Eternamente

Capítulo cinco

Sueños

 

Lana

Aún no puedo creerlo, tiene que ser una coincidencia o una broma. Al abrir los ojos, lo miro y lo reconozco. Es el hombre con el que me he pasado soñando el último año, pero no puede ser cierto, ¿cómo puedo tener ante mí al hombre de mis sueños si no lo conozco de nada? Aún estoy en shock y no sé cómo hacer para averiguar qué es lo que está pasando. No puedo ir y preguntarle: «Perdona Kyle, pero ¿me podrías explicar por qué, en el último año, he soñado contigo cada noche cuando hoy es la primera vez que te veo?». Me tomará por una loca. No, esto me lo tengo que guardar, no lo puede saber. Madre mía, menuda vergüenza pasaría si se llegase a enterar.

—Entra, Lana.

No me había dado cuenta de que ya habíamos llegado a su casa, estaba tan concentrada en mis pensamientos que si Kyle me hubiera preguntado algo no me habría enterado. Entro y lo que veo me gusta mucho. Su casa está muy bien decorada y es muy acogedora. A la derecha, bajando dos escalones, está el salón, con una mesa de centro rectangular, de madera, y un sofá de tres plazas en color borgoña enfrente de una televisión. Detrás del sofá hay una mesa camilla con una butaca situada al lado de la ventana, tras la cual se puede apreciar la vista de la playa. Es un paisaje maravilloso. Las ventanas están decoradas con dos gruesas cortinas de terciopelo granate, estas están enganchadas en los laterales por dos cordones en tonos dorados. La verdad es que es una habitación muy sobria. Se nota que aquí vive un hombre. A la derecha se ubica una pequeña cocina con una barra americana que divide el espacio, y al fondo dos puertas, las cuales supongo deben ser la habitación y el cuarto de baño. 

Me dirijo al salón, bajo las escaleras y me fijo en los pequeños detalles. Dos candelabros de plata decoran la repisa de la chimenea que se encuentra a mi derecha. Un marco, donde hay la fotografía de una chica que apenas debe haber superado la veintena, está en la mesa camilla que hay al lado de la ventana. La verdad es que es preciosa, se nota que es una foto bastante antigua, ya que ha perdido bastante la coloración. Me doy la vuelta y me detengo en seco. No puede ser... Abro mucho los ojos al ver en el lateral de la puerta, colgado en la pared, un cuadro enorme con el retrato de Kyle. Es un retrato hecho a mano, pero lo que me deja helada no es eso, sino que en la foto va vestido con un traje muy antiguo, como los que describen en las novelas de época. Lleva una pequeña coleta en la nuca y en su mirada se lee una inmensa tristeza y dolor. Kyle, al ver mi reacción se acerca a mí y al ver que miro su retrato me dice:

—La verdad es que parece auténtico, ¿verdad? Le encargué al pintor hace tres años lo que quería. Esa época siempre me ha gustado, me hubiera encantado poder vivir en el Londres del siglo XIX, así que me puse ese disfraz y me pintó. ¿Qué te parece? Parezco de la aristocracia, ¿cierto? —Me mira y se pone a reír.

No sé qué decirle, lo que sí tengo claro es que me está mintiendo, ya que el Kyle de mis sueños, es el que aparece en el retrato. Ese traje, la coleta, la mirada. Ese Kyle... Dios mío, ¿cómo puede ser posible? Intento que no se me note lo nerviosa que estoy en este momento; le sonrío y le digo que sí, que da justamente esa impresión.

—Además, estás muy atractivo. Creo que habrías roto unos cuantos corazones si hubieras vivido en esa época.

Veo como me mira, hay duda en sus ojos. Madre mía, esos ojos me están traspasando... da la impresión... es como si supiera cuando miento y cuando no.

Sus ojos son increíbles, tienen una tonalidad gris preciosa. Nunca he visto unos ojos como los suyos. El brillo que tienen es impactante y la profundidad de su mirada me provoca escalofríos. No quiero seguir con esta situación tan incómoda, por lo que me dirijo a la cocina y le digo:

—¿Sigue en pie esa ducha y la bebida caliente?

—Claro que sí, por supuesto —me dice sonriéndome—. Ven, te acompaño al baño.

Cuando llegamos, me indica donde están las toallas y los productos de higiene, va hacia la puerta para salir, pero antes de hacerlo, se gira y me dice:

—Al acabar, ve a mi habitación. En la cama te dejaré una muda de ropa limpia, mientras tanto, estaré en la cocina preparándote algo caliente.

—Gracias, Kyle, de verdad que te lo agradezco mucho. No tendrías que haberte molestado tanto.

—No es ninguna molestia, Lana, al contrario. Venga, adelante, dúchate, no sea que al final acabes acatarrada.

Entro en el baño y me desnudo. Dejo la ropa encima de la repisa del lavabo, me meto en la ducha y suspiro al notar el agua caliente. La verdad es que me alivia mucho. No me había dado cuenta de que tenía los músculos agarrotados y entumecidos a causa del frío. Al acabar, me siento más relajada, cojo una toalla, me envuelvo en ella y me dirijo a la habitación. En la cama hay una camiseta negra de manga corta y un pantalón de chándal gris. Me los pongo y resulta que tengo que darle dos vueltas a la cintura del pantalón o lo perderé por el camino, ya que me queda enorme y con el bajo del pantalón hago lo mismo para no arrastrarlo.

Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina. Kyle está sentado en una banqueta frente a la barra, cuando me ve, me señala el asiento y me invita a sentarme. Me ofrece una taza de chocolate caliente y al notar como el calor se introduce en mi cuerpo, después del primer sorbo, suspiro. Estoy agotada. Ahora que ha pasado todo, me estoy dando cuenta de que estoy totalmente agotada. Creo que me mantengo despierta de puro milagro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.