Eternal nights

La llegada

El cazador de vampiros, con la cicatriz en el ojo derecho, se arrodilló ante la Sombra, su mente llena de temor y desesperación. Sabía que había fallado y que las consecuencias serían severas. Su corazón latía con fuerza mientras buscaba las palabras adecuadas para explicar su fracaso.

—No he podido conseguir el grimorio, la piedra de luz ni a Mihaela —dijo, su voz temblorosa y llena de arrepentimiento. Cada palabra le costaba un esfuerzo enorme, consciente de la furia que estaba a punto de desatarse.

La Sombra, con una expresión de furia incontrolable, lo agarró del cuello y lo lanzó al suelo con una fuerza brutal. El cazador sintió el impacto en todo su cuerpo, pero el dolor físico no era nada comparado con el miedo que lo invadía. Su mente se llenó de imágenes de castigos pasados, y el terror lo paralizó.

—¡Inútil! —rugió la Sombra, acercándose al cazador con pasos lentos pero decididos. Sus ojos brillaban con una ira fría y calculadora—. Sin Mihaela, la piedra de luz no funcionará. Necesitamos completar el ritual.

El cazador, aún en el suelo, levantó la vista hacia la Sombra, su mente buscando desesperadamente una forma de redimirse. Sentía la presión de cada segundo que pasaba, sabiendo que su vida pendía de un hilo.

—Lo siento, mi señor. Haré lo que sea necesario para traer a Mihaela —prometió, su voz apenas un susurro. La desesperación se reflejaba en sus ojos, esperando un atisbo de misericordia.

En ese momento, una silueta femenina apareció en la penumbra. Se movía con gracia y confianza, y una sonrisa coqueta se dibujaba en sus labios. La Sombra la miró con curiosidad, su ira momentáneamente contenida. La mujer sabía que tenía la atención de la Sombra y aprovechó ese momento para avanzar con su plan.

—Mihaela ha llegado al castillo —informó la mujer, su voz suave pero cargada de intención. Sus pensamientos estaban enfocados en cómo manipular la situación a su favor—. Ese no era el trato, pero tengo un plan para que caiga en tus manos.

La Sombra, intrigado, asintió lentamente, sus pensamientos girando en torno a las nuevas posibilidades que se abrían ante él. La furia en sus ojos se transformó en una calculada determinación, mientras consideraba las palabras de la mujer.

—¿Cuál es tu plan? —preguntó, su voz ahora más controlada pero aún llena de autoridad. Quería saber cada detalle, asegurándose de que no hubiera margen de error.

La mujer, con una sonrisa enigmática, comenzó a delinear su estrategia. Sus pensamientos estaban llenos de confianza, segura de que su plan sería infalible. La Sombra la escuchaba con atención, evaluando cada palabra, mientras la tensión en la habitación crecía.

El cazador, aún en el suelo, observaba la escena con una mezcla de alivio y temor. Sabía que su destino dependía del éxito del plan de la mujer, y aunque su orgullo estaba herido, no podía hacer más que esperar y obedecer.

La conversación continuó, cada palabra cargada de significado, mientras la Sombra y la mujer trazaban el camino hacia su objetivo. La determinación en sus rostros era evidente, y el cazador sabía que no había vuelta atrás. La misión debía cumplirse, y Mihaela debía caer en manos de la Sombra, sin importar el costo.

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El grupo llegó al imponente castillo del clan Sangre Nocturna, sus sombras alargándose bajo la luz de la luna. Las torres góticas se alzaban hacia el cielo, y el ambiente estaba cargado de una tensión palpable. Mientras avanzaban, Lucius observaba desde uno de los balcones, su mirada fija en la figura de su hermana gemela, Mihaela.

Al verla, Lucius sintió una oleada de emociones que lo abrumaron. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ella, olvidando por completo su posición como rey del clan y los problemas que los acechaban. Nicolae, su amante y mano derecha, lo seguía de cerca, su porte majestuoso e imponente destacándose en la penumbra.

—Mihaela —murmuró Lucius, su voz llena de una mezcla de alivio y desesperación. En ese momento, todo lo demás dejó de importar: la Sombra, el cazador, el grimorio y la piedra de luz. Solo le importaba su hermana, de la cual no se había separado tanto tiempo, en siglos.

Mihaela, al ver a su hermano, sintió una conexión profunda y reconfortante. Lucius la abrazó con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer de nuevo. Aunque tenía a Nicolae a su lado, el vínculo con su hermana era único y nada se podía comparar.

—Sin ti, estoy perdido —susurró Lucius, sus pensamientos llenos de la angustia que había sentido durante su separación. Aunque Nicolae le ofrecía compañía y apoyo, la ausencia de Mihaela había dejado un vacío imposible de llenar.

Nicolae, observando la escena, comprendía la profundidad del vínculo entre los hermanos. Aunque su presencia era imponente y su lealtad hacia Lucius inquebrantable, sabía que el amor fraternal que compartían era algo que él nunca podría reemplazar.

El grupo, consciente de la importancia del momento, se mantuvo en silencio, respetando la reunión de los hermanos. Sabían que la batalla contra la Sombra seria crucial, pero también entendían que la fuerza del clan Sangre Nocturna residía en la unidad y el amor entre sus miembros.

Lucius, con Mihaela a su lado, sintió que estaba completo. Sabía que, juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que se les presentara. La misión era peligrosa, pero con su hermana a su lado, se sentía invencible.

Lucius, una vez saliendo de su burbuja emocional, miró a los presentes con una renovada claridad. Observó cómo Marcus y los hombres lobo se habían quedado en su manada, cerca del castillo, para no molestar. El castillo ya estaba lleno de otros clanes de vampiros bajo el poder de Lucius, así como de otras manadas de hombres lobo, aquelarres y clanes de brujas, magos y clanes de los elementales. Sin embargo, el clan de las guerreras dragón aún no había dado señales de vida.

Detrás de Mihaela, se encontraban las brujas lideradas por Seraphina. Con una reverencia, Seraphina y su grupo dieron sus respetos al rey Lucius e informaron que ayudarían en todo lo que estuviera en sus manos. Seraphina, con una reverencia adicional, dijo:




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