Hardin y yo tenemos la costumbre de hacer los deberes en la biblioteca, así que fuimos a casa a cambiarnos y volvimos al pueblo y compartimos una mesa en silencio.
-Adri…- susurró sin apartar la mirada del libro.
-Uhh? - le respondí mientras escribía mi parte del trabajo de Historia, había tenido que leer sobre los arcángeles para poder hacer un pequeño ensayó explicando sus cualidades.
-Ese chico, Jet, creo que no me da buena espina.
-A mí tampoco. - susurré y deje el lápiz sobre la hoja - Creo que es un enfermo.
-Ya, pero Cyra alardea mucho sobre él.
-A Cyra le gusta todo lo que tenga que ver con el sexo masculino «un hombre para cada brazo» me ha dicho esta mañana, así que las opiniones de Cyra hacia ese friki están descartadas.
-No se porque cada vez que veo a Cyra me recuerda a Evie.
-Porque amas a Evie y jamás lo vas a admitir, te lo digo yo que te he estrangulado con el cordón umbilical.
-Hiciste que mi estómago se revolviera - hizo muecas de asco. Evie es mi mejor amiga de la vida, y ella ha vivido enamorada de Hardin desde siempre, pero Hardin es muy reservado y siempre la trata mal a la pobre, pero como masoquista que es, sigue detrás de mí hermano.
El libro de ilustraciones brillantes, me muestra un rostro realmente angelical cuando se trata de Miguel, y ni decir de los otros arcángeles, todos parecen modelos photoshopeados en exceso. Paso la página para empaparme más sobre el tema que no me llama en lo absoluto la atención, pero el tema de los arcángeles se ha terminado y, en letras grandes y negras pone ÁNGELES CAÍDOS.
Rebeldes
Rezagados
Desobedientes.
«Esto si me interesa» pensé y me puse atenta a leer sobre los rebeldes que cayeron a la tierra condenados a vivir hasta el fin de los tiempos por desobedecer las órdenes de Dios, privados de sus alas vagan por los rincones de la tierra.
-Iré a la máquina expendedora - susurro mi hermano, le reste importancia y seguí leyendo.
-¿Está ocupado? - murmuró alguien a mis espaldas, pero la lectura llamo tanto mi atención que sin perderme entre las letras dije;
-No.
-No hablo de la silla, si no de tú corazón. - la sangre se me heló, perdí el hilo de la historia, levanté mi cabeza enojada hacia su sonrisa pícara.
-Ja-Ja, que gracioso, Jet.
-Veo que te has tomado el tiempo de averiguar mi nombre, eso me complace. ¿Has conseguido ya mi número?
-No quiero tu número. Aprovechando que estás aquí, tengo mi parte del ensayó listo, podrías darme la tuya para adjuntarla.
-O, podrías hacer mi parte y yo te invito a salir.
-No salgo con extraños raritos.
-Que mala suerte para Azrael, se le ve tan enamorado de ti, no seas tan cruel con él. - me quito el lápiz de la mano y escribió su número sobre la hoja de mi ensayo - Llámame, pasaré por tí a las ocho.
-Eres la última persona a la que llamaría, además ¿Que te hace creer que quiero salir contigo?
-¿Mi fabuloso encanto?
-Deja de flirtear conmigo, de hacer eso…
-¿Hacer eso? - levantó las cejas.
-Mirarme de esa manera provocativa, y acercarte a examinar mi rostro.
-Eres una hermosa manzana que estaría dispuesto a morder, ¿Entonces a las ocho?
-Largo, déjame en paz. ¿Qué quiere de mí?
-Un beso, y quizás un fabuloso romance de película, soy muy tradicional.
-Si, tus tejanos lo dicen todo.
-Buen ojo, Adriel, si quieres podrías descubrir que hay debajo de ellos.
-No me sorprenderia verte usar boxer negros - me cubrí la boca sorprendida por mi fluidez de palabras, la conexión entre mi boca y cerebro se habían perdido.
-El rubor natural combina con tus ambars, nos vemos esta noche, pecas.- se fue, sin más con su mochila colgando en el hombro dejando la hilera de su perfume y mis mejillas rojas.
-Gilipollas…- murmuré para mí mismo, retomé la lectura mordiéndome el labio mientras él perfume de Jet se perdía en el ambiente, su olor se desvanecía con los aromatizantes artificiales de la biblioteca.
Volvimos a casa cerca de las cuatro y media, dos maletas azul marino de viaje reposan al costado de la puerta. Judith camina con su vestido largo y rosario zarandeando en su cuello, se ha echado demasiado perfume.
-He de salir unos días a una conferencia universitaria de psicología, Abby está a su cargo, no quiero compañeros, ni salidas después de las ocho, llamaré diariamente para asegurarme de que no hayan desobedecido.
Hardin y yo nos miramos en silencio y no le respondimos nada.
-Que tenga un buen viaje señora. - Abby arrastró las maletas hacia el porche donde el taxista se encargó de subirlas al maletero, la despidió hasta que el taxi atravesó las enormes rejas. Cerró la puerta, se recostó en ella e infló sus cachetes liberando aire.- Bien ¿Quién quiere una hamburguesa? ¿Les molesta si pongo música? Hace siglos que no escucho música, la señora Judith solo pone canciones religiosas.