Eternamente Efímero

XII

Lucas le envió algunos mensajes a David durante la tarde, pero él no contestó. Intentó llamarlo, pero el resultado fue el mismo. Él tampoco llegó a visitarlo en el trabajo. Comenzó a temer que las palabras de Rebeca hubiesen afectado a David. Al principio se sintió triste, pero después el enojo comenzó a invadirlo. Era estúpido que creyera que él solo lo quería por su dinero. Lucas pensó que le había demostrado varias veces que en realidad lo quería por quien era, pero al parecer no había sido suficiente. Por un instante se sintió usado e ingenuo, pues no pudo evitar llegar a una conclusión alternativa la cual implicaba que David había tomado las palabras de su hermana como excusa para dejarlo; porque en el fondo solo lo había querido para lo que ocurrió la noche anterior, y después de eso simplemente lo iba a dejar así sin más. 

La semana pasó sin ninguna señal de David. No obstante, hizo su rutinaria aparición el viernes. Aunque Lucas pensó ignorarlo, al final se decidió a acercarse y enfrentarlo. David lo saludó con una sonrisa, sin mostrar los dientes. Al ver el gesto de Lucas, su expresión cambió.

—¿Qué pasó? —preguntó.

—Iba a hacerte la misma pregunta.

—¿De qué hablas?

—Después de lo que pasó hace una semana no contestaste mis mensajes ni llamadas.

—Mi celular no funcionaba, tuve que llevarlo a un lugar para que lo repararan —replicó David.

—Fue una semana, David. Tampoco me visitaste en el trabajo.

—¿Crees que mi vida gira en torno a ti? —bufó David.

—¿Podríamos no tener esta conversación aquí? —murmuró Lucas, dando una revisión rápida a su alrededor.

—Está bien. Sube al auto —dijo David, en tono tosco y autoritario.

—No.

—Tenemos que hablar de esto, sube.

Lucas quiso reprochar una vez más pero se contuvo e hizo lo que él le pidió. Sabía que tenían que solucionar las cosas, y no podían hacerlo justo en frente del colegio en el que estudiaba. No podía arriesgarse a que alguien los escuchara. David inició la marcha.

—Escuché lo que te dijo tu hermana ese día —habló Lucas, rompiendo el silencio.

—¿Qué?

—¿Crees que te quiero por el dinero?

—No, yo… —Le dio una mirada rápida a Lucas y suspiró— No lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes? —exclamó Lucas con enojo.

—¡Pues que no lo sé!

—Yo no soy así. Si te quisiera por eso ya te habría pedido un millar de cosas.

David no dijo nada, solo continuó conduciendo en silencio.

—¿En serio piensas que te estoy usando?

—No lo sé. Solo sé que me ocurrió antes y no quiero que vuelva a pasar otra vez.

Esta vez fue Lucas quien se quedó callado. David soltó un suspiro.

—Es una mierda porque tú.. tú solo quieres confiar en las personas pero es tan difícil hacerlo —dijo David, más para él mismo que para Lucas.

El silencio reinó en el ambiente por un rato.

—Cómo sé que no solo estás tomando eso como una excusa para dejarme después de… bueno, después de que hicimos…

David frenó en seco. Estaban frente al parque que habían visitado aquel día cuando encontraron a la niña extraviada.

—¿De verdad crees que yo haría eso? —recriminó, volviéndose para ver a Lucas con enojo y dolor.

—Bueno, tú piensas que solo te quiero por el dinero así que creo que estamos a mano, ¿no?

—Esto no es acerca de estar a mano o no, mierda. Madura, Lucas.

—No me hables así.

—¡¿Qué pasa si quiero hacerlo, ah?!

—Eres un hijo de puta.

—¿Entonces por qué estás conmigo?

—No lo sé, tal vez no debería. ¡Tal vez no deberíamos estar juntos! —espetó Lucas con furia.

David se estremeció un poco al escuchar las palabras de Lucas, pero no habló. Ninguno de los dos se aventuró a decir nada por un rato. Tampoco cruzaron miradas. Solo se quedaron viendo al frente, observando el panorama.

—Me largo —agregó Lucas finalmente, alargando el brazo para abrir la puerta del carro y bajarse. Sin embargo, David activó los seguros de todas las puertas, impidiendo que pudiera salir.— Abre las malditas puertas, David.

—No.

—¿Y yo soy el inmaduro? —reprochó Lucas con ironía.

—Sí, lo eres. Eres el inmaduro porque en lugar de hablar solo te vas y ya.

—Ya no hay nada de que hablar.

—Sí lo hay.

—No, no lo hay. De hecho, ya no hay nada entre nosotros.

—Lucas…

—¡Ni siquiera confiamos el uno en el otro! Dime cómo es que esto va a funcionar.

David tomó el rostro del chico frente a él entre sus manos y lo besó con intensidad.




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