Le entrego mi corazón,
a las lágrimas de la primavera
Cada primavera que llega, jamás acaba...
Hay una condena ineludible que es perpetua. Cada sentimiento nace como una semilla, mientras permanece bajo tierra nunca descubres que está ahí, al germinar, el brote saliente no es notado, pasa desapercibido. Cuando comienza a crecer no sabes lo que es, su simpleza es confusa, imposible descifrar qué es lo que está naciendo, si ello te pertenece. Cuando por fin aparece en todo su esplendor, es demasiado tarde. No va a irse. Nada matará la flor que ha nacido. Es igual a la mala hierba, si la arrancas, encontrara el modo de volver a nacer. Así es cada sentimiento que nace en nosotros… Mientras los miras estar y no marchitarse nunca, no notas los espejismos que nacieron también, ni como mueren a veces lento y a veces demasiado rápido. Un espejismo tiene el mismo aspecto, el mismo nombre de un sentimiento. La verdad te mantiene absorto, la falsedad apenas atrae la mirada, el problema es que no sabes cuál es cada una. Aquellos que pueden morir lo hacen cuando no miras… Es importante saber que todos nuestros sentimientos son eternos. Los de nosotros no mueren jamás, nada más los espejismos lo hacen; nunca se debe olvidar que habrá ocasiones donde sólo el espejismo surgirá.
La primavera llega,
se queda,
y no se va,
es una condena,
inmutable.