Eternamente Tu [parte Uno]

CAPÍTULO I

A veces quisiera haber tenido otro destino

A veces quisiera haber tenido otro destino.

Uno quizá, en dónde mamá estuviera viva, uno en dónde papá no me hubiese apostado con Demián, uno en dónde no me hubiese enamorado tan perdidamente de Said.

Mamá se consumió por culpa del cáncer, y quizá también, por las borracheras que mi padre se ponía.

Después de su muerte, las borracheras de papá, cada día eran peor, a tal grado que, me apostó con una persona que seguramente ni siquiera conocía.

Mentiría si dijera que Demián me trataba mal, porque nunca fue así. Bueno, hasta el día en que se enteró de mi traición junto con Said.

Así descubrí que, el amor, les concede a tus enemigos, el poder de destruirte.

Estaba entre el cielo y el infierno. 
El cielo, era esa parte que Said me hacía tocar con solo dos palabras.

Y el infierno, era el trato que tenía con Demián. Trato al que me sometió mi padre a golpes. Aunque no puedo quejarme, en cierto sentido, Demián me sacó de un infierno, para llevarme a otro.

Después el verdadero infierno comenzó cuando Said se fue y me dejo, me olvido entre las cuatro paredes de un hospital, para que después me trajeran aquí, al reclusorio en dónde tuve un hijo de mi violador, o de... el amor que me destruyó.

En eso se basa mi vida entre las celdas del reclusorio, pensar y dejar que mi mente vague entre lo que pudo haber sido, y lo que es.

—  ¿Siomara, me escuchas? — Habla London, mi compañera de celda, desde hace dos años.

— Ah, lo siento. ¿Qué decías? — Frunzo el ceño y me giro a verla.

— Siomara, Siomara, si sigues el rumbo que tu vida ésta tomando, pronto terminarás muerta, igual que...

— Que mi madre. — La interrumpo. Y ella solo asiente.

— No quería decirlo así, Siomara. Pero, si sigues así, es lo único que conseguirás. — Me regaña.

— No puedo evitarlo, London. Y, además, no es como que tenga muchas cosas en que pensar. — Le respondo.

— Si, si tienes muchas cosas en que pensar. Por ejemplo, en ¿cuándo saldrán tú y Max de aquí? — Se cruza de brazos.

— No vuelvas con eso, London, por favor. — Le doy la espalda.

Si supiera, te juro que te lo diría. Pero ni siquiera lo sé, ¿cómo es que me trajeron aquí, sin juicio, sin nada? Es obvio que es cosa de Demián.

— Vamos, Siomara. — Se queja. — Max, no merece estar aquí, hasta quién sabe cuándo. Lo sabes.

— ¿Y qué quieres que haga, London? Sabes muy bien cuál es mi caso.

— Por qué lo sé, por eso es que te lo digo. Podemos decirle a Evan, cuando venga, que te consiga un abogado. — Evan, es novio de London.

—  ¿Y si no sirve de nada? — Suelto enojada y ella se planta frente a mí.

— Sólo servirá si tu éstas dispuesta a que funcione. — Me advierte. — Tan sólo piénsalo, Siomara. — Me ruega. Y sale de la celda.

¿Qué hago? Es cierto que Max, no merece todo este infierno, pero dios, tengo miedo. Miedo de que haya afuera, Demián intente quitármelo, o algo parecido. Ese hijo de puta, es capaz de todo. 

— ¡Reclusa, Foster! — Golpea un guardia con su macana, la puerta.

— ¿Sí? — Titubeo.

— La buscan, en la sala de visitas. — Frunzo el ceño.

— ¿Ésta segura que es a mí? ¿No se habrá equivocado? — En los ocho años que llevo aquí, nadie me ha venido a visitar.

— ¿Usted es, Siomara Lombardi Foster? — Asiento. — Entonces si es a usted. Es su abogado.

¿Qué? ¿Abogado? ¿De dónde? ¿Cómo? ¿Porqué?

—  ¿Va a venir, o se va a quedar ahí parada? — Grita sacándome de mis pensamientos.

— Vo... voy. -Se da la vuelta y se va.

Mi abogado. Suspiro. El único que conozco, que estaba estudiando para eso es... Said. Pero, ¿será él? 
No, no creo.

«¿Y si mejor vas a averiguarlo?»Dice mi subconsciente con sarcasmo.

Bufo y salgo de la celda. Camino a paso lento, con las piernas temblándome. Dios, ¿y si es él? ¿qué voy a hacer? o mejor aún, ¿de qué vamos a hablar?

Llego a la sala de visitas, y sólo hay una mesa ocupada. El hombre que está sentado me da la espalda, pero...

— Said. — Digo en un susurro apenas audible.

El hombre se gira a verme. Dios, que decepción.

—  ¿Tú, eres Siomara? — Dice el hombre.

— Si. ¿Y usted quién es? — Arqueo una ceja sonríe.



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En el texto hay: soledad, abandono, romance

Editado: 29.04.2019

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