Eternamente Efímero

XXXVIII

El frío aire de la noche impactó contra su rostro al bajarse de la camioneta. Suspiró y caminó hacia la entrada del lugar que se encontraba frente a él. La música electrónica invadió sus oídos. Las luces de distintos colores, sumadas a la gran cantidad de personas bailando y bebiendo, abrumaron su vista por un momento. No solía frecuentar ese tipo de lugares, pero la desesperación, de la mano de la soledad, habían sido más fuertes que él esta vez.

Se adentró más en el bar. Rápidamente llegó al fondo del local, en donde un grupo de jóvenes fornidos danzaban eróticamente al ritmo de la música, usando nada más que ropa interior. Lucas enarcó una ceja. Nunca se habría imaginado en esa situación. Si un par de años atrás le hubiesen dicho que en un futuro próximo se sentiría tan solo y miserable que iría a un bar de strippers para despejar su mente se hubiese reído con fuerza. Pero ahí se encontraba. No estaba seguro de qué hacer o cómo reaccionar frente a la situación que se estaba desarrollando frente a sus ojos, así que solo se quedó de pie, observando la escena con los brazos cruzados. Uno de los chicos llamó su atención. Abrió los ojos cuando lo reconoció. Su corazón se aceleró. En ese momento sentía que sus latidos podrían estar sonando tan alto como la canción que retumbaba en el lugar. De pronto, cruzó miradas con el muchacho, quien se quedó inmóvil, con una expresión de sorpresa en el rostro. Lucas se sacudió de sus pensamientos y se acercó a él lo suficiente para que lo pudiera oír. Susurró "ven" para después darse la vuelta. El chico lo siguió. Caminaron hacia una de las cabinas individuales dispuestas en el lugar. Lucas se sentó en un sofá rojo que ahí se encontraba. El muchacho se quedó de pie frente a él. Ambos estuvieron en silencio durante un instante. Lucas bajó la mirada y suspiró.

—Ha pasado mucho tiempo —dijo.

—Lo sé —contestó David.

Otro silencio se interpuso entre los dos, hasta que Lucas lo rompió de nuevo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó. Su voz tenía un ligero tono que versó entre la sorpresa y el reproche.

—Lo mismo iba a preguntar.

—¿Por qué?

—Bueno, porque tú no eres así. Creo que este es el último lugar en el que hubiese pensado que te encontraría.

Lucas suspiró. Él tenía razón.

—Es solo que... no lo sé...

"...Son las cosas que la soledad te empuja a hacer, supongo", pensó, completando la frase dentro su cabeza.

—Pero, para ser sincero, tampoco imaginé encontrarte en un lugar así jamás —añadió, poniendo sus ojos en el chico frente a él, quien suspiró al escuchar sus palabras.

—¿Puedo? —le preguntó a Lucas, señalando el espacio vacío en el sofá.

—Claro —contestó él, acomodándose en su sitio.

Ninguno dijo nada por unos segundos, hasta que David habló.

—Yo tampoco me imaginé en un lugar así jamás —dijo, con la mirada fija en el suelo—. Pero cuando los ahorros de la cuenta bancaria se terminaron, no supe qué hacer. Un amigo en la universidad hacía esto y me dijo que se ganaba muy bien, así que decidí intentarlo.

—¿Y es cierto?

—¿Qué? —exclamó, levantando la mirada para ver a Lucas.

—Que se gana bien.

—Sí, lo es. Se gana muy bien, la verdad.

Los dos se quedaron callados de nuevo. Lucas no tenía manera de saber lo que estaba sintiendo David, pero en cuanto a su situación personal, tenía una mezcla tan grande de emociones que sentía que podía explotar en cualquier momento. No había visto a David en un par de años. Aún lo extrañaba, sí. Pero no pensaba que aquella añoranza fuese tan fuerte hasta que lo vio en vivo y en directo, no en su imaginación, sus recuerdos o sus sueños, los cuales habían sido los únicos canales por los que había tenido la oportunidad de presenciar su imagen desde que ambos habían separado sus caminos, hasta ese momento. Lo miró con detenimiento. Su rostro había cambiado muy poco. Aún seguía siendo tan guapo como lo recordaba. Su cuerpo, por otro lado, estaba mucho más fornido en comparación a cuando estaban saliendo. No creía que fuese posible, pero David se había hecho más atractivo con el paso del tiempo. Un fuerte impulso de besarlo lo acometió en ese preciso momento, pero se contuvo.

—No puedo creer que te hayas gastado todos los ahorros de la cuenta bancaria —comentó, arrepintiéndose de inmediato por haber soltado esas palabras sin pensarlo.

David rió, mostrándole aquella sonrisa que había sido tan familiar para él hacía varios años. Continuaba siendo tan maravillosa como la recordaba. Desde su criterio personal, esa sonrisa, y el chico que la portaba, eran obras de arte sin lugar a dudas.

—Yo tampoco. Tengo suerte de que mis padres hubiesen comprado un par de apartamentos en la ciudad, porque de otra forma no habría tenido dónde quedarme y el dinero se habría gastado aún más rápido —dijo con una sonrisa en el rostro.




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