Los dominios del mal

_Corre maldita sea, esos perros nos harán pedazos, corre Ely, corre!!!-El grito desesperado del hombre parecía perderse y aumentarse en el eco de las montañas. La joven embarazada y a punto de dar a luz, no solo debía lidiar con la lluvia y el viento que habían comenzado a atacar, si no con todo el peso de su cuerpo y aquellas ropas que al mojarse y embarrarse parecían triplicar su desgracia.

_No puedo Más Erik, no puedo más el niño va a nacer...-La fuerzas de la muchacha ya eran casi nulas podía siguiera pensar en hacer un nuevo movimiento.

El joven guerrero nórdico, se llegó hasta ella y la levantó en brazos, corrió como pudo hasta cruzar el gran arroyo y perderse en el bosque.Ellos sabían que todo aquel amor y pasión que sentían el uno por el otro desataría toda aquella guerra, aquel odio.El hijo menor del rey Baccar gigante del norte, ella Ely doncella sagrada del templo de las nereidas.Pero quien puede ante la fuerza suprema del amor, ni las prohibiciones, ni los castigos, ni las amenazas, ni los dioses.

La robó del templo sagrado una hermosa noche de verano, se escaparon junto hasta cruzar a la isla prohibida de Altea, diosa de la oscuridad.No le temían a nada y si todo ocurriera ellos morirían juntos.

Fue un tiempo de dicha, de pasiones de promesas, de noches de amor, de días felices.Hasta que en una noche serena y de mar tranquilo una sombra se esparció por debajo de la puerta de su choza y tomó la forma de una hermosa pero malvada mujer.

Erik tomó su espada, lo que provoco la risa de aquel ente.

_No seas ridículo muchacho, puedo hacerte trizas con solo chasquear los dedos.

Ely se arrodillo ante ella suplicando.

_Señora quien seas, perdónanos, no hemos hecho ningún mal...

_Levántate sacerdotisa, no les haré ningún mal por ahora...soy Altea diosa de la oscuridad y ustedes han estado viviendo en mis dominios sin mi permiso, comiendo de mi isla, respirando de mi aire...

Ely permaneció arrodillada y con la cabeza gacha temía mirar a la diosa.

_Sabes que has cometido un pecado terrible pequeña sacerdotisa...enamorarte de un mortal hijo del enemigo más temible de los dioses, pero bien todo tiene su solución, ya ves los dioses somos siempre muy benévolos.

Erik que aún empuñaba su espada sintió un frió repentino, pero no era solo frio, literalmente se estaba congelando.

_¿Qué sucede?!!!!-grito al borde del espanto Eik

La mujer sombra se acerco levitando hasta él dejando una estela de humo negro a su paso.

_Pobre guerrero...pobre guerrero enamorado, que no sabes que has cometido el peor pecado de tu vida, pero al mismo tiempo me has dado un poder extraordinario-dijo mientra se esfumaba en una carcajada quejumbrosa para parecer de nuevo serpenteando detrás de Erik._Hoy mi querido guerrero, que digo guerrero, futuro rey de las tierras del norte, me darás tu primogénita, la sangre del hecho más atroz de los tiempos, el del amor puro y el del pecado sin consuelo.

_Señora por favor, no me pidas eso...-sollozo Ely ya a los pies de la diosa.Esta se coloco a la altura de la muchacha y le levanto el mentón.

_Como no entender a este hombre, eres bellisima, como no entender el fuego que corre por sus venas, pero deben entender que todo favor se paga y ustedes solo están vivos porque se los permití y no pueden quejarse han vivido su amor felices...pero ahora es mi tiempo y mi momento.Tendrán una hija y me la entregarán, ella será mía y ustedes podrán vivir sus vidas plenos de felicidad y con más descendencia, pero su primogénita será mía-la risa podía escucharse ensordecedora.

Erik estaba prácticamente congelado solo podía mover sus ojos.

_Tu decides pequeña sacerdotisa, tu hija será la hechicera más maravillosa del mundo, decide tu hija o tu futuro rey se despedazará como el hielo.

Ely miró a los ojos a Erik quien parpadeaba constantemente negándose a aquello, pero ella ya no tenía fuerzas amaba demasiado a ese hombre.Lo veía sufrir y su desesperación se tornaba mayor.

_Que así sea...- dijo casi en un susurro y la diosa Altea se relamió de victoria.