Eternamente

Capítulo siete

La verdad

 

Kyle


—¡Nooo! ¡Otra vez no, por favor!

Me siento en la arena, apoyo mis codos en mis rodillas y me rindo al dolor. Lloro lo que no he llorado en muchos años. Se repite la historia por tercera vez. La primera vez fue con mi amada Sarah, a la que perdí cuatrocientos años atrás. La segunda fue Kara hace doscientos años, y ahora, doscientos años después, aparece Lana y me cuenta la misma historia que me contó Kara en su momento. Tengo miedo, estoy aterrorizado, porque si es cierto todo lo que Lana me ha contado, quiere decir que en algún momento ella también morirá, al igual que Sarah y Kara murieron por la mano de Iván. Ese malnacido, que aparece y desparece a su voluntad. Llega, elimina a la que en ese momento es el amor de mi vida y se marcha. No sé cómo lo hace para aparecer en el momento oportuno para matarlas, por mucho que me esfuerce en estar con ellas o protegerlas, de una manera u otra acaban muertas. Es como si supiera el momento exacto en el que encuentro el amor, como si lo intuyera, porque no es normal que aparezca, como salido de la nada, y mate a mi pareja. Con Sarah no pude evitarlo porque no sabía de su existencia. El fallo que tuve con Kara fue que, a pesar de que intuía que algo no iba bien, no puse todo mi empeño en protegerla, aun pensando que lo hacía. La encontré una noche, al ir a visitarla a su casa, muerta en su habitación con la garganta desgarrada, al igual que hizo con Sarah el día de nuestras nupcias. Ojalá pudiera acabar con él de una vez por todas, pero no sé dónde se encuentra ni que puedo hacer para averiguarlo. En ese momento me acuerdo de Lana. La he dejado sola en mi casa y totalmente desprotegida. Sé que no tendría que haber reaccionado así, sin embargo, no me esperaba que me contara todo eso. Ahora que lo pienso detenidamente, me doy cuenta de que la pobre chica debe haberlo pasado fatal. El no saber por qué soñaba conmigo, quién era yo, todo lo que le contó esa vidente y ver que se cumplía debe haber sido un shock para ella. ¿Y qué hago yo? Salir corriendo como un maldito cobarde, dejándola sola y desamparada. A saber que debe pensar de mí. La verdad es que si no es nada bueno, no me sorprendería. Ella me cuenta todo lo que ha pasado para que intente ayudarla y yo hago esto. La pobre no se lo merece, necesita que la ayude y es lo que voy a hacer. Así que decido volver a casa y hacerla partícipe de mis planes. Solo espero que esté de acuerdo conmigo y me permita ayudarla. Es lo mínimo que puedo hacer por ella para evitar el inminente desastre que creo que se avecina, si todo sigue su curso.

Llego a casa y no escucho ningún ruido. Me dirijo al salón y allí está, hecha un ovillo y totalmente dormida. Me acerco intentando no hacer ningún ruido, me agacho a su lado y le acaricio la mejilla. Se ve que la pobre ha estado llorando y me siento culpable por haberla hecho sentir de esa manera, no se lo merecía. La cojo en brazos, despacio, intentando que no se despierte y la llevo al dormitorio. La deposito en la cama lentamente, escucho como pronuncia mi nombre en un susurro y al mismo tiempo sonríe. Es preciosa, pero no puedo permitirme enamorarme de ella o será la que al final sufra, ya que morirá y yo tendré que vivir con la culpa eternamente. Ella se merece vivir una vida plena y feliz. Encontrar a alguien a quien amar, que la ame y que pueda proporcionarle una familia. Eso es algo que, desgraciadamente, yo nunca podré darle. Me incorporo para salir de la habitación, pero noto que me agarran la mano. Miro y es Lana, me observa y veo que intenta decirme algo.

—Kyle, yo...

Baja la mirada, la sujeto de la barbilla para que me mire de nuevo y le digo:

—Tranquila, Lana. No tienes que decirme nada, en todo caso, soy yo el que tiene que pedirte perdón por mi comportamiento. La verdad es que tengo mucho que explicarte, pero ahora no es el momento. Duerme y mañana por la noche hablaremos tranquilamente de todo, ¿de acuerdo?

—¿Mañana por la noche? ¿Y por qué no mañana por la mañana?

—Pues, porque mañana tengo unos asuntos importantes que atender, los cuales me ocuparán todo el día. Ya los he estado postergando demasiado y tengo que arreglarlos mañana. Así que, por favor, cuando te levantes y no me veas, aprovecha por si también tienes cosas que hacer y vuelve sobre las nueve, yo ya estaré aquí y podremos hablar de todo, ¿te parece bien?

Asiente con la cabeza y me sonríe.

—Sí, Kyle, me parece perfecto. Mañana a las nueve estaré aquí. Muchas gracias nuevamente... por todo.

—No tienes por qué dármelas, al contrario, gracias a ti, Lana, porque sin proponértelo, has dado un giro a mi monótona vida. Solo espero que todo salga bien esta vez. —Me acerco a ella, le doy un beso en la frente y salgo de la habitación.

Tengo mucho que pensar y necesito tranquilidad. Me siento mal por haberle mentido, no puedo decirle que soy un vampiro y que durante el día duermo. Voy al sótano a dormir en la habitación que tengo allí, para casos especiales como el de hoy, ya que no puedo usar la mía. Cierro la puerta, pongo el pestillo, empiezo a desnudarme y me meto en la cama. Empiezo a pensar en alguna manera para ayudar a Lana y poder evitar el fatal desenlace al que está destinada. Pienso mucho y muchas posibles acciones a poder realizar para protegerla, pero solo se me ocurre una cosa y es ir a visitar a la vidente, la vecina de su amiga. Si esa mujer predijo que me encontraría, puede que también pueda ayudarnos para evitar la muerte de Lana. El problema soy yo. Si la mujer descubre lo que soy, ¿cómo reaccionará Lana? ¿Querrá huir y no volver a saber nada de mí o lo aceptará? ¿Tengo que hablar primero con ella y contárselo todo?, o ¿esperar a ver que dice la vidente y a partir de ahí tomar una decisión? Creo que lo último será lo mejor. No quiero hacerla pasar un mal rato ni crearle un trauma por algo que puede que nunca averigüe. Al saber ya los pasos a seguir y sabiendo que mañana Lana irá a su casa, me levanto sigilosamente intentando no hacer ningún ruido. Escribo una nota y se la dejo en la encimera de la cocina, en la cual le explico lo que necesito que haga mañana por mí. Solo espero que acepte.




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