Eternamente

Capítulo nueve

Selena

 

Vamos de camino a la ciudad y estamos los dos en silencio metidos en nuestros pensamientos. No es un silencio incómodo, pero me hace falta música. Siempre tengo la radio puesta cuando voy en mi coche porque me hace compañía. Le pregunto a Kyle si puedo poner la radio y la enciendo. Por una emisora está sonando una canción que hace años que no escucho. Casi se me sale el corazón del pecho por los sentimientos que despierta en mí. Escucho a Kyle como la canta bajito. Se la sabe de memoria, así que eso quiere decir que no es la primera vez que la escucha. Apoyo la cabeza en el asiento, cierro los ojos y empiezo a escucharlo cantar. La verdad es que tiene una voz preciosa, grave y melódica al mismo tiempo. Me relaja oírlo, así que me meto de lleno en la canción que yo tan bien conozco.

Si tengo que morir, querré que estés ahí. Sé que tanto amor, me ayudará a descender al más allá. Entonces diré adiós, sin miedo y sin dolor, en la soledad, reviviré los años de felicidad. Para cruzar el umbral, solo quiero tu mirar. Acariciado por tu voz, morir al lado de mi amor, me dormiré… mirándote.

—Qué preciosidad, ¿verdad, Lana?

La miro y veo que tiene los ojos cerrados mientras lágrimas caen por sus mejillas. Apago la radio, me dirijo al arcén y paro el coche. Lana abre los ojos y me mira. Hay dolor en sus ojos y no sé por qué, pero espero que me lo cuente. No me gusta verla tan triste.

—Esa era la canción de mis padres. Fue la primera que bailaron el día que se conocieron. Lo último que le dijo mi padre a mi madre antes de morir mientras ella le sujetaba la mano fue: «Me dormiré… mirándote».

»A partir de ese día mi madre fue un alma en pena. Los días iban pasando y ella se pasaba el día escuchando esa canción. Fue cuando me contó lo mucho que significaba para ella y el motivo. Con el paso de los días, mi madre se fue deteriorando, comía menos y solo quería estar acostada en la cama. Una mañana, un mes después de la muerte de mi padre, fui a su habitación a despertarla para que comiera un poco y había fallecido. El médico me dijo que su corazón no superó el dolor de la muerte de mi padre y que se consumió de pena. ¿Conoces la expresión «morir de amor»? Pues mi madre murió de eso. Por eso cuando he escuchado la canción, me ha venido todo a la cabeza.

—Lo siento mucho, Lana, no sabía nada.

—No pasa nada, Kyle, son cosas que pasan, pero lo que me sorprende es que tú la conozcas y te la sepas. ¿Dónde la escuchaste por primera vez?

—Fue por la radio. Estaba como ahora, conduciendo y cuando escuché la letra me llegó al corazón. Es de las pocas canciones que me han puesto el vello de punta y me han provocado el típico «nudo en la garganta». La verdad es que es preciosa.

—Sí, preciosa y muy triste también. Algún día espero encontrar un amor como el que describe la canción. Un amor que me llene tanto, que el día que llegue mi final esté a mi lado, acompañándome. Quiero un amor tan bonito y sincero como el que tuvieron mis padres, Kyle, no me conformaría con menos. Vivir un amor así, ha de ser precioso.

Cuando escucho a Lana decir eso, me viene Sarah a la memoria. Con ella tenía esa clase de amor. Estaba profundamente enamorado de ella y sufrí mucho al desaparecer de mi vida. Con Kara, me pasó lo mismo y mi miedo es que a medida que vaya conociendo a Lana me pase igual. Es una chica increíble, dulce y cariñosa. Sé que podría acabar loco por ella. Se parece, en carácter, mucho a ellas, pero no me conviene enamorarme. No puedo permitírmelo, tengo miedo de lo que pueda pasar.

Seguimos nuestro camino y a las diez en punto llegamos a casa de la vidente. Lana llama a la puerta y la abre una mujer que debía estar cerca de los cincuenta, de mediana estatura y con una cara amable. Nos hace pasar y nos dice que nos sentemos en dos sillas que hay alrededor de una mesa de forma hexagonal. La verdad es que nunca he visto una mesa con esa forma, aun así...

—Hola, Lana, me alegro mucho de verte de nuevo —me dice Selena, sonriendo—. Veo que vienes acompañada. Es el chico que te predije hace un año aproximadamente, ¿verdad? —dice mirando a Kyle.

—Sí, sí, es él. Es el hombre con el que llevo un año soñando. Lo conocí ayer por la noche. Le he contado todo lo que ha pasado y por eso estamos aquí, a él le gustaría hablar con usted.

—Háblame de tú, Lana, por favor.

—Y bien, Kyle, ¿ya se lo has contado todo?, o ¿estás esperando a tomar una decisión después de nuestra conversación? Porque solo te diré una cosa. Si no se lo cuentas todo, esta visita, por mucho que hablemos, no servirá de nada. Lana tiene que estar informada de todo y cuando digo todo, es todo, Kyle. No te puedes dejar nada.

Kyle está estupefacto. ¿Cómo puede esta mujer saber su nombre?

—Lana, le has dicho tú mi nombre a...

—Selena, me llamo Selena y tengo una cosa que contarte. Sé quién eres porque soy descendiente de la primera Selena, la original. Ella era una bruja que practicaba la magia negra, yo no soy bruja, mis dones no son esos. Yo solo puedo ver el destino de las personas y ayudarlas a que se cumpla, siempre y cuando sea un buen destino. En vuestro caso, chicos, tengo que ayudaros a evitar que se cumpla. Sí, Kyle, Selena, la primera, es la de la daga con la piedra roja. Sabes perfectamente de qué hablo, pero no tengas miedo... Estoy aquí para ayudaros y de paso a ver si podemos lograr entre los tres que la magia que usó mi antepasada desaparezca.




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