Era inicio de invierno la estación preferida de Nilo Leblanc una joven de 17años, esta se encontraba sentada en el piano de su difunto abuelo Julio, un hombre apasionado de la música. Quizás por sus venas no circulaba la misma sangre, sin embargo él había traspasado sus gustos melódicos a su nieta consentida.
En el exterior la lluvia se mantenía al compás con la suave melodía que Nilo tocaba o al menos eso pensaba ella. Constantemente encontrando música donde no hay o como su madre María dice; siempre rebuscando lo bueno en objetos o personas que no lo poseen, pero eso se lo había inculcado ella.
Toda calma que al tocar piano le transmitía, se esfumo en el instante que un chico alto, morocho entraba estrepitosamente a la salita donde ella tocaba.
— Benjamín — pensó Nilo dejando escapar un fugaz soplo a la vez que observaba la sonrisa torcida que era notoria en su hermano mayor.
— ¡Bravo! ¡Bravo! — Aplaudió Benjamín con una considerable hipocresía — Gracias, Isela. Me encanta que me recibas con estas melodías tan alegres y movidas. Creo que llamare a mis amigos para que animes en sus fiestas — se secó falsas lagrimas a la vez que seguía aplaudiendo hasta llegar donde su hermana.
— ¡Calla! Neandertal — la chica cerró el piano sobresaltando a su hermano.
— ¡Nilo! — reprendió su padre ingresando con un número considerable de bolsas en mano.
Alan Leblanc, un hombre de casi 50 años un poco más bajo que Benjamín, caminaba con su característico abrigo azul marino humedecido al igual que sus cabellos castaños
— Si tu madre te escucha te regañara ya sabes típico de madres — rodó los ojos y sonrió a su hija — Sabes que tu hermano te envidia.
Su padre Alan, cumplía en dos años más 50 años y aún así se comportaba como si fuese un adolescente. María, su madre, continuamente lo increpaba por su actitud infantil y el mal ejemplo que les da a sus hijos ya que Benjamín cada vez que crece se parece más a él, sin embargo todos sabían que eso es lo que los mantiene juntos. Su madre amaba que él se comportara como un púbero y que la haga reír y su padre amaba que ella se encolerizara.
— ¡Oye! — Bramó Benjamín sacándose su camisa empapada — Los puedo escuchar saben… por si no se fijaron estoy en el mismo lugar.
— Me llamo Isela y sabes que no me agrada — Nilo se quejo levantándose del piano y dirigiéndose a la cocina con su padre.
— Nilo…— Alan la miró por un breve momento — Ese es tu segundo nombre, además es bonito no entiendo porque te molesta.
— ¡ashh! — Lloró vencida — Iré por Irene y por mamá.
Pero eso no fue necesario ya que desde la cocina pudo escuchar como su madre, María Coney, regañaba a Benjamín por haber dejado su camisa mojada sobre su adorado sillón.
Alan al oír como María seguía sermoneando a su hijo comenzó a reír.
Admiraba la capacidad de su mujer en el momento de dar un regaño, era asombroso el desplazamiento que tenía de soltar tantas palabras en un minuto y sin olvidar respirar en cada frase que creaba su cerebro.
— ¿Papá que hiciste? — Nilo se aproximó a él acompañándolo en su contagiosa risotada.
— Creyó que era genial brincar en una poza para salpicarle a tu hermana, pues tuvo que correr una cuadra para subir al auto.
Eso a Nilo no la sorprendió, puesto que estaba familiarizada a las bromas inoportunas de su hermano y las exageradas que se le ocurrían a su padre.
— ¿Mamá no se disgusto? — Nilo enarcó una ceja buscando algún dulce en las bolsas del supermercado
— ¿Acaso tú crees que Benjamín sólo hubiera corrido una cuadra? Tendría que haber llegado corriendo a casa.
Ambos se miraron soltando una risotada que fue interrumpida por su madre.
— Ya guarde el auto ¿cariño preparaste la cena? muero de hambre —Se dirigió a Nilo quien la miro confundida.
Esa era su madre, una mujer de 52 años que podía llegar a ser la persona más adorable y amorosa del mundo, pero al mismo tiempo podía causar miedo en cada integrante de su familia.
— ¿Mamá? estas al tanto que a Nilo hasta un vaso de agua se le quema — se burló Irene su hermana menor.
Ambas eran similares, el propio tono chocolate de pelo sólo que Nilo lo ocupaba largo, algo rellenitas, la misma altura, ambas median 1 metro 60, la diferencia es que su hermana Irene tiene ojos vedes cuando los de Nilo uno es marrón y el otro negro. Heterocromia.
— Irene… — Su padre la miró severo — ¿Qué te he dicho de ridiculizar las desgracias ajenas?
— ¿Por qué todos me están fastidiando? ¿A caso es el día “Molesten a Nilo” y no me he enterado?
— Hija solo era una broma — su padre beso su frente — Compramos pizza.
— Bien… preparare la mesa para comer — Habló rendida Nilo.
En seguida de haber preparado la mesa, llamo a sus padres y hermanos para cenar. Comieron entre risas y regaños de su madre a Benjamín por no comportarse como un chico de 20 años