Eternamente Efímero

VII

No podía evadir otro día de trabajo, así que apareció en el centro comercial listo para la jornada el sábado en la mañana. Además, una parte de él tenía la esperanza de que David le hiciera una pequeña visita.

Le pareció que ese día habían ido más clientes de lo usual. Estaba exhausto. Se cambió el uniforme en los baños del centro comercial y se sentó en una banca dispuesta afuera, en los alrededores. Respiró profundo, aspirando el aire fresco de la noche. Alguien tomó asiento junto a él, así que se giró para verlo, prácticamente como un acto reflejo.

—Hola —dijo David, intentando esbozar una sonrisa.

Se veía más cansado que la última vez que Lucas lo había visto. Ahora incluso daba la impresión de estar algo enfermo.

—Hola —contestó Lucas.

—Pensé que ya no te iba a encontrar —comentó David—. Fui al restaurante y te busqué casi por todos lados. De hecho ya estaba yéndome, pero entonces te vi aquí.

—¿Para qué me buscabas?

—Quiero mostrarte algo.

David abrió la cremallera de la mochila que llevaba en su espalda (la cual Lucas no había notado hasta ese momento) y sacó una computadora portátil.

—El colegio tiene cámaras de seguridad casi en todos lados —señaló mientras encendía el computador—. Esto es del día en que fuiste a visitarme —añadió, ubicando la pantalla frente a Lucas.

El vídeo mostraba a David conversando con varios chicos, entre ellos el chico que había visto Lucas el lunes, aquel que David afirmaba era su ex-novio. El grupo estaba teniendo lo que parecía ser una conversación casual, que se tornó en un diálogo entre David y su ex-novio, el cual, más que un diálogo, parecía una discusión. Entonces, de pronto, el chico atrajo a David hacia él toscamente y lo besó. David lo apartó de un empujón, le dijo un par de cosas, claramente furioso, y giró el rostro para después alejarse corriendo, como si hubiese visto a alguien. Probablemente había sido el momento en el que se había percatado de que Lucas estaba ahí.

—No sabía que habías visto eso —comentó David—. Aunque ahora, en retrospectiva, era bastante obvio que habías visto todo. Bueno, no todo, pero... al menos la parte del beso.

Lucas sonrió débilmente. Se sentía fatal por haber hecho a David pasar unos días terribles solo por no confiar en su palabra.

—Perdóname por no haberte creído —murmuró Lucas—. Me siento como un completo imbécil.

—No. Tenías todo el derecho a reaccionar como lo hiciste —replicó David—. Lo viste con tus propios ojos, digo, creo que yo hubiera reaccionado de la misma manera. Quizá peor.

Ambos rieron, para después quedarse en silencio unos segundos, con la mirada fija el uno en el otro. Lucas posó su mano en la mejilla de David y se acercó, poniendo sus labios sobre los de aquel chico frente a él, quien, en ese momento, y por primera vez desde que lo había conocido, se veía frágil, inseguro y temeroso.

—He querido que hicieras esto desde hace una semana —susurró David, luego de que hubiesen roto el beso—. Y tenía miedo porque llegué a pensar que no volverías a hacerlo nunca más.

—Yo también quería hacerlo, cada vez que te veía —confesó Lucas con una sonrisa—. Pero mi orgullo de mierda siempre me gana.

—Eso ya no importa —aseveró David, dándole un pequeño beso en los labios—. Lo importante es que te tengo de vuelta y nada me hace más feliz que eso.

Lucas recostó su cabeza sobre el hombro de David y ambos observaron el firmamento durante un rato.

—Oye y, ¿cómo fue lograste tener el vídeo de una cámara de seguridad? —cuestionó Lucas— Porque no creo que les den ese tipo de cosas a los estudiantes así como así.

—Tuve que pagarle a algunas personas.

—O sea que básicamente sobornaste a los de seguridad.

—Si quieres llamarle así.

—Ventajas de ser rico...

—¿Poder sobornar a la gente?

—No, tener cámaras de seguridad en los pasillos.

Los dos se echaron a reír y David entrelazó sus dedos con los de Lucas.

—¿No tienen cámaras en donde estudias?

—Sí, sí tenemos, pero creo que la mayoría del tiempo una está descompuesta —respondió, para después bostezar.

—¿Estás cansado?

—Bastante.

—Si quieres puedo llevarte a tu casa.

—No, yo puedo ir.

—No quiero que vayas solo, es tarde.

—Pues yo no quiero que tú te regreses solo hasta tu casa desde allá —dijo, para después bostezar de nuevo.

—Podemos ir a mi casa —sugirió David—. Puedes quedarte ahí esta noche.

—¿Seguro?

David le dio un pequeño beso en los labios y sonrió.

—Seguro —contestó.




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