El rey alfa había decidido llevar a su mujer favorita. Elena, que estaba embarazada de seis meses y ya le había dado cuatro hijos varones, siempre había sido la que dormía con él. Sin embargo, desde que el rey alfa se había casado con Liana, había pasado las últimas dos noches con ella, lo que había despertado una furia silenciosa en Elena.
Elena no podía ocultar su descontento. Cada gesto, cada mirada, reflejaba su enojo y celos. Al regresar al castillo, decidió confrontar a Liana. La encontró en uno de los jardines, disfrutando de un momento de tranquilidad.
—Liana —dijo Elena, su voz cargada de veneno—. Necesito hablar contigo.
Liana levantó la vista, sorprendida por el tono hostil de Elena.
—¿Qué ocurre, Elena? —preguntó, tratando de mantener la calma.
Elena se acercó, su mirada llena de odio.
—Tu hijo será un bastardo. Nunca llegará a ser nadie en la vida —dijo, su voz fría y cortante—. No importa cuánto intentes ganarte el favor del rey alfa, siempre serás una intrusa.
Liana sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a mantener la compostura.
—Elena, entiendo que estés molesta, pero no tengo intención de quitarte tu lugar. Solo quiero lo mejor para mi hijo y para la manada —respondió, su voz firme pero tranquila.
Elena soltó una risa amarga.
—¿Lo mejor para tu hijo? No tienes idea de lo que significa ser la favorita del rey alfa. He dado todo por él, y no permitiré que una recién llegada como tú arruine lo que he construido —dijo, su voz temblando de ira.
Liana respiró hondo, tratando de mantener la calma.
—No estoy aquí para competir contigo, Elena. Solo quiero que mi hijo crezca en un ambiente seguro y amoroso. No tiene sentido que nos enfrentemos entre nosotras —dijo, su voz llena de sinceridad.
Elena la miró con desdén, pero antes de que pudiera responder, el rey alfa apareció en el jardín.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, su voz autoritaria.
Elena se giró hacia él, su expresión cambiando a una de inocencia.
—Solo estábamos hablando, mi rey —dijo, tratando de ocultar su enojo.
El rey alfa miró a ambas mujeres, su expresión seria.
—Espero que puedan resolver sus diferencias de manera civilizada. No quiero conflictos dentro de mi manada —dijo, su voz firme.
Liana asintió, mientras Elena se alejaba, aún llena de resentimiento. Sabía que la situación no sería fácil, pero estaba decidida a proteger a su hijo y a encontrar su lugar en la manada, sin importar los obstáculos que se presentaran.
Después de que Elena se alejara, Alexander se acercó a Liana, su expresión llena de preocupación y ternura. Sin decir una palabra, la tomó suavemente de la mano y la atrajo hacia él. Liana, sintiendo el calor y la seguridad que él le ofrecía, se dejó llevar por el momento.
Alexander la miró a los ojos, sus labios curvándose en una sonrisa reconfortante.
—Liana, sé que esto es difícil para ti —dijo, su voz suave—. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre.
Liana sintió una oleada de gratitud y emoción. Sin poder contenerse, se inclinó hacia él y lo besó. El beso fue suave al principio, lleno de ternura y promesas no dichas. Alexander respondió con igual pasión, sus brazos rodeándola con fuerza.
Cuando se separaron, Liana lo abrazó, apoyando su cabeza en su pecho. El latido constante del corazón de Alexander la calmaba, y por un momento, se sintió segura y protegida.
—Gracias, Alexander —susurró Liana, su voz temblando ligeramente—. Gracias por estar aquí para mí en un tiempo tan difícil.
Alexander acarició su cabello con ternura, sus labios rozando su frente en un gesto de consuelo.
—Siempre estaré a tu lado, Liana. No importa lo que pase, enfrentaremos esto juntos —dijo, su voz llena de determinación.
Liana cerró los ojos, dejando que las lágrimas cayeran libremente. En los brazos de Alexander, encontró un refugio en medio del caos que la rodeaba. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con Alexander a su lado, sentía que podía enfrentar cualquier desafío.
—Prométeme que nunca me dejarás sola —dijo Liana, su voz apenas un susurro.
Alexander la abrazó con más fuerza, su voz llena de sinceridad.
—Te lo prometo, Liana. Nunca estarás sola. Juntos, superaremos cualquier obstáculo —respondió, su voz firme y reconfortante.
Con esa promesa, Liana sintió una nueva esperanza florecer en su corazón. Sabía que con Alexander a su lado, podría encontrar la fuerza para enfrentar cualquier adversidad y proteger a su hijo.
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En el bosque, bajo la luz tenue de la luna, un clan de vampiros avanzaba silenciosamente hacia el castillo del clan Sangre Nocturna. Sus movimientos eran rápidos y precisos, sus sentidos agudizados por la oscuridad que los rodeaba. Sin embargo, no sabían que estaban siendo observados.
De repente, una emboscada. Los vampiros se encontraron rodeados por lo que parecían ser cazadores de vampiros, armados con estacas y cruces. Al frente de los cazadores, una figura misteriosa, su rostro oculto por una capucha oscura. Solo su presencia causaba escalofríos a los presentes, una aura de peligro y muerte emanaba de él.
—¡Defended el clan! —gritó el líder de los vampiros, desenvainando su espada.
La batalla comenzó con una ferocidad indescriptible. Los vampiros lucharon con todas sus fuerzas, sus habilidades sobrenaturales en pleno despliegue. Pero los cazadores estaban preparados, sus movimientos coordinados y letales. La figura misteriosa se movía entre ellos con una gracia mortal, sus ataques precisos y devastadores.
Uno a uno, los vampiros cayeron. La figura misteriosa parecía invencible, su rostro nunca revelado, pero su presencia innegable. Los cazadores, liderados por él, no mostraron piedad. La masacre fue rápida y brutal, y pronto, el bosque quedó en silencio, solo el sonido del viento entre los árboles y el olor a sangre en el aire.
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Editado: 06.09.2024