Había luces navideñas por donde quiera que se mirase. Era esa época del año otra vez. Fátima y Lucas estaban caminando juntos alrededor del parque central de la ciudad. La respiración de Lucas se notaba entrecortada y su corazón latía fuerte y rápido. Aunque sentía un vacío en el estómago, al mismo tiempo tenía náuseas. Una sensación propia del nerviosismo, al menos cuando se trataba de su caso particular. Lucas desconocía la razón por la que se sentía de esa forma.
—No te pongas nervioso —dijo Fátima—. Actúas como si fueras su padre.
—No estoy nervioso. —Fátima enarcó una ceja y lo miró—. Está bien, quizás estoy un poco nervioso.
—¿Por qué? Yo estoy emocionada, si te soy honesta.
—No lo sé... Supongo que tiene que ver un poco con lo que pasó entre nosotros.
—Pero eso ya pasó. Ahora ambos están con personas diferentes y al fin podemos salir juntos los tres como antes.
Lucas sonrió. Fue una pequeña sonrisa, sin siquiera mostrar los dientes. Estaba pensando en algo qué decir, cuando Julián apareció en su campo de visión. Iba acompañado de un chico delgado, de su misma estatura y cabello castaño.
—Hola, chicos —dijo Julián con una sonrisa nerviosa—. Él es Sebastián, mi novio.
Tanto Lucas como Fátima pusieron sus ojos en el chico que acompañaba a su amigo, quien saludó con un tímido "hola". Ambos respondieron a su saludo al unísono.
—Entonces ustedes son Fátima y Lucas —señaló el chico—. Me alegra conocerlos al fin. He escuchado muchas cosas de ustedes.
—También me alegra... nos alegra conocerte al fin —contestó Fátima con una sonrisa.
Lucas sintió alivio y agradeció para sus adentros cuando se percató de que Fátima se había corregido a sí misma para añadirlo a él a su frase y así hablar por los dos. Las conversaciones con personas desconocidas no se le daban muy bien, y los nervios irracionales que sentía en ese momento no ayudaban en lo absoluto.
Los cuatro pasaron la tarde juntos en el parque. Fátima aprovechó aquel tiempo para formular un millar de preguntas con el fin de conocer mejor a Sebastián. Las pláticas e indagaciones casuales en la vida de otros se le daban muy bien. Lucas habló poco, limitándose a unas cuantas intervenciones breves. Aunque a medida que pasaba la tarde comenzó a desinhibirse un poco más. Las constantes preguntas de Fátima sacaron a la luz varios aspectos de la vida de Sebastián, entre estos el hecho de que era un chico transgénero, información que resultó sorpresiva para Lucas, quien notó que también lo había sido para su amiga, no porque se sintiesen incómodos debido a ello, sino porque no había indicio alguno, tanto en su físico como en sus ademanes, que sugiriera que Sebastián hubiese sido una chica en algún momento de su vida.
—Entonces somos una lesbiana, un gay, un bisexual y un transgénero. A este paso vamos a acabar completando todas las sexualidades e identidades de género de diversas —comentó Fátima, haciendo que los tres chicos soltaran un par de risas.
Se despidieron poco después de que había oscurecido. Lucas tomó un bus y a pesar de las múltiples paradas llegó más rápido de lo que había estipulado. Su madre aún no estaba en la casa, lo que lo inundó de alivio. Sintió su celular vibrar dentro del bolsillo de los jeans mientras subía las escaleras hacia su habitación. Tenía la costumbre de desactivar la función del sonido en el celular, así que usualmente era una fuerte vibración la que le indicaba que tenía una llamada o que había recibido un mensaje. Sacó el aparato del bolsillo y miró la pantalla, en la que se leía el nombre de David. Atendió con rapidez.
—Hola —dijo al tiempo que caminaba hacia su cama para recostarse sobre ella.
—¿Hablo con el chico más lindo del mundo? —respondió la voz del otro lado del celular.
—Dios, eres tan cursi —exclamó Lucas.
—Pero así me amas.
—Tristemente debo decir que sí.
—¿Tristemente? —cuestionó David en un ligero tono burlón.
Lucas soltó una risa y negó con la cabeza, ignorando el hecho de que su interlocutor no podía verlo.
—Te amo —dijo con firmeza—, muchísimo.
—Yo también te amo. Pero ahora me hiciste olvidar la razón por la que te llamé.
Lucas rió un poco frente al reproche de David, quien se había quedado en silencio por unos segundos.
—¡Ah, ya recordé! —exclamó al fin—. Rebeca quiere hacer galletas navideñas el domingo y me pidió que la ayudara pero ya sabes lo terrible que soy para eso y lo mucho que lo odio. En fin, solo quería pedirte que por favor me salvaras de la tortura de cocinar.
—Deja de ser tan dramático —dijo Lucas entre risas—. Y ni se te ocurra dejar a tu hermana sola haciendo eso porque te juro que terminamos.