Eternamente Efímero

II

"Es inhumano que nos hagan esforzarnos físicamente tan temprano en la mañana. Debería ser ilegal", replicaba Julián cada viernes, en la clase de educación física. Lucas no se quejaba. Prefería correr, jugar basquetbol, o hacer cualquier actividad física, en lugar de tener que sentarse a escuchar una clase de física, química o matemáticas.

El día pasó más rápido de lo que imaginó, y cuando se dio cuenta, ya se había terminado la última clase del día. Caminó por los corredores hacia la salida acompañado de Julián, como era habitual.

—¡Oigan, imbéciles! —exclamó una voz femenina detrás de ellos.

Ambos se dieron la vuelta con una coordinación tan perfecta, que ni siquiera con haberlo practicado por un mes completo habrían logrado ponerse de acuerdo en los movimientos con tanta precisión como lo hicieron en ese momento.

—¡Querida! —respondió Julián con los brazos abiertos y una amplia sonrisa en el rostro.

—¡Querido! —dijo la chica en tono burlón, imitando la postura de Julián.

—¿Por qué no viniste en toda la semana? —cuestionó Julián, ubicando los brazos alrededor de la joven, abrazándola.

—Estaba viajando. —Hizo una pausa y miró a Lucas—. Hola, bonito —exclamó, apretando las mejillas de su amigo con los dedos.

—Hola, flaca —contestó él con una sonrisa.

Fátima era una chica alta y de contextura muy delgada. Su ondulado cabello castaño le llegaba hasta unos cuantos centímetros más abajo de la altura del mentón. Siempre llevaba lentes de prescripción de montura clubmaster (debido a su miopía). Algunas veces usaba lentes de contacto, pero no era lo habitual. Había llegado a la ciudad a los 12 años. Julián, con su típico aire extrovertido, se acercó a ella en el primer día de clases, y desde aquella conversación ha hecho parte de su "grupo de amigos", que por varios años solo había consistido en dos miembros.

—Tú siempre viajas y a tus papás les vale mierda si faltas como tres meses a clase. Ojalá pudiera hacer lo mismo. —Se quejó Julián.

—Qué exagerado, solo fueron cuatro días —reprochó Fátima.

—Da igual.

Lucas se detuvo en seco una vez llegaron a la salida principal, y miró fijamente al frente.

—¿Qué pasó? —preguntó Fátima, dirigiendo la mirada hacia el punto en el que Lucas tenía puesta su atención— ¿Quién es ese? Falto por cuatro días y ya Lucas tiene novio.

David se encontraba del otro lado de la calle, sentado en el asiento del conductor de su auto, mirando en dirección a la salida del colegio. Lucas puso los ojos en blanco y soltó una risa.

—Lo conocí ayer, Fátima —respondió mientras se alejaba, caminado hacia David, con las miradas de confusión de sus dos amigos clavadas en la espalda.

Cruzó la calle sin pensar y le dio un par de toques a la ventana del copiloto con los nudillos, lo que hizo que David se girara para verlo.

—Hola —dijo, luego de haber bajado el vidrio.

—¿Qué haces aquí?

—¿Vas a preguntarme eso cada vez que nos veamos?

—Bueno, si piensas seguir apareciendo inesperadamente, entonces sí.

—Solo vine a preguntarte si tenías algo que hacer hoy y en el caso de que no, quería saber si te gustaría, no sé, ir a comer un helado o lo que sea.

—¿Es en serio? ¿Viniste para eso? Tienes mi número, ¿recuerdas?

—Sí, pero no quería que inventaras una excusa para no verme.

—Ah, qué astuto —comentó Lucas en tono sarcástico.

—Entonces, ¿es un sí o un no?

Lucas se quedó en silencio un rato, pensando. Giró el rostro para ver a sus amigos detrás de él, quienes lo observaban con una mezcla de curiosidad y confusión.

—Está bien. —Suspiró—. Solo porque es viernes y te tomaste el tiempo de venir hasta aquí.

David sonrió y abrió la puerta del copiloto.

—¿Me esperas un momento? —pidió Lucas, dándose la vuelta en dirección a Fátima y Julián.

No podía evitar sonreír mientras caminaba, lo que ocasionó que las expresiones de confusión de sus amigos se hicieran más notorias.

—No vas a ir con él, ¿o sí? —cuestionó Fátima.

—Pues...

—¿Entonces solo te vas a subir al carro de un desconocido así como así? —farfulló Julián.

—Ayer se pinchó mi bicicleta y él fue muy amable. Fue conmigo a que la arreglaran y me llevó a mi casa en su auto.

—Qué importa. No sabes nada de él, además del hecho de que obviamente le gustas —comentó Julián.

—¿Qué?

—Nadie conduce al menos una hora solo para hacer un nuevo amigo —replicó Julián.




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