Eternamente

Capítulo ocho

Acordando la cita


Me levanto y voy a la cocina a desayunar algo, la verdad es que estoy hambrienta, ya que anoche no cené. Veo en la encimera una nota de Kyle en la que me pide que, por favor, me ponga en contacto con mi amiga Chloe para que le pida cita a su vecina, la vidente, puesto que necesita hacerle unas preguntas. A mí también me iría bien hablar con ella para despejar todas mis dudas. Así que voy a la secadora a recuperar mi ropa, me visto y parto a casa de Chloe. Mientras voy de camino, la llamo para decirle que necesito hablar con ella y que me espere en su casa. Al llegar, llamo al portero automático y me abre. Supongo que no espera a nadie más porque ni siquiera ha preguntado quién era. Subo los dos pisos y al llegar ya está esperándome en el descansillo.

—¡Hola, petarda!, venga, ven y cuéntame qué es eso tan importante que me tienes que pedir —me dice al mismo tiempo que me da un abrazo.

Entro en su casa, dejo el bolso en una silla y me siento en el sofá.

—Verás, Chloe, necesito un favor. Me gustaría que hablaras lo antes posible con tu vecina, la vidente, y le pidieras cita para un amigo y para mí. No te puedo explicar de qué va todo, ya que es algo que le incumbe a él, pero solo te diré que es urgente.

—Nena, ¿te pasa algo malo? Te veo rara. ¿Estás bien? No entiendo esas prisas por hablar con ella cuando tú nunca has creído en esas cosas.

—Chloe, ya te digo que no puedo hablar del tema, yo estoy bien. Solo quiero ayudar a un amigo.

—Y a ese amigo, ¿lo conozco?

—No, no lo conoces, aunque si todo sale bien lo conocerás. Es muy buena persona, Chloe, sin embargo, ahora tiene un problema y necesita ese favor.

—Vale, vale, de acuerdo. Déjame hacer una llamada y te digo cosas.

Chloe se dirige a su habitación a llamar y me siento mal por haberle mentido. No puedo contarle nada de mis sueños. Ella solo conoce la versión que escuchó de la vidente el día que la acompañé, no sabe que se cumplió lo que ella me dijo y prefiero que siga sin saberlo.

La veo salir a los pocos minutos con una sonrisa en la cara y se sienta a mi lado en el sofá.

—Ya he hablado con ella y me ha dicho que os paséis hoy a las diez de la noche. Le he dicho que para que tan tarde y me ha dicho que es la mejor hora para tu amigo. No sé a qué se refiere, pero bueno, que sepas que os espera a esa hora.

Le doy las gracias y me sugiere que ya que estaba allí con ella, podía aprovechar y acompañarla a hacer unas compras que necesita y de paso pasar el día juntas como hacíamos antes. Acepto y, después de pasar un día entretenido al lado de la locuna esta, a las ocho y media me despido de ella y vuelvo a casa de Kyle, ya que quedamos ayer en que nos veríamos a las nueve.

Cuando llego a su casa llamo y, al poco tiempo, abre la puerta. Me quedo en blanco. Está con una toalla en la cintura, con el cabello mojado y las gotas que le caen del pelo a los hombros bajan por su pecho. Y qué pecho por Dios. Está bastante musculado, con los pectorales y los abdominales bien marcados. Voy bajando la mirada hacia las piernas y también están bastante tonificadas. Vuelvo a subir lentamente la mirada y al pasar de nuevo por la toalla, veo que se ha formado una elevación que antes no estaba. ¡Oh, madre mía!, ha tenido... ¡¿acaba de tener una erección delante de mis narices?! Levanto de golpe la vista y veo que me mira con una sonrisa socarrona y ladeada, la cual hace que me ponga roja como un tomate. Bajo la vista al suelo y no la levanto de mis zapatos. Qué vergüenza, joder, me acaba de pillar dándole un buen repaso, pero, ¿cómo se le ocurre abrir la puerta de esa guisa?

—¿Te gusta lo que ves, Lana?

Cierro los ojos fuertemente y no le contesto, no puedo, menuda vergüenza. Me quedo ahí parada, con la cabeza agachada y sin saber cómo reaccionar o qué decirle. Se ve que Kyle se ha dado cuenta de mi incomodidad porque se acerca y coloca su mano en mi mejilla.

—¡Eh! Lana, no pasa nada, cielo, siento haberte dicho eso. Cuando he visto que te quedabas con la boca abierta y me mirabas de arriba a abajo como si estuvieras viendo a un «adonis», no he podido evitar mi reacción… corporal.

»No tendría que haberte dicho eso, ha sido culpa mía y también sé que no tendría que haber abierto así, pero me has pillado saliendo de la ducha.

Lana, al ver que se estaba disculpando sinceramente y de que, en realidad, la culpa era de ella por ser tan impresionable con respecto a esos temas, también decide disculparse.

—No pasa nada, Kyle, no tienes por qué disculparte. Tengo que admitir que toda la culpa es mía por haber reaccionado desmesuradamente con una situación de lo más normal. Estás en tu casa y tienes derecho a abrir la puerta cómo quieras, sea solo con una toalla o... con lo que te apetezca. —En mi mente me lo imaginaba sin la toalla.

—Dame un minuto, por favor, voy a cambiarme y me cuentas, ¿de acuerdo?

«Lástima, se han acabado las buenas vistas», pienso.

—De acuerdo, aquí te espero.

Cinco minutos después aparece vestido con un vaquero gris, una camisa negra, con las mangas subidas hasta los codos, y unas deportivas también negras. La verdad es que ese estilo le sienta de maravilla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.