En la penumbra de la antigua biblioteca del castillo, Andreea repasaba los viejos manuscritos. La luz de las velas proyectaba sombras danzantes en las paredes de piedra.
- Mihaela no está -murmuró Andreea para sí misma, recordando que su amiga estaba ocupada con el plan para irse a Londres en busca del grimorio que terminaría con la Sombra.
Andreea cerró el pergamino con un gesto decidido.
- Esa cicatriz en su ojo derecho es nuestra pista -dijo en voz alta, como si al decirlo en voz alta pudiera darle más fuerza a su resolución-. Debemos encontrarlo y hacerle pagar por lo que hizo a Nicolae y Anca.
Se levantó, ajustando su capa oscura. La ausencia de Mihaela la hacía sentir más sola, pero también más determinada. Lucius confiaba en ella, y no podía fallarle.
Con un último vistazo a los manuscritos, Andreea salió de la biblioteca, lista para enfrentar al cazador que había traído tanto dolor a su clan.
Andreea se detuvo un momento en el umbral de la biblioteca, respirando profundamente. Sabía que debía ser cautelosa; cualquier error podría revelar su verdadera naturaleza. Con pasos firmes, se dirigió a su habitación, donde guardaba sus pertenencias más preciadas.
Primero, se aseguró de que su capa cubriera bien su rostro y cuello, ocultando cualquier rastro de su piel pálida. Luego, revisó su bolsa de viaje, asegurándose de llevar consigo los elementos esenciales: un pequeño frasco de agua bendita, una daga de plata y un amuleto protector que Mihaela le había dado antes de partir.
Antes de salir, Andreea se miró en el espejo. Sus ojos, normalmente brillantes, estaban ahora llenos de determinación. Se recogió el cabello en un moño bajo y se colocó un sombrero de ala ancha para protegerse del sol. Aunque la noche era su aliada, debía estar preparada para cualquier eventualidad.
Finalmente, se dirigió a la puerta principal del castillo. La luna llena iluminaba el camino hacia la aldea, y Andreea se movía con la gracia y el sigilo de un depredador. Sabía que debía mantener un perfil bajo, mezclarse con los aldeanos y obtener la información que necesitaba sin levantar sospechas.
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Mientras Andreea avanzaba por el sendero iluminado por la luna, sus sentidos agudizados captaron el sonido de pasos ligeros y el susurro de hojas moviéndose. Pronto, un grupo de hombres lobos emergió de entre los árboles. Sus figuras imponentes y ojos brillantes podrían haber intimidado a cualquier otro viajero, pero Andreea se sintió aliviada al reconocer a algunos de ellos.
—¡Andreea! —exclamó uno de los hombres lobos, un viejo amigo llamado Darius, con una sonrisa que mostraba sus colmillos—. ¿Qué te trae por aquí a estas horas?
Andreea devolvió la sonrisa, aunque más contenida, y se acercó a Darius y a los otros hombres lobos que la observaban con curiosidad.
—Buenas noches, Darius. Estoy en una misión importante —respondió, manteniendo su tono amigable pero firme—. Necesito llegar a la aldea cercana sin llamar la atención.
Darius asintió, comprendiendo la seriedad en la voz de Andreea. Aunque los vampiros y los hombres lobos habían mantenido la paz durante siglos gracias a Lucius, siempre había una tensión latente que requería cuidado y respeto.
—Te escoltaremos hasta los límites de la aldea —ofreció Darius—. Así estarás segura y no levantarás sospechas.
Andreea agradeció el gesto con una inclinación de cabeza. Mientras caminaban juntos, intercambiaron historias y recuerdos, fortaleciendo los lazos de amistad que habían forjado a lo largo de los años. La presencia de los hombres lobos le dio a Andreea una sensación de seguridad y camaradería que necesitaba en ese momento.
Al llegar a los límites de la aldea, Andreea se despidió de sus amigos con un apretón de manos y una promesa de volver a encontrarse. Con determinación, se adentró en la aldea, lista para continuar su misión y encontrar las respuestas que buscaba.
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En el gran salón del castillo, la luz de las antorchas proyectaba sombras danzantes en las paredes de piedra. Lucius, el rey vampiro del clan, se encontraba en la cabecera de la mesa, con su mano derecha y amante, Nicolae, a su lado. Los líderes de otros clanes estaban presentes, esperando ansiosos las palabras de Lucius.
-Queridos hermanos y hermanas- comenzó Lucius, su voz resonando con autoridad y calma. -Nos enfrentamos a tiempos oscuros y peligros inminentes. El primero de ellos es un cazador de vampiros con una cicatriz en el ojo derecho. Este hombre ha vivido siglos siendo humano, y su habilidad para cazar a los nuestros es legendaria.
Un murmullo de preocupación recorrió la sala. Nicolae, siempre atento, observaba las reacciones de los presentes.
-Además,- continuó Lucius, -hay otro peligro que debemos enfrentar: la Sombra. Este antiguo enemigo ha atacado a algunos de nuestros integrantes en el bosque, incluyendo a mi hermana gemela, Mihaela. La Sombra no se mostró en ningún momento, pero envió a sus merodeadores y a un gran lobo gris para hacer su trabajo sucio.
La tensión en la sala era palpable. Los líderes de los clanes intercambiaban miradas de preocupación y miedo.
-Mihaela, junto a Noah y Kai, ha viajado a Londres en busca de un grimorio que podría contener la clave para acabar con la Sombra. Mientras tanto, Andreea está investigando sobre el cazador. Sin embargo, Nicolae y yo hemos decidido mantener esta información en secreto por ahora.
Nicolae asintió, apoyando la decisión de Lucius. -Debemos ser cautelosos y estratégicos. No podemos permitir que el pánico se apodere de nosotros.
Lucius miró a cada uno de los líderes presentes, su mirada firme y decidida. -Juntos, podemos superar estos desafíos. Pero debemos estar unidos y preparados para lo que venga.
Los líderes de los otros clanes reaccionaron de diversas maneras ante las noticias de Lucius.
-Esto es alarmante,- dijo Daren, el líder del clan del norte, frunciendo el ceño. -Un cazador de vampiros que ha vivido siglos... ¿cómo es posible?
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Editado: 06.09.2024