Si un ave se acerca a mi ruido
me asusta y me vuelo lejos,
si voy caminando por la calle
que ningún gato se me acerque,
si una vaca me rosa el anca
yo no respondo por mi reacción,
y si no me digno a cantarle al gallo
como mínimo que agradezca.
Yo solo espero los cosas que recibo.
En esa medida mido lo que doy.
Pero una vez conocí a un hombre
que lo daba todo:
Murió en una zanja, feliz.
Se llamaba Gilberto y le di
todo lo que me pidió a aquel
amigo.
Conocí una mujer que no gustaba,
no quería dar nada:
Desconozco si murió feliz.
Nunca dijo más de lo necesario
y, aunque la quise, nunca le
di nada.
Soy consecuente con esta filosofía
que me quita todo y no me quita nada.
La que me da todo y no me da nada.
Ahora espero, de la vida, la vida,
y de la muerte, la nada.