Londres, 1889.
—¡¿Se han enterado?! Frederick, el príncipe del teatro oscuro ¡Ha desaparecido! —exclamaba agitada una chica de no más de dieciséis al entrar al salón de té, captando rápidamente la atención de los asistentes.
—Tranquila, seguro es una broma —aclaró confiada una de las clientas sentada junto a la ventana—. Debe tratarse de un simple rumor.
Las damas a su alrededor asintieron con sus cabezas restando importancia al inesperado anuncio.
—¡Es la verdad! —insistió la joven—. En las calles ya están hablando de esto. Yo misma vi un anuncio afuera del teatro buscando un nuevo miembro para el elenco.
—Lo que dice la muchacha es correcto —afirmaba una voz desde la puerta.
Todos voltearon al percatarse de quien provenían estas palabras, pues si alguien podía asegurar la veracidad de cualquier información, sin duda era ella, la Señora Barbrow. Reconocida en los círculos sociales por su parentesco con un duque, así como la fuerte influencia de su esposo en la política, estaba al tanto de cada noticia que agitaba el cotidiano de los habitantes de Londres y también, de sus alrededores.
—Bienvenida, permítame su abrigo —se apresuró el anfitrión, mientras uno de los mozos señalaba la mejor ubicación para atender a tan distinguida clienta.
—Entonces es cierto… ¡Qué lamentable noticia! —exclamó una mujer junto a su mesa—. Una pérdida invaluable de talento y encanto. Poseedor de la voz más hermosa que se haya escuchado en las últimas décadas, y un rostro que haría suspirar a cualquiera que estuviese en su presencia.
—Sin duda un verdadero escándalo. Pero si lo piensan detenidamente tiene sentido ¿Acaso no era extraño que aplazaran las funciones por tanto tiempo? Todo apunta a que querían guardar el secreto hasta poder localizarlo, pero al parecer, no han tenido más opción que hacerlo público —agregó la aristócrata colocando la servilleta sobre sus piernas—. Sin embargo —enfatizó—. Esta historia tiene un secreto tan oscuro como el mismísimo teatro. Mi cuñada, que acaba de llegar de París, nos contó que hace cuatro meses encontraron un hombre muerto en su residencia de Francia, por lo que muchos creen que huyó luego de asesinarlo cruelmente para evitar ser arrestado.
Las damas se miraron conmocionadas.
—Al parecer —continuó—. La misma Señorita Josephine costeó un equipo de veinte hombres para buscarlo, y publicó una recompensa de cientos de francos a quien le entregara información sobre su paradero, pero todo ha sido en vano… Seguramente el miedo de enfrentar a la justicia hará que jamás regrese.
—¡Oh! Entonces, vinieron a Londres a…
—Exactamente —interrumpió—. Escapar del asedio que existía en París por el escándalo y al parecer, encontrar un reemplazante. Por lo que oí, no tuvieron suerte en Francia, ningún candidato estuvo a la altura del príncipe Frederick. Aunque eso no me extraña, después de todo, él era una estrella.
—¡Qué tristeza! El teatro oscuro no será lo mismo sin él. Es una tragedia, tan sólo el año pasado perdieron a uno de sus miembros por un terrible accidente y ahora esto ¿Será finalmente el ocaso de DIES IRAE? O peor… ¡Una maldición que los persigue!
—No, no lo creo querida —aseguró con convicción—. Ninguna compañía es tan antigua ni tiene tanta tradición y prestigio. Dudo que la señorita Josephine se rinda con facilidad, debe sentir la responsabilidad y obligación de preservar el nombre y prestigio que sus antepasados le heredaron, no por nada el teatro se ha mantenido en la gloria por casi dos siglos. Aunque reconozco que no debe ser nada fácil tener ese peso en su espalda, pero definitivamente no me atrevería a subestimarla.
—Eso es cierto, cuando anuncian sus funciones las entradas se agotan en tan sólo minutos, ninguna compañía ha logrado eso. Aún recuerdo la primera vez que vi una de sus obras en un viaje a Italia, quedé absolutamente hechizada por el espectáculo y por el bello Frederick.
—Lo que sí es seguro, es que el futuro reemplazante no la tendrá nada fácil, es sabido que sus estándares son, por decir lo menos, bastante elevados…
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Editado: 04.10.2021