Eternamente

Capítulo trece

El aviso

 

Kyle y yo llevamos dos meses viviendo nuestra hermosa historia de amor, la verdad es que somos muy felices. Nuestra rutina es siempre la misma, estamos tan bien que nunca nos aburrimos. Por la mañana, mientras él duerme, yo me dedico a lo que era mi rutina habitual antes de conocerlo, y por las noches, cuando vuelvo a casa, ceno, vemos una película, escuchamos música, bailamos o le cuento cómo me ha ido el día y después, nos amamos en la intimidad de nuestro dormitorio hasta caer extenuados. En el momento en que me quedo dormida, Kyle aprovecha para alimentarse y luego vuelve a la cama conmigo. Hoy tengo que ir a ver a Selena, quedé con ella hace unos días que me pasaría por su casa para contarle mi día a día con Kyle.

Me desperezco en la cama, abro los ojos y lo veo. Está profundamente dormido. Le dejo una caricia y un beso, me levanto, voy a ducharme y a vestirme. Después de desayunar regreso a la habitación y me despido de él hasta la noche. Lo beso de nuevo y cierro la puerta al salir.

Subo a su coche y me dirijo a casa de Selena, enciendo la radio y está sonando Morir al lado de mi amor, la canción de mis padres que cantaba Kyle al día siguiente de conocernos cuando íbamos también a ver a Selena. Esta se ha convertido también en nuestra canción, ya que aparte de ser una de las favoritas de Kyle, tiene un gran valor sentimental para mí. Siempre que nos apetece, la escuchamos y la bailamos abrazados o la ponemos mientras hacemos el amor. La última frase de la canción «me dormiré… mirándote» es lo último que nos decimos antes de dormir.

Llego al portal de Selena, me acerco a su puerta y antes de llamar, me abre. Esta mujer es increíble, es como si me hubiera presentido. Entro, le doy un abrazo y me siento en el sofá. Me acerca una taza de café recién hecho y tras pedirme que le cuente cómo estoy, me pongo a ello y disfruta al ver lo dichosos que somos.

—Me alegra mucho ver la felicidad en tus ojos, Lana. Ya era hora de que el destino os diera un respiro. Los dos os lo merecéis.

Paso el día con ella hablando de todo. Un poco después de invitarme a almorzar y cuando queda poco para regresar a casa, ya que se está empezando a ocultar el sol, Selena se levanta de golpe de la silla tirándola al suelo por el impulso, abre los ojos desmesuradamente, me mira y grita:

—¡Nooo! ¡Dios, ahora no! ¡Corre, Lana, corre! ¡Es Kyle! ¡Ayúdalo!

No me lo pienso y salgo corriendo por la puerta. Subo al coche, arranco y me dirijo a casa a toda velocidad. Al llegar, salgo del coche y cuando voy a abrir la puerta escucho un grito desgarrador. Mi primer impulso es entrar enseguida e ir a ver qué ocurre, pero por precaución hago lo contrario. Abro lentamente, intento no hacer ningún ruido, entro y me dirijo al salón. Al ver que allí no hay nadie, voy al mueble y cojo la espada de Kyle, no sé si la puedo llegar a necesitar.

Escucho una voz que no reconozco procedente de nuestra habitación. Me dirijo hacia allí, me asomo y veo a un desconocido de pie, dándome la espalda. Se mueve un poco y me fijo en Kyle. Está tumbado en la cama y... ¡Dios mío, no! Tiene una pequeña estaca clavada en el pecho. Empiezo a temblar descontroladamente y en el momento en el que estoy a punto de gritar por la impresión, me muerdo con fuerza los nudillos para evitar hacerlo o de lo contrario me delataré.

—Bien, dicen que a la tercera va la vencida, Kyle. Es una lástima que esto haya acabado así. La verdad es que no eras tú mi objetivo, sino la zorra con la que vives. Como no estaba en casa he decidido aprovechar la oportunidad y al ver que estabas por despertar, he cambiado las tornas. Igualmente iré a por ella y tú no estarás aquí para evitarlo. Me da rabia que en esta ocasión no puedas presenciar como la mato, aun así, me consuela el saber que morirás sabiendo que su final está cerca.

—Eres... eres un malnacido..., Iván.

Veo como a Kyle le cuesta hablar y como sufre, pero acabo de descubrir al cabronazo que le ha estado haciendo la vida imposible durante cuatrocientos años. Ardo de rabia por dentro, estoy furiosa, solo tengo ganas de matar a ese hijo de puta. Quiero que deje de hacerle sufrir de una vez por todas, así que con determinación, sujeto fuerte la espada por la empuñadura y entro lentamente en la habitación sin hacer ruido. Cuando estoy a pocos centímetros de Iván, levanto la espada por encima de mi cabeza, me preparo y grito:

—¡Ha llegado tu hora, cabrón!

Se da la vuelta con los ojos desorbitados ya que no me esperaba, doy un fuerte y rápido mandoble de derecha a izquierda y le corto la cabeza. Observo cómo se separa de su cuerpo y cae al suelo, me doy cuenta de que está muerto. Suelto la espada, corro hacia Kyle y al ver el estado en el que está y que le queda poco tiempo de vida, rompo a llorar. Me tumbo a su lado, le acaricio la mejilla y le digo que estoy a su lado, que no está solo.

Al darse cuenta de que estoy junto a él, levanta la mano, pasa los dedos suavemente por mi mejilla y me seca las lágrimas. Me mira con esos preciosos ojos grises que me tienen tan enamorada. Veo pena en su mirada, sabe que en poco tiempo todo acabará y se irá de mi lado.

—Lana, mi dulce Lana, mi amor. No te... no te imaginas cómo... cómo te echaré de menos, vida mía. Por desgracia, nuestro tiempo se ha... se ha... terminado. Pero nos volveremos a ver en el más allá. Allí... estaré esperándote... eternamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.