Eternamente Efímero

XLV

Desde la fiesta de cumpleaños de Alejandro, una idea había invadido la mente de David. A pesar de haber pasado ya una semana, el tema se negaba a abandonar su cabeza, rondando en cada parte de sus pensamientos. Estaba recostado en la cama, viendo una película con Lucas, hasta que el cansancio les ganó y ambos coincidieron en que ya era hora de apagar el televisor e irse a dormir.

Tan pronto la pantalla de la televisión se tornó negra, toda la habitación quedó a oscuras. Lucas le dio un beso, seguido de un "buenas noches" y se acomodó en la cama. David tenía una sensación en el pecho que se rehusaba a seguir ignorando por más tiempo, así que habló.

—Lucas...

—¿Sí?

—Quiero... quiero adoptar un niño.

Lucas se giró para mirarlo en medio de la oscuridad. David temía lo que iba a escuchar a continuación, pero ya lo había dicho, no había vuelta atrás.

—Yo también —contestó Lucas, sorprendiendo a David.

—¿En serio?

—Sí.

—Pero, pensé que... es que antes...

—Antes no me entusiasmaba mucho la idea, sí, lo confieso. Si hace unos años me lo hubieras propuesto probablemente habría aceptado en contra de mi voluntad, solo por hacerte feliz. Pero eso cambió desde que conocí a Alejandro. Nunca pensé que fuera a tenerle tanto cariño, pero adoro a ese niño y honestamente sería lindo tener a un pequeño rondando por ahí en el penthouse.

—¿Hablas en serio? —preguntó David con emoción.

—Sí, amor, hablo en serio.

David besó a su novio con alegría.

—Si quieres mañana puedo llamar a un centro de adopción y pedir una cita. Tal vez podamos ir el sábado.

—El sábado no.

—¿Por qué no? —cuestionó Lucas, frunciendo el ceño.

—Tengo que viajar, ¿recuerdas?

—Cierto.

El trabajo de fotógrafo de David implicaba un par de viajes de vez en cuando, y ese era uno de ellos. A Lucas le habría gustado poder ir con él; sin embargo, no se lo dijo. Una vez, en un viaje a Hawaii para una revista de turismo, David había insistido de todas las formas hasta que le permitieron que Lucas lo acompañara. Aunque pasaron momentos agradables, no fueron tantos como esperaban. David estaba tan ocupado que tuvieron pocas oportunidades de estar juntos. No obstante, ellos realizaban sus propios viajes. El amor por conocer nuevos lugares y culturas era algo que compartían. Se habían puesto la meta de visitar la ciudad capital de cada país del mundo antes de morir, y por el momento iban muy bien, viajando a uno o dos lugares diferentes cada año sin falta.

—Entonces será para la otra semana —dijo Lucas, y David asintió con la cabeza para después besarlo—. ¿Y eso por qué fue?

—No lo sé... porque te amo —contestó David con una sonrisa.

Lucas negó con la cabeza, sonriendo. Luego besó a su novio.

—Yo también te amo.

 

 

El siguiente día, Lucas ayudó a David a empacar. Cuando terminaron, Lucas llamó a un centro de adopción con el fin de organizar una cita, la cual quedó agendada para el sábado próximo.

Como era habitual cada vez que David debía viajar por motivos de trabajo, Lucas lo llevó hasta el aeropuerto. Registraron el equipaje y esperaron unos minutos hasta que llamaron por los altavoces a los pasajeros del vuelo de David para que comenzaran a abordar el avión.

—Adiós —dijo David, para luego darle un beso a Lucas—. Te amo.

—Yo también te amo.

Se besaron una vez más y David comenzó a alejarse, caminando hacia la puerta de abordaje.

—Cuídate mucho —exclamó Lucas cuando aún se encontraban a unos pocos metros el uno del otro.

David sonrió y musitó un "lo haré". Ondeó la mano de un lado a otro en señal de despedida, gesto que su novio imitó. Luego caminó a través de la puerta, desapareciendo de la vista de Lucas.

 

El regreso de David estaba programado hasta el jueves. Lucas vivió la espera en medio de la rutina, volviendo del trabajo para encontrar un penthouse en el que él era el único ocupante, e intentando conciliar el sueño en una cama vacía... Cada día se sentía como una eternidad. Se había acostumbrado tanto a la presencia de David en su vida, que su ausencia, por muy corta que fuera, significaba un calvario. A pesar de que hablaban todos los días, ya fuese por teléfono o vídeo-llamada, Lucas no podía evitar extrañar a David, quien se sentía exactamente igual, con la diferencia de que el ajetreo que implicaba su trabajo le ayudaba a olvidarse un poco de la aflicción que le causaba la distancia y la ausencia de Lucas. 




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