Eternamente Efímero

Epílogo

10 años después

 

—Y entonces, ¿me vas a contar acerca de ese novio tuyo? —preguntó Rebeca.

—¿Novio? —exclamaron Lucas y Alejandro al unísono, haciendo que la rubia soltara una risa.

—¿Qué novio? —cuestionó Lucas—. ¿Por qué nunca me dijiste nada acerca de un novio?

Maia observaba la escena con molestia y resignación, mientras que Fátima y Rebeca sonreían, reprimiendo la risa. La trigueña les otorgó una mirada acusadora.

—¿Quién es? Espero que no sea ese idiota que te gustaba hace un año —comentó Alejandro—. Mi hermanita bebé merece algo mucho mejor que eso.

—No soy tu hermanita bebé —refutó Maia.

—Sí lo eres. Bueno, no literalmente, pero sabes a lo que me refiero.

Alejandro había sido como un hermano mayor para Maia a medida que crecía. Cuando se conocieron de pequeños, empezaron a pasar mucho tiempo juntos, y al final desarrollaron un fuerte cariño mutuo. Se la llevaban muy bien y se preocupaban mucho el uno por el otro. Sin embargo, por alguna razón, sus lazos afectivos no se extendían más allá de lo fraternal. No lo habían hecho hasta ese momento, y ambos estaban seguros de que no pasaría jamás. Sería como enamorarte de tu hermano o hermana, totalmente "asqueroso", según sus propias palabras.

—Oigan, ¿quieren calmarse, por favor? —exclamó Maia—. No tengo novio.

—Pero te gusta alguien —agregó Fátima.

—¡Tía! —gritó la chica, mirándola con hastío y enojo

Fátima rió, lo que hizo que la muchacha se molestara aún más.

—¿En serio te gusta alguien? —preguntó Lucas.

—No, papá, no me gusta nadie —respondió la chica con tedio.

—Ya, no te enojes —habló Alejandro, acercándose a ella para abrazarla desde atrás y darle un peso en el oído, ocasionando que un molesto pitido invadiera sus canales auditivos.

—¡Ahhh! ¡Idiota! —gritó Maia mientras ponía una mano en su oreja y con la otra golpeaba a Alejandro, quien reía a carcajadas.

—Está bien, ya cálmate. Ven, ahora sí, un abrazo real —dijo el chico, extendiendo los brazos a ambos lados de su cuerpo.

—No —contestó Maia rotundamente.

—Ven, Mai, tú sabes que quieres —entonó el chico en forma juguetona.

—Cállate.

Y con eso, Alejandro se abalanzó sobre ella y la abrazó con fuerza, dándole un beso en la mejilla. La chica lo empujó, alejándolo, pero él la abrazó de nuevo. Finalmente, Maia cedió y le regresó el abrazo.

—Te quiero mucho y lo sabes —murmuró Alejandro junto al oído de Maia, aún abrazándola.

—Lo sé —contestó ella—. También te quiero mucho, aunque seas un idiota.

El chico rió y se separaron del abrazo. Los demás presentes observaban la escena con ternura. Lucas y Julián estaban agradecidos por la fuerte relación que se había forjado entre sus hijos, pues sabían que cuando ellos abandonaran el mundo, Maia y Alejandro se tendrían el uno al otro. Estaban seguros de que así sería siempre.

El cumpleaños número 15 de Maia era ese fin de semana, y por ello se habían reunido todos en una pequeña celebración familiar. Aunque la tradición dictaminaba llevar a cabo una enorme fiesta con todas las de la ley, Maia solo quería estar con las personas más importantes en su vida y realizar un viaje con su padre. Había sido una decisión un tanto impropia en una chica de su edad, pero eso la traía sin cuidado. Apreciaba profundamente a su familia y amaba a su papá con cada parte de su ser. Agradecía todo lo que él había hecho por ella a lo largo de su vida hasta ese momento. Lucas no lo había demostrado mucho cuando la muchacha le contó acerca de los planes que quería llevar a cabo para su cumpleaños, pero se sentía inmensamente feliz de que Maia hubiese optado estar con él en una fecha en la que la mayoría de jovencitas elegían pasar el tiempo con amigos.

 

***

 

Una vez se aseguraron de que habían empacado todo lo necesario, llamaron un taxi para que los llevara al aeropuerto. Lucas no se había subido a un avión desde lo ocurrido con David. Un momento que para otras personas era común y a veces habitual, para él estaba a punto de significar mucho.

No había estado con nadie más después de David, pues jamás lo sintió necesario. Además, tener a Maia en su vida era más que suficiente para él. Ella se había convertido en su todo. Vivía para y por la chica que estaba sentada junto a él en aquel aeroplano, mirando por la ventana con emoción. Ella lograba eliminar cualquier sentimiento negativo de su mente. Con tan solo ver esos ojos grises, su deseo por estar vivo durante muchos años más se incrementaba.

Luego de unas horas, el avión aterrizó. Dejaron el equipaje en la habitación del hotel y salieron sin siquiera haber desempacado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.