Etéreo

Prólogo

1819 Georgia, Atlanta. 

El cielo, de un tono gris a oscuro con sutiles destellos tras el mismo. Los habitantes han decidido encerrarse en sus casas ya que a sus creencias se creía que un cielo tan oscuro y espeso significa mal augurio. 

-¿Prohibido es una palabra que no tiene significado para tí? - anunció el líder de los arcángeles, Miguel. - Caerás por desobediencia, condenado a vagar en la tierra hasta el fin de los tiempos. 

El grito y el desgarro de las alas de su compañero hicieron que los truenos fueran sonoros, y en menos de dos minutos, el fuerte aguacero aterrorizó a los ciudadanos. El ángel caído apoyó sus manos en el suelo mientras se recuperaba del dolor de haber perdido sus alas. Le di una mirada severa a su líder. 

-Jamás lo entenderías. 

-Yo tengo mis principios y lealtad bien claros, no necesito entender las necesidades de otros, sentimientos hacia los humos es algo que mantengo de forma muy neutral, un equilibrio entre lo bueno y lo malo. 

-No sabes lo que es bueno y lo que es malo, en la tierra funciona de otra forma. 

-Nosotros estamos sobre ellos, así que los humanos funcionan a nuestra manera. Eres un arcángel muy capaz de guiar a los humanos, debo admitir que fuiste mi favorito, jamás diste problemas, y me has decepcionado tanto que he tenido que arrancarte las alas ¿por una simple mortal? 

-Condenarme a una vida en la tierra no sería muy diferente a estar condenando sirviendo a tu lado. - Miguel carcajeo y lo apuntó con su espada. 

-No hagas que te condene al arder en el infierno. - el ángel caído lo miró fijamente - Ve, busca a tu humana, y que las consecuencia de tu desobediencia te castiguen por el resto de tu vida. 

El cielo se abrió, los rayos empezaron a caer, uno, dos, tres en el mismo lugar, una profecía se estaba escribiendo entre rayos y una tormenta, el ángel envuelto en lluvia y los destellos del los truenos que reflejaban la ira de Dios, cayó con gran velocidad sobre barro, hierba y piedras que lastiman su cuerpo. 

Se puso de pie, levantó la mirada hacia el cielo oscuro, las lágrimas que caen del cielo le nublaron la vista y se resignó a que algún día iba a volver a estar entre los privilegiados, pues él había decidido este camino y, aunque el arrepentimiento era nulo, sabía que lo que él esperaba aquí abajo sería una constante guerra.

Llevó su mano hacia su pecho, donde sintió el vacío, el vacío de su collar de arcángel, pues si este caía en manos equivocada un enorme guerra a manos de ángeles rebeldes se desataría en la tierra y miles de inocentes morirían. 

Hundió las rodillas en el fango, enterró sus dedos en el lodo y arranco la hierba en busca de su collar, su cuerpo desnudo se mancho poco a poco con el café de la tierra húmeda, el cabello se le pegaba en la frente por las puntas le escurría agua. 

-H-hola? - una voz temblorosa y asustada iluminó con un farol en dirección al ángel. La luz amarilla iluminó su presencia bajo la lluvia dándole un vistazo completo a su cuerpo desnudo sobre el barro - !Dios santo! - exclamó la joven - ¿Se encuentra usted bien? ¿Le ha hecho daño alguien? 

Con preocupación y cautela la joven mujer se acercó y, sin importar ensuciar su larga falda, se arrodillo frente al joven, se quitó la frazada que le cubría los hombros y se la pasó por encima de su cuerpo mojado, lo abrigó bien y le dedicó una sonrisa. 

-He perdido algo muy importante entre el barro, necesito encontrarlo con urgencia. 

-¿Una joya valiosa? 

-Mucho más que eso. 

-Le aseguro joven, que la tierra probablemente se la haya tragado, mañana con el sol diurno podrá acercarse a buscarla, créame que nadie ronda estos lugares, como puede ver mi casa está lejos de la ciudad. ¿Me permite llevarlo dentro, darle ropa y una taza de té? yo misma he de ayudarle a buscar su joya. 

-¿Y si alguien más cae? ¿Y si se lleva mi collar? 

-Le aseguro que usted es el único que decide salir sin ropa a estas horas con una lluvia tan torrencial ¿Que cree que le haya molestado tanto a Dios para desquitarse con nosotros? 

-Probablemente la rebeldía de uno de sus hijos. - las palabras frías y duras del chico hizo que la joven borrara su sonrisa y se replanteará la idea de acoger a aquel joven en su hogar. Abrió la boca para hacerle más preguntas, pero el cuerpo del joven se desvaneció sobre su regazo, su mano, por intuición acarició el cabello del joven. 

-Señor,  ninguno de tus hijos es tan malo para desatar un diluvio sobre nosotros, perdona sus ofensas y desobediencia, así como tú perdonas a tus hijos en la tierra. - la lluvia cesó, pasó de enormes gotas a una fina llovizna. - Gracias, padre. 

2007
10:23 am Georgia, Atlanta

La madrugada de aquel día parcialmente soleado había llovido con mucha intensidad, lo que provocó lodo, y barro en cantidades exagera, eso y contrabando los charcos de agua en la granja de la familia Gavril, un matrimonio joven que tiene un par de gemelos encantadores, mismo que ayudan en los labores de la granja. 

-¿En qué piensas, querida? - preguntó su esposo Josh a su esposa Alma.- Me preocupa como miras a los niños ¿crees que se enfermeras? 

-Solo estoy disfrutando, nunca se quejan de ayudar en la granja, Adriel sabe cómo recolectar los huevos de las gallinas, y ni se diga la amistad que tiene con los cerdos, Hardin es bueno acicalando a los caballos y cada día parece aprender una cosa nueva, tiene solo siete años y sabe como sacar perfectamente la leche de las vacas. 

-Tenemos unos hijos maravillosos, los hicimos con mucho amor. - Un beso selló la tierna sonrisa de ambos, pero un estruendo en el cielo los hizo mirar las nubes que tapan al sol de inmediato. - Este invierno parece eterno. Encerrare a los cerdos, encargate de las gallinas. 




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