Andreea avanzó con cautela por las calles empedradas de la aldea, sus sentidos alerta a cualquier señal de peligro. A pesar de sus esfuerzos por mezclarse con los aldeanos, cada puerta que tocaba y cada pregunta que hacía sobre el cazador resultaba en miradas de confusión o miedo.
-Nadie ha visto a ese hombre -le dijo una anciana mientras cerraba la puerta de su casa apresuradamente-. Solo sabemos de él por las historias que se cuentan en las noches de luna llena.
Desesperada por obtener alguna pista, Andreea se dirigió a la taberna local, un lugar donde las lenguas solían soltarse con la ayuda de una buena jarra de cerveza. Sin embargo, incluso allí, las respuestas eran vagas y contradictorias.
-Dicen que es un fantasma -murmuró un hombre con una cicatriz en la mejilla-. Aparece y desaparece sin dejar rastro.
-Otros dicen que es un demonio -añadió una mujer desde la esquina-. Nadie ha vivido para contar cómo es realmente.
Andreea se sentó en una mesa apartada, frustrada por la falta de información. La cicatriz en el ojo derecho del cazador era su única pista, pero parecía que nadie en la aldea había visto al hombre en persona. La sensación de impotencia comenzaba a apoderarse de ella, pero no podía permitirse rendirse.
De repente, un hombre encapuchado se sentó frente a ella. Sus ojos brillaban con una intensidad que Andreea no pudo ignorar.
-He oído que buscas al cazador -dijo en voz baja, apenas un susurro-. Nadie lo ha visto, pero hay un lugar donde podrías encontrar respuestas.
Andreea se inclinó hacia adelante, su interés renovado.
-¿Dónde? -preguntó, tratando de mantener la calma.
El hombre encapuchado deslizó un pequeño pergamino hacia ella.
-En las ruinas del antiguo monasterio, al norte de la aldea. Pero ten cuidado, no todos los secretos deben ser desenterrados.
Con esas palabras, el hombre se levantó y desapareció en la multitud de la taberna. Andreea miró el pergamino, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que debía ir al monasterio, aunque el peligro fuera grande. Se levantó y salió de la taberna, lista para enfrentar lo que fuera necesario para encontrar al cazador y vengar a Nicolae y Anca.
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Andreea avanzó con cautela hacia las ruinas del antiguo monasterio. La luna llena iluminaba el camino, proyectando sombras inquietantes sobre las piedras desgastadas por el tiempo. El lugar tenía un aire de abandono y misterio, y cada paso que daba resonaba en el silencio de la noche.
Al llegar a la entrada del monasterio, Andreea sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo no estaba bien. Sin embargo, su determinación la empujó a seguir adelante. Con cada paso, la oscuridad parecía volverse más densa, y pronto se encontró rodeada por figuras sombrías que emergían de las sombras.
-Bienvenida, Andreea -dijo una voz profunda y siniestra. La Sombra se materializó frente a ella, sus ojos brillando con una malicia que helaba la sangre-. Has caído en nuestra trampa.
Antes de que Andreea pudiera reaccionar, los merodeadores la rodearon, sus ojos llenos de odio y sus armas listas para atacar. La situación parecía desesperada, y Andreea se preparó para luchar con todas sus fuerzas, aunque sabía que las probabilidades estaban en su contra.
De repente, un aullido resonó en la noche, seguido por el sonido de pasos rápidos y feroces. Los hombres lobo, liderados por Darius, irrumpieron en el monasterio, atacando a los merodeadores con una furia implacable. La batalla fue intensa, pero la fuerza y la agilidad de los hombres lobo pronto superaron a los atacantes.
Darius se acercó a Andreea, ayudándola a ponerse de pie.
-No podíamos dejarte sola en esto -dijo con una sonrisa-. Sabíamos que algo no estaba bien.
Andreea agradeció a sus amigos con una mirada llena de gratitud. La Sombra, al ver que sus planes habían sido frustrados, se desvaneció en la oscuridad, dejando una promesa de venganza en el aire.
-Esto no ha terminado -dijo Andreea, mirando hacia el lugar donde la Sombra había desaparecido.
Con la ayuda de los hombres lobo, Andreea salió del monasterio, más decidida que nunca a encontrar al cazador y poner fin a la amenaza que acechaba a su clan. La noche aún era joven, y la lucha por la justicia apenas comenzaba.
-Mientras Andreea y Darius caminaban juntos bajo la luz de la luna, una sensación de alivio y gratitud llenaba el aire. La batalla en el monasterio había fortalecido aún más el vínculo entre ellos, y Andreea no podía evitar sentir una conexión especial con Darius.
-Gracias por salvarme, Darius -dijo Andreea, mirándolo a los ojos-. No sé qué habría hecho sin ti y los demás.
Darius sonrió, sus ojos brillando con una calidez que Andreea no había visto antes.
-Siempre estaré aquí para ti, Andreea -respondió con sinceridad-. No solo porque somos amigos, sino porque... porque significas mucho para mí.
Andreea sintió un calor en su pecho al escuchar esas palabras. Durante años, había mantenido sus emociones bajo control, enfocada en su misión y en proteger a su clan. Pero ahora, en la presencia de Darius, sentía que podía permitirse ser vulnerable.
-Darius, yo... -comenzó a decir, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. En lugar de hablar, se acercó a él y tomó su mano, sintiendo la calidez de su piel contra la suya.
Darius apretó suavemente su mano, acercándose un poco más.
-Andreea, sé que nuestras vidas son complicadas y llenas de peligros, pero quiero que sepas que siempre estaré a tu lado, sin importar lo que pase.
Andreea asintió, sus ojos llenos de emoción.
-Y yo estaré a tu lado, Darius. Juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.
Con una sonrisa, Darius se inclinó y besó suavemente la frente de Andreea. En ese momento, ambos supieron que su relación había cambiado, que había algo más profundo y significativo entre ellos. Mientras caminaban de regreso al castillo, la luna llena iluminaba su camino, y el futuro parecía un poco más brillante con la promesa de amor y compañerismo.
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Editado: 06.09.2024