él, lo odié más de lo que ya lo odiaba.

Comienza y suspiro sintiendo ya no hay vuelta atrás. Hoy conocería todo lo que se ha encargado de ocultarme el chico misterioso de al lado. Mi estúpido vecino del cual me he enamorado perdidamente.

— Tenía una vida en los Ángeles, y la amaba. Cuando se largó a otro continente todo empezó a mejorar, aunque a mi madre le costó recuperarse después del divorcio y su infidelidad, poco a poco empezó a ser la madre que Mad y yo necesitábamos. — suspira. — era feliz, tenía una familia, amigos, una vida prometedora por delante, inclusive me sentía satisfecho molestando a la niña de al lado.

Lo miro de reojo con un gesto para nada amable y sonríe.

— Supongo que me gustaste desde que éramos niños y me divertía cuando entrabas al cuarto de Alex con tu piyama de unicornios y tu estúpido oso de peluche bajo el brazo, llorando porque habías tenido una pesadilla y temías que el monstruo que soñaste estuviera debajo de tu cama. — sonrío ante esos recuerdos — pero era tan idiota que no podía notarlo. No puedes culparme, mis problemas de acné me robaban autoestima. Quizás eso me mermó la valentía que necesitaba para confesarte mis sentimientos y opté por hacerle la vida imposible. La cosa era que me pensaras, para bien o para mal.

Ruedo los ojos ante su razonamiento absurdo.

¿Cómo quería gustarme si me hacía odiarlo?

— A esa edad los hombres no razonan. — añado logrando que ponga su atención en mí. — Bueno generalmente no lo hacen, pero a esa edad es más severa su falta de entendimiento. Le dicen la edad del burro o algo así.

Se ríe y lo sigo.

— Probablemente, eso era lo que me pasaba. — asiento concordando con él. — la cosa es que mi vida era todo lo que una vez quise, por eso cuando mi padre vino por mí y mamá solo lloró en la puerta abrazada a mi hermana dejándome llevar por ese tipo los odié a los dos. — confiesa. — a él por joderme la vida y a ella por ser una cobarde que no pudo evitar que se llevaran a su hijo.

Lo escucho en silencio sin inmutar palabra. Me agrada que me esté contando todo esto, que me exprese como se sintió en ese entonces.

— Cuando llegué a Inglaterra la relación con mi padre empeoró, los enfrentamientos eran diarios, al principio me tragué la rabia y frustración y solo me encerraba en mi habitación todo el día, con la música al máximo volumen, mientras más escandalosa mejor, así evitaba escuchar sus gritos cada que llegaba a casa y buscaba reprocharme por cada maldita cosa que no le gustaba de mí.

Ahora puedo entender ese extraño gusto musical que posee.

— Pero después de recibir algunas golpizas de su parte me harté y le devolví los golpes. Eso fue para peor, el odio entre ambos creció y vivir en esa maldita casa se volvió un martirio. Busqué salir de esa cárcel, empecé a transitar las calles, buscando alguna forma de despejarme, algo que me sirviera para liberar la tensión que me generaba vivir bajo el techo de un demonio como mi padre. — murmura y se detiene unos segundos. Por lo que presiento, lo que viene no será bonito. — de esa forma conocí una pandilla que asediaba en uno de los barrios del más bajo mundo de Londres, se hacían llamar King Cross, los conocí por las carreras de autos ilegales, sin embargo, una cosa llevó a la otra y terminé inmiscuido en los actos delictivos de este grupo de criminales. — abro los ojos. — me volví un pandillero, Emma. Robaba, extorsionaba, amedrentaba a los más débiles, participaba en uno que otro secuestro, y un día llegué a…




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