Eternamente Efímero

XV

Alrededor de las 6:45 de la tarde, Lucas se dirigió al baño para cambiarse el uniforme. Ágata, una chica que trabajaba con él, había accedido a cubrirlo para que pudiese irse más temprano, lo cual no fue sorpresa para él. Ágata era muy amable, demasiado, pensaba Lucas. Aunque eso le ayudaba a tener un buen rendimiento en el trabajo, sin mencionar sus grandes niveles de tolerancia y paciencia. Lucas había llegado a admirarla por eso.

No quiso arriesgarse a que sus demás compañeros se dieran cuenta de que estaba saliendo temprano,  pues en realidad no era muy cercano a ninguno de ellos. Lo más parecido a una amiga que tenía en el trabajo era Ágata. Se despidió de ella, agradeciéndole una vez más antes de irse. Se sentó en una banca cerca a una de las múltiples entradas del centro comercial. Aspiró el fresco aire de la noche que se filtraba a través de la gran puerta ubicada a poca distancia de él y miró el reloj que llevaba en la muñeca, el cual marcaba las siete en punto. No pasaron más de cinco minutos cuando el auto de David se detuvo frente a la entrada. Lucas se puso de pie y caminó hacia él. Se percató de que David tenía su celular entre los dedos, y al parecer estaba escribiendo algo. Tocó la ventana del asiento del copiloto, haciendo que David levantara la vista de la pantalla del teléfono. Abrió la puerta, permitiendo que Lucas entrara.

—Estaba a punto de enviarte un mensaje —dijo sonriente—. Qué puntual.

—Pero por supuesto. ¿Qué esperabas acaso? —bromeó Lucas, y recibió un beso por parte de David—. Wow, mira lo que llevas puesto —exclamó al notar que David llevaba un traje formal negro. ¿A dónde vamos?

—Sabrás cuando lleguemos —respondió, para después girarse y tomar algo de uno de los asientos traseros de automóvil.

David le entregó una envoltura de aquellas que se utilizan para guardar trajes. Lucas bajó la cremallera para encontrarse con lo que resultaba bastante obvio: un traje formal. Era de un color azul oscuro. Sencillo pero elegante y moderno.

—Se supone que es azul ultramar, o ultramarino, algo así —señaló David—. La chica de la tienda dijo que quedaría bien con tu tono de piel. Yo no sé mucho de estas cosas así que solo seguí su consejo.

—No tenías que...

—Te compré una camisa, unos zapatos y una corbata, obviamente. Están atrás.

—En serio no tenías que hacerlo. Pudiste haberme dicho y yo hubiera conseguido un...

—No fue problema —lo interrumpió David por segunda vez—. Quería hacerlo.

Lucas detalló el traje y no pudo evitar reparar en lo que ponía la etiqueta.

—¡Es de diseñador! —exclamó con sorpresa—. David, esto debió haber costado mucho.

—No interesa cuánto costó. Solo quería comprarte algo lindo y ya.

—Sabes que podría haberme conformado con esos trajes que venden en rebaja en las tiendas por departamento.

David soltó una risa ahogada.

—Lo sé —dijo—. Pero tú mereces algo mejor.

Lucas se sonrojó y bajó la mirada.

—Eres muy lindo, ¿lo sabías?

—Cállate —murmuró Lucas tímidamente.

David sonrió y puso su mano debajo de la barbilla de Lucas, haciendo que levantara la mirada para besarlo.

—Y... ¿en dónde se supone que voy a cambiarme?

—Bueno, por mucho que me gustaría que lo hicieras justo aquí, hay gente pasando así que yo creería que lo mejor sería que fueras a los baños del centro comercial.

—Eres tan idiota —comentó Lucas con una sonrisa en el rostro, abriendo la puerta para salir.

—Oye, espera.

—¿Qué pasa? Voy a cambiarme.

El chico frente a él no dijo nada por un instante, solo miró su rostro con detenimiento, para después darle un beso en los labios.

—¿Ya puedo salir? —preguntó Lucas, luego de que hubiesen roto el beso.

David soltó una risita.

—Sí.

Los baños de hombres estaban prácticamente desolados, como era habitual, no sólo en aquel centro comercial, sino en cualquier lugar que contara con baños públicos. Mientras en muchas ocasiones las mujeres deben hacer fila para hacer sus necesidades, los baños destinados a los hombres suelen estar tan vacíos que casi se puede ver uno de esos típicos estepicursores (mejor conocidos como "matojos del Oeste") de las películas del Oeste que aparecen siendo arrastrados por el viento, indicando la desolación en la que se encuentra un lugar.

 Rápidamente, Lucas se enfundó en la ropa que le había dado David. Se miró en el espejo por unos segundos. Estaba casi irreconocible. No solía usar ese tipo de prendas con frecuencia, o más bien, jamás las usaba. Guardó su ropa dentro de la bolsa en donde antes se encontraban la camiseta y la corbata y salió del baño. Al llegar al automóvil, David abrió los ojos como platos.

—Parece que hubieras visto a Beyoncé o algo así —se burló Lucas, tomando asiento dentro del auto.




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