Fátima y David se adaptaron poco a poco al hecho de tener que ver a Rebeca a través de una pantalla, y con el paso del tiempo las videollamadas comenzaron a hacerse menos frecuentes. Rebeca fue de visita para las fiestas, lo que colmó de felicidad a David y Fátima. Pasaron Navidad igual que el año anterior: Lucas, David y Rebeca. Mientras que las dos chicas pasaron todo el día de año nuevo juntas, solo las dos. Lucas, por su parte, ya había finalizado con éxito el primer semestre de su carrera universitaria. Su vida con David era armoniosa en términos generales. Las únicas discusiones que habían tenido hasta ese momento se basaban en el hecho de que David aún no había comenzado sus estudios universitarios, y eso aquejaba a Lucas aun más que al mismo David. Ambos habían conseguido empleos, con el fin de suplir las necesidades del día a día, sin mencionar el pago de los servicios públicos. Pero, a pesar de que David tuviese un trabajo y cumpliera con los gastos que le correspondían, eso no era suficiente para Lucas, quien lo incitaba día tras día a que iniciara al fin su educación profesional.
—Tengo un empleo, pago lo que tengo que pagar aquí. ¿Podrías dejar de presionarme? —exclamó David en medio de una de sus múltiples discusiones acerca del tema.
—No es el hecho de que tengas un empleo o no —refutó Lucas.
—¡¿Entonces qué es?!
—¡Me preocupa tu futuro! Me preocupa lo que vas a hacer con tu vida, me preocupas tú.
—¡Pues deja de preocuparte! Solo necesito tiempo y ya.
—¿Tiempo? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nos graduamos?
—¿Y qué?
—Pues que sigues sin hacer nada.
—Te recuerdo de nuevo que tengo un trabajo. Además, todo esto es mi problema y no el tuyo.
—Es mi problema porque eres mi novio y quiero lo mejor para ti. No puedes quedarte así toda la vida, necesitas estudiar algo, aprovechar tu potencial.
—Si tú lo dices...
David estaba recostado en la cama, con el televisor encendido. Lucas se aproximó y tomó el rostro del chico entre sus manos.
—Prométeme que vas a estudiar, tarde o temprano.
—Lo prometo, ¿está bien? —respondió David, hastiado de la frecuencia con la que se daban aquellas discusiones entre ellos—. No te preocupes tanto por mí.
—No puedo evitarlo. —Hizo una pausa y suspiró—. Te amo.
Las facciones de David se relajaron, cambiando el gesto de amargura que expresaba su rostro hacía un par de segundos.
—Yo también te amo —contestó.