Eternamente mía

1. Primer encuentro

ELLA

La maquina expendedora me ha quitado siete pavos y no me ha expedido los productos que le sugerí… ¿Cuál es el fin?

Siete pavos por cada persona que ha pasado por esta máquina debe ser una gran cantidad de dinero que roba.

—Perdona —escucho que dicen detrás de mí y me hago a un lado por puro reflejo.

—Yo siendo usted no… —no me da tiempo de decirlo cuando ya introduce unas cuantas monedas y coloca el código del producto—. Lamento decirle que no le dará… —mis palabras se cortan cuando el sonido de la maquina dejando caer lo que sea que pidió, se deja escucha.

Asiento mientras muerdo mi labio y la persona, que me mira como si tuviera algún problema, simplemente destapa su bebida, la bebe, alza sus cejas junto a sus hombros como queriendo decir… ¿Cuál es el problema?

Yo niego repetidamente y es que claro… la máquina se quedó con mi dinero y lo peor del caso es que solo a mí… solo a jodidamente mí.

—¿Es por qué me voy a morir, verdad? —le pregunto y antes de irme, la rabia me gana y pateo a la maquina del demonio.

—Eso está prohibido —dicen tan fuerte y detrás de mí que doy un salto acompañado de un grito. Me giro y me encuentro a un policía mirándome reprobatoriamente.

Pienso usar la tarjeta de la enfermedad terminal para tenerla de excusa y pero pienso que nunca he sido arrestada en mis treinta años y es algo bueno para tachar de las cosas qué hacer antes de… antes de morirme.

—Pues —me alzo de hombros y trato de imitar a la persona con la que me topé hace poco—. Me dio la gana —respondo altiva, su rostro se sorprende, es evidente que nadie confiesa un delito, pero pues, siempre hay una excepción.

—Acompáñeme —no me lo ha dicho cuando ya estoy a su lado y empezamos a caminar al unísono. Una sonrisa se marca en mi rostro, no puedo creer que me metí en líos con la poli…

Puedo notar que este gira su rostro y me mira de vez en cuando con gesto extraño, y a la tercera vez no puedo evitar partirme de risa.

—¿Está usted bien? —su rostro es un poema mientras entramos a una especie de oficina.

—¿Yo? —pregunto.

Pienso en todo lo que me ocurre. Pienso que me han dado solo meses de vida. En todo lo que he querido vivir, pero no puedo… en todo lo que me faltará porque no tengo tiempo. Desde luego que no estoy bien. Estoy todo menos jodidamente bien.

—Estoy perfecta —sonrío, la sonrisa más falsa que he dado en mi vida. La misma que he mostrado a todos desde que me enteré de esto—. Iré detenida… ¿no es así?

—No irá detenida, solo se llevará una amonestación —aclara. El subidón de adrenalina se esfuma de mi cuerpo y la sonrisa se borra de mi rostro al instante.

—¿Y por qué no?

—Pues, porque patear una maquina expendedora no es un delito, señorita —se sienta frente a la computadora y empieza a teclear.

—¿Y qué tendría que hacer para constituir un delito?

—No sé, golpear a un policía, resistencia a la autoridad… —responde sin prestarme mucha atención.

—Pues, lo siento mucho —susurro, sacando la baguette que había comprado de mi bolso y sin pensarlo dos veces, lo golpeo en la cabeza…

(…)

Mi madre me ha pagado un abogado y lo ha enviado… aunque eso no era necesario. Hubiese pasado tres días en el calabozo solo para vivir la experiencia.

El hombre trajeado, muy alto y lleno de músculos me da la espalda mientras firma un montón de papeles. ¿He mencionado que tiene traje y que tiene muchos músculos que hacen que la tela se tense mientras se encarga del papeleo?

Cuando se gira y sus ojos me enfocan a través de sus lentillas transparentes de montura elegante, se detiene por un momento y luego, soltando el botón de su chaleco, decide caminar hasta la rejilla.

—¿Aurora Ferriz? —y además, tiene una voz… una voz jodidamente fuerte. Una voz como la de esos protagonistas de mis novelas eróticas favoritas.

—No… —niego tentativamente.

—Por suerte su madre me ha dado una foto de usted —mete la mano entre el bolsillo de su chaleco y me muestra una foto mía en la pubertad mientras tenía los dientes chuecos y la cara llena de granos. Mi boca se abre y en seguida, una sonrisa perfecta se marca en su rostro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.