—¿Me da unas papas fritas, por favor? —dijo una voz conocida.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucas, dándose la vuelta para encararlo del otro lado del mostrador.
—Bueno, pues quiero unas papas.
Lucas puso los ojos en blanco y empezó a digitar en la caja registradora. David soltó una risa.
—Dije que te iba a visitar, ¿no?
—Sí, pero no pensé que te refirieras al día siguiente.
—¿Qué te puedo decir? Soy eficiente.
Lucas negó con la cabeza, sonriendo.
—Unas papas, ¿algo más?
—¿A qué hora es tu descanso?
—Vas a hacer que la fila se retrase y me van a...
—Solo quiero saber a qué hora es tu descanso y ya me voy. Ah, y mis papas también las quiero.
—A las 3.
—Ok, nos vemos después entonces. Y no, no quiero nada más, solo las papas.
Las horas siguientes se hicieron eternas para Lucas, hasta que llegó el momento del descanso. Tomó asiento en una mesa de la plaza de comidas en la que se encontraba el restaurante y revisó su celular. Por un momento llegó a pensar que David no iba a llegar, lo cual no le molestó del todo, pero no le era indiferente. No obstante, a eso de las 3:15 pm, un chico tomó asiento frente a Lucas.
—No sé si te gusta el pollo frito pero igual te compré pollo frito.
—Sí me gusta —respondió Lucas con una sonrisa—. Pero no tenías que comprar nada.
—No importa. Además, no es solo para ti, yo también quiero comer —comentó David.
—Está bien —dijo Lucas entre risas.
—Se te ven bien las gorras —señaló David mientras tomaba una presa de pollo.
—¿En serio? Pues qué lástima, porque no me gustan.
—¿Ah, no?
—Para nada.
—¿Por qué?
—No sé, simplemente no me gustan.
—Qué mal.
Lucas asintió, haciendo, burlonamente, un falso gesto de tristeza.
El descanso finalizó poco tiempo después de que hubiesen terminado de comer, y Lucas regresó al trabajo.
***
—Me tienes que estar jodiendo —exclamó Julián, con la mirada puesta sobre el auto rojo que se encontraba estacionado frente al colegio—. Lleva como un mes viniendo todos los viernes, ¿es que nunca tiene nada qué hacer?
Fátima miró a su amigo y negó con la cabeza a manera de desaprobación. Lucas simplemente se echó a reír.
—¿Qué? ¿Por qué me ves así? —reprochó Julián, dirigiéndose a Fátima.
—¿Qué tiene de malo que venga a ver a Lucas?
—Nada.
—Ah, ¿entonces por qué te quejas tanto?
—Solo estaba bromeado, tienes que dejar de tomarte todo tan en serio, Fátima.
—Pues a mí no me pareció que estuvieras bromeando.
—Es porque eres una aburrida y no entiendes cuando alguien...
—¿Pueden parar ya, por favor? —interrumpió Lucas— Esto es estúpido.
—Ella empezó —argumentó Julián.
—¿Qué? Pero si tú fuiste el que empezó —exclamó Fátima.
—Claro que no.
—Suenan como dos niños pequeños —señaló Lucas, interrumpiendo la discusión por segunda vez.
—Tú deja de regañarnos y vete con tu novio —demandó Fátima.
—No es mi novio.
—Ajá, claro, como digas —comentó Julián en tono sarcástico.
—Es en serio. Solo somos amigos y ya.
—Ok, entonces vete con tu “amigo” —dijo Fátima, haciendo comillas imaginarias con los dedos índice y corazón mientras pronunciaba la última palabra.
Lucas puso los ojos en blanco.
—Adiós, idiotas —dijo mientras se alejaba.
—Adiós —exclamaron sus amigos al unísono.
—¡Qué te diviertas! —escuchó gritar a una voz femenina detrás de él.
Cruzó la calle a paso rápido hasta llegar al automóvil rojo que ya se había vuelto tan familiar para él. Adentro, un sonriente David lo esperaba.
—Y, ¿a dónde vamos a ir hoy? —preguntó Lucas.
—¿A dónde quieres ir?
—No sé, ¿a dónde quieres ir tú?
—Bueno... estaba pensando que quizás podríamos ir a mi casa. Digo, si quieres, para que conozcas donde vivo y eso, no sé.
—Sí, me parece bien. Creo que un mes ha sido suficiente para darme cuenta de que no eres un asesino o un violador, pero bueno, si no estoy en lo correcto y aparezco muerto en un callejón, supongo que será mi culpa por aceptar tu invitación.
—Cállate.
Ambos rieron al unísono.
El recorrido fue más corto de lo que habían previsto, lo que fue una sorpresa. Lucas observó con atención la fachada del lugar. Se sentía como en una película de Hollywood. Jamás en su vida se habría imaginado que estaría en una casa así. En realidad era una mansión, tal y como las que había visto en las películas.