Una y otra vez repasaba en su mente las imágenes que había obtenido. Estaba seguro que aquel lugar no era conocido por Clarissa. Ésta en algún momento le habló de los lugares que conocía –que no eran muchos. Ninguno figuraba en el paisaje donde el vampiro que sometió la vio. Si él no conocía el lugar, ella tampoco debería. Si podía descubrir algo que lo llevara a ese lugar, quizá encontraría una pista de su paradero.
Adam se concentró para repasar todo lo visto en la mente del humano convertido. Sus memorias no tenían algo que le diera algún dato. Entre todo recordó una imagen que le pareció conocida. Existía un punto de lo que había recolectado de esa mente que se borraba y transponía, imágenes difusas que no se podían descifrar. Justo antes de esa parte aparecía una que apenas duraba un momento, era por eso que tardó en notarlo. En esa memoria había un árbol frondoso y con raíces que sobresalían de la tierra. Lo reconoció como el gran árbol que había en medio del jardín donde Clarissa habitó. Lo inusual de aquella imagen era que había arbustos rodeando el árbol, él recordaba que eso no estaba ahí cuando conoció la casa de ella. Con esa información Adam se decidió por ir a ese lugar. Iría a observar, sólo si encontraba algo, lo comunicaría a los demás.
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Cuando llegó al lugar, algo en él no lo reconoció. La puerta de doble hoja y negra seguía grande, con ventanas de cristal arriba, la ventana a la derecha, la puerta pequeña al otro lado de la primera, el segundo piso con dos ventanas, el lado izquierdo libre siendo la azotea donde ocurrieron los eventos del pasado. Todo seguía igual, pero no podía decir que en realidad fuera así.
Cruzó la casa hasta llegar al jardín en la parte trasera. Ahí vio el árbol, se acercó a él. Los arbustos cubrían nada más el frente. Siguió hasta estar justo frente a ellos. Entonces la vio, una abertura en la tierra la cubrían los arbustos. Quiso entrar, mas no lo hizo. Algo le decía que no era buena idea ir ahí solo. Volvería después con los demás.
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El primero con quien Adam habló fue Dylan. Éste por primera vez no pudo deducir algo de lo que descubrió. Había un impedimento en intentar explicar la existencia de algo que nunca estuvo ahí. Aunque sin duda era una pista que podrían seguir. Quizá si seguían de cerca las cosas inusuales y los eventos extraños que nacieron desde entonces, se encontrarían andando el mismo camino de un evento inexplicable como lo era la desaparición de ella. Desde ya hacía un largo tiempo que ya ni siquiera pensaban que iban a poder encontrarla, que quizá lo que hallarían sería por completo inesperado. ¿Qué pasaría si no encontraban lo que querían?
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Marcharon ahí sin esperanza. Todos iban demasiado alerta, como si se acercaran a la cueva de una fiera, o en su caso, el cementerio de un clan vampírico, el nombre vulgar que los cazadores daban a los lugares habitados por un único clan que fueron abandonados; —se especulaba que los sitios así, podrían albergar bajo tierra, los cadáveres de humanos que los vampiros mataron al alimentarse. Para ellos estaban yendo a encontrarse con un enemigo.
Apenas llegaron frente a la casa, los caballeros voltearon en conjunto a mirar a Kahler, quien apenas vio el lugar, se distrajo observando hacia la azotea, donde algo comenzó, aunque no lo supieran.
Permanecieron sin un poco de ánimo. Fueron hasta el jardín, ahí al pie del árbol estaba la grieta de la que Adam había informado. Por el espacio alguien fácilmente podría pasar por ahí. Uno a uno fueron bajando. Aquel era un túnel de tierra y raíces que se extendía hacia el frente. Sabían que luego de varios metros de la casa terminaba la sección, después seguían hierba, árboles, espacio libre y más. Era seguro que hacia allá iba el túnel.
El camino era bastante largo, tanto que no sabían si el recorrido terminaría pronto. Tras caminar más de media hora llegaron al final. El túnel terminaba en la base de una elevación de piedra cubierta de musgo, gras y algunas raíces que venían de los árboles en la cima. El paisaje frente a ellos era inmenso, pero eso era lo de menos. Varios metros en la lejanía se veía la parte frontal de una edificación, se hallaba muy lejos del túnel, su parte trasera estaba bastante distanciada del peñasco de piedra café que se alzaba para dar forma a la modesta cordillera que constituía el contorno de la mayor parte de esa ciudad.
Aquella era el área no habitada que siempre se hallaba lejos de todas las ciudades, un lugar típico para fungir de residencia a un grupo de los suyos. Sin duda esa especie de catedral rudimentaria serviría bien de hogar a uno de los clanes. El problema era que jamás habían visto una edificación de ese tipo –el diseño no era típico de ellos–, y no sabían qué podría haber ahí dentro. A ningún vampiro le gustaría vivir en un lugar así, sobre todo por la forma tan anticuada de la construcción. Era tan extraño como para estar más alerta.
Caminaron desviándose de un posible camino recto para poder llegar hasta la entrada de aquella cueva. En ese punto del día la luz era luminosa por completo, lo que daría algo de claridad incluso a una fosa. Al llegar por el lateral, descubrieron que la puerta estaba abierta; ya al alcance vieron que ambas partes de ésta se encontraban extendidas en su totalidad. El lugar parecía simple, puerta de madera, paredes lisas de piedra gris, techo en forma de A y un vitral redondo que ya no tenía cristales sobre la puerta. Avanzaron hasta atravesar el umbral y no fueron más allá.
A pesar de la tenue y sombreada iluminación de los rayos que llegaban hasta ahí, pudieron ver bien un trono de piedra sobre una baja plataforma. Ahí había alguien sentado en una posición de poderío, desinterés y superioridad. En ese momento lo comprendieron. No valía de nada actuar normal, debían seguir su protocolo o corrían el riesgo de ahuyentarla. Por esa vez seguirían el plan de los cazadores.