Rumania, 1709.
—No puedo creer que hayamos viajado dos meses, sólo para encontrar a un hombre que ni siquiera sabemos si existe —reprochó dando un sorbo a su copa—. Recién estamos comenzando con la compañía y ya la abandonas. ¿Crees que en verdad vale la pena hermana?
—Estás equivocado Sebastien, no la he abandonado, al contrario —aclaró.
—Entonces por qué dejamos Francia. Nos estábamos haciendo de un nombre y reputación en el sur.
—Allá no conseguiré al cantante que busco, si así fuese ya lo habría encontrado.
—Nuevamente con eso… ¿Qué pasará si esa historia es mentira o si ese artista ha muerto? Fue una locura despedir a todos, sobre todo a Antoine. Después de esa discusión, no lograremos convencerlo de regresar.
—Me parece bien, nunca me gustó Antoine como solista. Sabes mejor que nadie que sólo lo contraté porque no encontré a nadie más.
—Te has puesto peor que el marqués —indicó preocupado—. ¿Lo sabes verdad?
—¿Acaso olvidas que él me crio? —sonrió—. Sebastien, recuerdo muy bien cuando mi tío me habló de su maestro, él jamás mentía, por lo que creo firmemente en sus palabras. Dijo que era un músico excepcional, con dominio de varios instrumentos y poseedor de una gran voz. Sé que no exageraba cuando mencionó que debió insistir y trabajar muchísimo para que este lo aceptara de aprendiz, por lo que asumo que su exigencia también fue heredada de aquella formación. Él siempre pensó que no había nadie mejor que su maestro, y es comprensible, ya que después de haber recorrido los mejores teatros y escenarios de Europa, ningún artista se comparó jamás al talentoso músico.
Sin embargo, cuando mi tío se lo mencionó, este lo negó enfáticamente. En un comienzo, pensó que lo hacía por cortesía o humildad, pero el maestro, al ver que no creía en sus palabras, le pidió que lo acompañara a una velada en la cual estarían varios de sus amigos... Fue ahí que entonces lo escuchó cantar, y su voz lo emocionó hasta las lágrimas. No podía creer que había alguien mejor que su maestro. Era un noble extranjero, los rumores decían que en realidad se trataba de un príncipe bastardo, pero nadie se atrevía a hablar de eso por miedo a las consecuencias. Mi tío quedó tan impresionado, que al día siguiente le pidió a su maestro que los presentara formalmente, sin embargo, esa misma mañana el aristócrata ya había partido a Rumania.
Sé que mi tío siempre tuvo la intención de buscarlo, ya que en más de una ocasión mencionó su nombre, por eso lo recuerdo bien, se llamaba Frederick. Al conocer su secreto, no me extrañaría que él fuese como nosotros, por eso quiero encontrarlo, o al menos intentarlo. Es una idea que tengo en mi cabeza hace varios años. Cuando escribí la música para Eternal Romance, lo hice pensando en esa voz. ¿Te imaginas fuera parte de nuestra compañía? —agregó entusiasta—. Simplemente DIES IRAE no tendría competencia.
—Eso si logramos encontrarlo —interrumpió—. Pues, como vamos, lo veo difícil —dijo desanimado—. Hemos recorrido varias ciudades y ni sombra de su existencia. Quizá lo mejor sería regresar.
—No es el momento —negó enfática.
—¡Es una búsqueda a ciegas hermana! Ni siquiera sabemos cómo es su apariencia o si está vivo. Tal vez sólo buscamos a un fantasma. Y sí efectivamente existe, cómo lo convencerás de acompañarnos, es claro que no quiere ser encontrado, de otra forma, los aristócratas del país ya habrían escuchado de él.
Los meses pasaban y aún no había pistas del cantante. Sin embargo, Josephine se negaba a claudicar, sentía que esto iba más allá del teatro, encontrar a ese artista, también significaba cumplir el anhelo de su tío. Después de su trágica muerte, sólo el recuerdo de su compañía y sus historias, la reconfortaban y ayudaban a olvidar.
Como la búsqueda se había extendido más de lo presupuestado, decidieron establecerse un tiempo en la última ciudad que visitaron. Josephine compró una elegante propiedad cercana a un bosque, que anteriormente había pertenecido a una influyente familia. El lugar parecía agradable y despejado, lo que pareció perfecto para sus intereses, ya que deseaba volver a componer y para eso requería tranquilidad. A su vez, Sebastien ya estaba cansado de los viajes, así que agradeció de buena manera este inesperado hogar.
Poco a poco, los hermanos comenzaron a hacerse conocidos entre los lugareños. Lo que atrajo la curiosidad de varias familias adineradas, quienes veían en ellos convenientes amigos y futuros socios de negocios.
Constantes invitaciones comenzaron a llegar a la residencia. Cada día parecía ser una nueva oportunidad para conocer a estos extravagantes extranjeros.
—¡Mira Josephine! te están invitando a tomar el té —se burlaba Sebastien, leyendo una de las cartas.
La artista ignoró su comentario.
—Quizá deberíamos asistir a una de sus fiestas para que dejen de molestarnos —insistió—. Lo digo en serio.
—Es posible, pero nada te asegura que su curiosidad se detenga. Ya no somos como ellos, no lo olvides. Lo más prudente es guardar distancia, por su seguridad y la nuestra.
—Tienes razón, es mejor no arriesgarnos —reflexionó.
Sebastien siguió leyendo las cartas en silencio, hasta que una de ellas llamó su atención.
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Editado: 04.10.2021