Eternamente Efímero

XLII

David se graduó en una ceremonia breve y formal, con la compañía de Lucas, Rebeca y su padre. Aún era un poco extraño para él que su papá hubiese regresado a su vida y estuviese intentando reparar la malograda relación que tenía con sus hijos. Pero al final había decidido darle una oportunidad, ¿qué era lo peor que podría pasar?

En el fondo, ese intento por reparar la relación con su padre era lo que necesitaba para poder llegar a sentir completa paz dentro de sí mismo. El rechazo de su papá le había causado mucho daño y había hecho que el rencor creciera en él. Ahora era tiempo de dejar ir todo eso de una vez por todas.

Comenzó trabajando para periódicos y revistas, cubriendo eventos culturales en su mayoría. Con el paso del tiempo, se fue consolidando como uno de los mejores en la industria de la fotografía, en cuanto a su ciudad se refería. Una vez logró alcanzar cierto nivel de reconocimiento, decidió optar por el camino del trabajo independiente. Tomaba fotografías para quién fuera que lo llamara y necesitara de sus servicios. Viajaba ocasionalmente, si una revista necesitaba que acudiera a algún lugar, por ejemplo. Nunca pensó que alguna vez llegase a encontrar una profesión que amaría por completo, pero lo había hecho. Compartía cada día de su existencia con el amor de su vida, haciendo lo que amaba ¿Qué más podía pedir? Sentía como si viviera en unas vacaciones constantes. Aunque eso no significaba el no tener responsabilidades, o problemas algunas veces, porque la vida no puede ser perfecta. Nuestra existencia en la Tierra está repleta de baches, y encontrar la felicidad no se trata de hallar la perfección; no se trata de encontrar la forma de evadir las responsabilidades y los problemas; sino de encontrar el punto exacto en el que, a pesar de ellos, la vida siga siendo maravillosa, y podamos disfrutar cada día en todo su esplendor.

David tenía eso. Tenía un trabajo que amaba y a la persona que amaba junto a él. No importaba lo que ocurriera, su vida era increíble y no la cambiaría por nada en el mundo.

—Levántate —exclamó Lucas, pegando un salto y cayendo sobre su novio en la cama—. Ya es la una de la tarde y tenemos que hacer una compras. 

David se removió en su lugar y tomó a Lucas por las piernas, haciendo que cayera de espaldas sobre el colchón.

—Ya estoy despierto —dijo con voz perezosa, para después bostezar.

—¿A qué hora te acostaste anoche?

—No lo sé... Estaba seleccionando unas fotos de las miles que tomé para enviarlas a...

Fue interrumpido por un beso de parte de Lucas.

—No tienes que acompañarme si no quieres. Puedes seguir durmiendo. Lo siento, no debía haberte despertado.

—No, sí quiero. Quiero ir contigo.

—Bien, entonces párate de ahí —demandó Lucas, poniéndose de pie y saliendo de la habitación.

David se levantó y entró al baño. Se puso una camiseta y unos pantalones deportivos para después caminar hacia la cocina.

—Desayunando a la una de la tarde —exclamó Lucas mientras su novio comía cereal—. Qué vida la tuya.

—Oye, yo trabajo duro —objetó David en un tono algo burlón.

—Lo sé —dijo Lucas sonriendo, para luego darle un beso en la coronilla.

 

Caminaron por los distintos pasillos del supermercado, buscando todo lo que Lucas había anotado minuciosamente en una lista, la cual llevaba en la mano mientras David empujaba el carrito de compras. Se encontraban en la sección del pan, y Lucas había alargado la mano para tomar una bolsa de tostadas de un estante. Cuando, de pronto, se quedó inmóvil, como si lo hubiesen congelado en su sitio. Su vista estaba fija en una mujer que caminaba por el pasillo, acercándose poco a poco a ellos. David entrecerró los ojos, intentando agudizar la vista, y entonces pudo reconocerla. Era la madre de Lucas. Se veía más vieja de lo que la recordaba, naturalmente. También se le notaba más cansada. A David incluso le pareció que estaba más bajita de lo que él la recordaba, aunque era poco probable que se hubiese encogido sin razón, y considerando el hecho de que solo la había visto una vez hacía muchos años, no confiaba mucho en el recuerdo que tenía de ella. La mujer se aproximó hasta quedar a unos metros de su hijo. Lucas estaba aterrado, le era imposible moverse o emitir algún sonido. Jamás pensó que la encontraría de nuevo, y tampoco había pensado en cómo reaccionaría si lo hiciera. Su madre cruzó miradas con él y abrió los ojos, levantando las cejas, aunque fue un gesto tan leve que solamente Lucas logró notarlo. Pensó en qué decir o qué hacer, pero antes de que se diera cuenta, ella simplemente caminó junto a él, pasándolo de largo. No hubo palabras, no hubo nada. Una vez se alejó, Lucas soltó una bocanada de aire, como si hubiese estado conteniéndolo en sus pulmones todo ese tiempo. David se acercó, inseguro acerca de qué hacer en ese momento. Pero no tuvo que pensar mucho, pues Lucas se abalanzó hacia él y lo abrazó con fuerza. Estuvieron así un tiempo, sin decir nada.




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