Eternamente mía

4. Cuarto encuentro

ÉL

Ella me matará…

De eso estoy completamente seguro. Esta es la decisión más arriesgada que he tomado en mi vida. Sé que me voy a enamorar, no importa el tiempo… la conozco desde hace dos meses y es incluso estúpido decir que sé que me enamoraré, porque ya lo estoy.

Perdido como un loco.

Ella morirá… ¿En qué momento pensé que aceptar esto sería buena idea? El vapor caliente de la ducha empaña el espejo y cuando paso la mano por este solo para intentar mirarme, veo mis ojos húmedos, lleno de lagrimas sin derramar.

Aurora me quita el sueño, cuando ella aparece, olvido como respirar… sino seremos eternos en vida, sé que… Trago saliva ante el nudo que se forma en mi garganta, duele, como si estuviesen clavándome un puñal en el corazón.

La pesadez que se asienta en mi estómago desde que sé de su enfermedad solo me abandona cuando ella está a mi lado.

La amo, la amo como a nada en este mundo. Un sollozo me abandona cuando finalmente lo reconozco… ella se va y me dejará aquí, con todo este amor, estos sentimientos, esta rabia. ¿Cómo me recuperare de algo que me duele de esta manera y ni siquiera ha pasado?

El sonido de la puerta abriéndose solo me alerta que ella está entrando, hace dos semanas le di la llave de mi apartamento para que viniese cuando quisiera.

—¿Hola? —escucho su voz, cuando salgo a su encuentro, veo su hermoso rostro un poco demacrado, pero repleto de esa felicidad que solo ella puede tener en momentos así—. No sabía que me recibirías modo sexi —la picardía se marca en toda ella, pero esta muere cuando nota que he llorado.

—Tampoco lo sabía, pero ahora lo aprovecharé para hacerte el amor… —no le doy tiempo de responder cuando la cargo entre mis brazos, ella tan ligera y oliendo a vainilla, y la llevo hasta el sofá de la cama para dejarla allí, me alejo un poco para grabar en mi mente esto.

Sus cabellos rubios desparramados y desordenados, sus mejillas sonrojadas y su mirada llena de expectación.

Tal vez no sea para toda la vida, tal vez sean momentos que no se repetirán las veces que se me antojen, pero esto que tenemos… será eterno. Y lo recordaré por siempre.

—No quiero que seas tierno, Bruno —su voz me hace despegarme de su cuello, ese que estaba devorando a placer.

—¿Cuándo lo he sido en la cama? —pregunto, dejando un mordisco suave que la hace dar un respingo.

—Tu mirada dice mucho…

—Es porque siento mucho, Aurora… es porque siento todo y justo ahora, más que nada solo siento ganas de follarte tan fuerte y tan bien —susurro, dejando caer la toalla y rompiendo la malla que tiene bajo su falda de cuero para tener acceso a la dulzura y suavidad de su coño—. Hasta que se me olvide que te vas de mi lado, hasta que olvide que he conocido al amor de mi vida —confieso y ella abre su boca, mi confesión no la esperaba, desde luego, sin embargo, no le doy tiempo de pensar mucho porque, a sabiendas de que está empapada, me introduzco en ella—. Y que no se quedará por siempre en mi vida —su gemido hace que una corriente de excitación me recorra entero y empiezo a embestirla con hambre, deseo, sintiendo como su calidez me invade.

Mi mano rodea su cuello y aprieto tal cual como a ella le gusta, solo para sentir esas deliciosas contracciones de su coño apretando mi polla. Nunca se había sentido así, nunca había advertido tanto placer.

—Bruno… oh, Dios —chilla en mi oído mientras sus uñas arañan mi espalda, ella me provoca tanto que solo me muevo más rápido y en un segundo salgo de su interior solo para ponerla de espaldas, alzar su culo y entrar en ella desde esa posición.

—Tan apretada, caliente y dispuesta para mí —susurro en su oído—. Este dulce coñito, tan hermoso y cálido como su dueña… es solo mío, ¿no?

—Tuyo, sí… es solo tuyo…

—Te amo, Aurora —lo suelto, me muevo más rápido. No solo he hablado yo. Habló mi corazón. Estoy completamente jodido.




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