Rebeca, Fátima, David y Lucas habían llegado antes para ayudar a Julián con todos los preparativos concernientes a la fiesta de cumpleaños de Alejandro. Ya casi estaban terminando de poner la decoración, y después todo quedaría listo.
—Ya tienes seis años, qué viejo estás —bromeó Lucas.
—Si yo soy viejo entonces tú eres súper decrépito —contestó el niño, ocasionando carcajadas por parte de todos los presentes.
—Te destruyó, Lucas —exclamó David, sonriendo—. ¡Dame esos cinco, Alejo! —agregó, extendiendo su mano para que Alejandro la chocara, y lo hizo con entusiasmo.
—Ja, ja, ja —dijo Lucas con sarcasmo.
—A partir de este momento ya no eres "bonito", ahora eres "señor decrépito" —exclamó Fátima, haciendo que Lucas pusiera los ojos en blanco.
La chica rió y le dio un abrazo a su amigo.
—No te enojes, bonito. Solo jugamos contigo —añadió Fátima.
—Sí, tío —terció el pequeño—. En realidad te ves muy joven.
Lucas sonrió y se agachó para quedar a la altura de Alejandro. Entonces lo abrazó y le dio un beso en la mejilla. Hacía unos días había comenzado a referirse a todos ellos (exceptuando a Julián) como "tío" o "tía", lo que habían encontrado completamente adorable, pues nunca se le insinuó nada. El gesto había sido espontáneo.
—No puedo enojarme con el cumpleañero. Creo que eso debe ser ilegal o algo —comentó Lucas, haciendo que Alejandro sonriera.
—Bueno, señor cumpleañero, los invitados ya casi llegan —intervino Julián—. Espero que estés listo para divertirte como nunca.
—¡Sí! —exclamó el pequeño, sonriendo mientras alzaba ambos brazos con entusiasmo.
Poco a poco comenzaron a llegar varios niños acompañados de sus padres. Alejandro los saludaba a todos con alegría a medida que iban entrando. Se pasó la tarde jugando y haciendo payasadas con sus amigos. El pequeño, según palabras suyas, "siempre había querido ver a un mago", así que Julián se las amañó para contratar a uno que se presentase en la fiesta. Al final todo resultó un éxito. Alejandro había estado notablemente feliz durante la celebración, desde la llegada del primer invitado, hasta la partida del último. Todos la pasaron bien.
Con un poco de cansancio encima, los cinco jóvenes se dispusieron a organizar el desastre que había quedado luego de que la fiesta se hubiera dado por terminada. Julián estaba agachado, atando los cordones de uno de sus zapatos, cuando Alejandro se le acercó y lo abrazó con fuerza.
—Hoy la pasé muy bien. ¡Gracias, papi! —exclamó el pequeño, haciendo que los otros cuatro presentes interrumpieran las tareas en las que estaban inmiscuidos para observar la escena.
Julián reaccionó finalmente al abrazo. Puso su cabeza en la nuca del niño y lo apretó más hacia él. Después, con lágrimas en los ojos, le dio un beso en la mejilla.
—Te amo mucho, mi pequeñito —murmuró Julián, mirando a Alejandro con ternura.
—Yo también te amo —contestó el niño, y recibió un beso en la frente por parte de su padre adoptivo. Luego, Alejandro añadió—: ¿Puedo comer galletas?
—Claro —respondió Julián con una sonrisa, mientras se incorporaba luego de haber estado en cuclillas—. Ve a la cocina, ya sabes dónde están.
El pequeño asintió con la cabeza y se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, dando pequeños saltos con cada paso. Fátima, Rebeca, David y Lucas aún tenían los ojos puestos en Julián, quien finalmente se percató de eso y los miró.
—Nunca me había llamado "papá" o "papi" antes —señaló el joven, con lágrimas de alegría en sus ojos.
—Eso es hermoso, Julián —exclamó Fátima, quien también estaba al borde del llanto.
—Creo que ya saben lo que esto amerita —comentó Rebeca, sonriendo mientras extendía los brazos a ambos lados.
David y Lucas se encogieron de hombros. Fátima y Julián simplemente sonrieron. Y entonces, todos se juntaron en un abrazo grupal.