Noah recordaba su infancia con una mezcla de amargura y resignación. En su aldea, todos se burlaban de él por su cabello rubio platino, un rasgo que lo hacía destacar y que los demás niños usaban como motivo de burla. "El niño del cabello de luna", lo llamaban, y las risas resonaban en sus oídos como un eco constante de desprecio.
Desde pequeño, Noah veía cosas que otros no podían. Sombras que se movían en los rincones, luces que parpadeaban en la oscuridad, y susurros que le hablaban en sueños. Estos dones, o maldiciones, lo aislaban aún más de los demás. Un día, mientras vagaba por el bosque cercano, un hombre de mediana edad se le acercó. Sus ojos eran profundos y sabios, y su voz, un susurro cargado de promesas.
—Puedo enseñarte el arte de la hechicería —le dijo el hombre, extendiendo una mano—. Puedo mostrarte cómo controlar esos dones que te atormentan.
Noah, con apenas doce años, aceptó sin dudar. La idea de poder y control era demasiado tentadora para resistir. Sin embargo, su aprendizaje fue abruptamente interrumpido. Una noche, mientras practicaba en el bosque, fue emboscado. Los recuerdos de ese ataque eran borrosos, como si una niebla espesa cubriera su mente. No importaba cuánto se esforzara, no podía recordar quién lo había atacado ni por qué.
Lo que sí recordaba con claridad era el dolor y la sensación de estar al borde de la muerte. Si no hubiera sido por Mihaela y Lucius, que lo encontraron y lo convirtieron en vampiro, ahora sería polvo en el pasto. Lucius, con su mirada penetrante y su aura de poder, con la petición y súplicas de Mihaela, lo convirtió en vampiro cuando Noah tenía dieciséis años. Fue una decisión que salvó su vida, pero también lo condenó a una existencia eterna de sombras y secretos.
Era el año 2000 A.C. cuando Noah dejó de ser un simple niño humano y se convirtió en algo más. Ahora, siglos después, esos recuerdos seguían persiguiéndolo, recordándole siempre el precio de su supervivencia.
La noche en que Noah fue transformado en vampiro está grabada en su memoria con una claridad dolorosa. Había pasado días en un estado febril, sus heridas infectadas y su cuerpo al borde del colapso. Mihaela y Lucius lo encontraron en el bosque, apenas consciente.
Lucius, con su cabello como el fuego y su porte imponente, observó al joven con una mezcla de curiosidad y compasión. Mihaela, siempre la más empática, insistió en que debían salvarlo. Lucius finalmente accedió, sabiendo que la decisión cambiaría la vida de Noah para siempre.
Lucius se inclinó sobre Noah. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad sobrenatural mientras sus colmillos se alargaban. Noah, apenas consciente, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando los colmillos de Lucius perforaron su cuello. El dolor fue agudo y penetrante, pero rápidamente se transformó en una sensación extraña de euforia y vacío.
La sangre de Lucius, única y poderosa, fluyó hacia Noah, mezclándose con la suya. Sentía como si su cuerpo estuviera ardiendo desde dentro, cada célula transformándose, adaptándose a la nueva esencia que lo invadía. Su corazón latió con fuerza una última vez antes de detenerse por completo.
El proceso fue agonizante, una lucha entre la vida y la muerte que duró horas. Noah gritó y se retorció, su cuerpo convulsionando mientras la transformación tomaba lugar. Mihaela permaneció a su lado, susurrándole palabras de consuelo y asegurándole que el dolor pasaría.
Finalmente, cuando la primera luz del amanecer comenzaba a filtrarse por las ventanas, de una cabaña que habían encontrado, para dejar pasar el duelo de Noah, él abrió los ojos. Sus pupilas, ahora de un rojo intenso, reflejaban una nueva realidad. Sentía una fuerza y una agudeza que nunca había experimentado antes. La sed de sangre era abrumadora, una necesidad primaria que lo consumía.
Lucius lo observó con una mirada de aprobación. —Bienvenido a tu nueva vida, Noah. Ahora eres uno de nosotros.
Noah, aún aturdido por la transformación, asintió lentamente. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, pero también comprendía que había sido salvado de una muerte segura. Ahora, como vampiro, tenía una eternidad por delante para descubrir su verdadero propósito.
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Noah estaba en su habitación del castillo del clan Sangre Nocturna, mirando por la ventana. La noche era oscura y silenciosa, pero su mente estaba inquieta. Hacía siglos que no escuchaba esos susurros, pero esta noche, como un eco del pasado, comenzaron a resonar en su mente.
Se giró rápidamente, buscando la fuente de los susurros. En la penumbra de su habitación, una figura indistinguible se materializó. No podía distinguir su género ni su rostro, solo una silueta envuelta en sombras.
—Tú eres el único que puede salvar a Mihaela —dijo la figura con una voz que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez.
Noah sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. —¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?
La figura no respondió directamente. En lugar de eso, recitó un acertijo con una voz etérea:
—La sangre de la salvadora, pura y brillante, puede revertir lo oscuro y lo errante. En el grimorio, la clave hallarás, con la piedra de luz, la sombra vencerás.
Noah frunció el ceño, tratando de comprender el significado del acertijo. —¿Qué tiene que ver Mihaela con esto?
La figura se acercó un poco más, su presencia imponente. —Mihaela tiene el poder de convertir a los vampiros en humanos con su sangre. Ella es la clave para realizar el ritual del grimorio con la piedra de luz. Solo así podrás acabar con la Sombra.
El corazón de Noah latía con fuerza. La idea de que Mihaela, la misma que lo había salvado siglos atrás, fuera la clave para vencer a la Sombra, le llenaba de preocupación. —¿Y qué debo hacer?
—Protege a Mihaela a toda costa. Ya tienes el grimorio y la piedra de luz. El ritual requiere que Mihaela esté en el centro de un círculo con la piedra de luz. Un vampiro, un hombre lobo, una bruja y un mago deben formar el círculo alrededor de ella. Luego, deben leer el cántico del grimorio. Pero ten cuidado, la Sombra quiere a Mihaela para su beneficio propio.
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Editado: 06.09.2024