Eternamente Efímero

X

Parecía que entre mejor estaban las cosas con David, peor se ponía todo con Julián. Habían pasado semanas en las que no respondía sus mensajes ni llamadas, y en el colegio le dirigía la palabra solo cuando era estrictamente necesario. Cierto día lo tomó por sorpresa y se le acercó.

—Julián, tengo que hablar contigo.

—¿De qué?

—¿Por qué estás evitándome?

—No estoy...

—No contestas mis llamadas, no respondes mis mensajes, prácticamente ni siquiera me hablas —escupió Lucas—. Pensé que todo había quedado arreglado ese día en el que charlamos y me dijiste que las cosas estaban bien.

—Yo también pensé lo mismo.

—Entonces, ¿qué pasa?

—Que no es tan fácil, Lucas —recriminó—. No es fácil verte con él, escucharte hablar de él... Así que creí que sería mejor distanciarme un poco, que quizás eso ayudaría.

—¿Y cómo te está resultando?

—No lo sé... —respondió, agachando la mirada.

Lucas suspiró.

—A veces me detesto por haberte lastimado, y seguir lastimándote aún —confesó—. De hecho, incluso se me ocurrió que tal vez podríamos intentar estar juntos y ver qué pasaba, pero no pude empujarme a mí mismo a tomar esa decisión. No sería correcto. Tú mereces estar con alguien que te quiera de la misma manera en la que tú quieres a esa persona, o incluso más.

—Gracias —murmuró.

—¿Crees que apartarme va a funcionar?

—No lo sé, solo pienso que vale la pena intentar. —Suspiró—. No quiero que todo esto siga doliéndome cada día más. Quiero estar bien, quiero estar feliz por ti. No quiero seguir sintiéndome así.

—Está bien. Haz lo que tengas que hacer —dijo Lucas en voz queda—. Solo te pido que por favor no me alejes de tu vida para siempre.

—Nunca podría hacer eso —aseguró Julián, intentando esbozar una sonrisa—. Eres muy importante para mí y lo sabes.

Lucas se acercó a él y lo rodeó con los brazos en un gesto de despedida. Y aunque creía en la palabra de su amigo, lo abrazó con fuerza, como nunca lo había hecho antes, con el temor oculto de no volver a tener la oportunidad de hacerlo, o si quiera de hablarle, otra vez en la vida.

Desde su infancia no había conocido una vida sin Julián, hasta ese momento. Constantemente sentía que algo le hacía falta, y claro, sabía exactamente lo que era, o más bien, quién era. Se sentó con Fátima en el almuerzo, y notó que Julián había tomado asiento junto a un par de chicos, que aunque Lucas no conocía bien, sabía que tenían clases juntos. Julián era bastante extrovertido, así que conocía al 90% de las personas con las que tenía clases cada día. No era difícil para él encontrar alguien con quien pasar el rato. Lucas se dispuso a centrar toda su atención en Fátima, intentando ignorar a Julián, pero ella estaba actuando de manera extraña. Se veía distraída, como si su mente estuviera en otro lugar. No estaba hablando tanto como solía hacerlo, y tampoco estaba haciendo chistes de ningún tipo. Lucas se preocupó un poco.

—¿Estás bien? —preguntó.

Fátima se volvió hacia él, con lágrimas en los ojos que, obviamente, estaba intentando controlar.

—Melissa terminó conmigo —respondió en voz queda.

—Lo siento.

—No me dio una razón, solo dijo que ya no sentía lo mismo... ¿Tú crees que hay algo mal conmigo?

La chica se veía totalmente destrozada, lo que le rompió el corazón a Lucas. Además, nunca la había visto sentirse insegura de sí misma desde que la conoció, lo cual no era buena señal. Fátima bajó la mirada, consciente de que no le había dicho toda la verdad a su amigo, aunque desconocía por qué había ocultado una parte de la historia que al final resultaba muy relevante. Tal vez simplemente era difícil decirlo en voz alta, pues eso lo validaría por completo. Aún no estaba dispuesta a aceptarlo.

—Claro que no —exclamó Lucas—.  Bueno, nadie es perfecto pero tú eres bonita, agradable y graciosa. Ella no te merece.

—Es solo que... creo que la amo. Estoy enamorada de ella. Nunca había sentido algo así por nadie antes y pensé que ella sentía lo mismo, pero resultó que no.

—No sé qué tan cliché suene esto, pero si no pudo apreciar a alguien tan increíble como tú, entonces no merece estar contigo. Mereces a alguien mejor. 

Fátima se limpió las lágrimas con los dedos y asintió.

—Odio sentirme así —confesó—. Me siento estúpida.

—No tiene nada de malo sentirte así —dijo Lucas, estirando su mano sobre la mesa para tomar la de ella y darle un apretón—. Siempre actúas como si los sentimientos fueran malos y simplemente los ocultas. Eso no es bueno, Fátima. Puedes llorar, gritar, lo que quieras. Déjalo salir todo. Siente. Siente cada cosa a plenitud y verás que será más fácil superar todo esto, dejarlo atrás. Solo por favor no dejes que esto afecte tu autoestima. Eres la persona más segura de sí misma que conozco, no permitas que algo así lo arruine.




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