Liam levantó su mirada era tan grotesco e irónico todo lo que pudiera decirle, cómo se atrevía aquella mujer a decir tan solo aquella palabra “confiar”, confiar en ¿qué? que era seguro que lo asesinaría la mujer de la cual se había enamorado por una profecía que nadie creía pero debía hacerse para seguir manteniendo el circo y el poder.
_ ¡Ya malditos sean todos mátenme de una buena vez!
Como si fuera en reacción en cadena todos miraron hacia la bruja banca que levanto su cabeza y miró con tristeza a Liam. Se puso de pie y caminó hacia él, tomó el puñal que estaba sobre el altar lo apretó entre sus manos y marco cada uno de los pasos que la separaba de lo que quedaba de un hombre destruido por el peor mal que puede existir…la traición.
Erendida se atravesó en su camino y sin decir una palabra le quitó la daga.
_Mi querida bruja blanca, no desconfió de ti pero temó que el recreo que te tomaste siendo una simple mortal te ablando el corazón…me encargaré personalmente que la sangre del elegido sea derramada en el momento justo y tú puedas saciar esa sed que nos salvara a todos.
Aika fijo su mirada en los ojos terribles de Erendida, aquel ser tenía demasiado odio en ella y ese odio había nacido del más puro amor.
Tomó la mano con la daga de Erendida y como si un golpe seco las transportara por un gran torbellino que giraban a su alrededor, donde imágenes y voces se entrecruzaban como espectros volando entre ellas.
_No lo hagas…-dijo Erendida entendiendo lo que Aika hacía.
No la escuchó, al instante el escenario cambio, y como meras espectadoras de un pasado se veían en tiempo atrás, viendo a una joven Erendida corriendo por un prado lleno de flores de lavanda. Detrás de ella un joven, con una libertad que manifestaba en su risa y en la mirada de amor que le profesaba a la muchacha.
_Sácame de aquí Aika no debes hacer esto-pidió Erendida sin poder desprenderse de Aika.
_No lo haré por qué quiero entender…
Erendida escuchó la voz del joven en el recuerdo…
_Erendida…Erendida…eso es trampa regresa-decía mientras iba tras ella atrapándola y rodando por el campo de lavanda. Erendida reía con una luz en sus ojos que solo las prende el amor.
_No…no…yo gane, tú eres un perdedor Francis.
El muchacho se colocó sobre ella y estaqueo sus manos hacia arriba acercando su rostro al de ella.
_No, no lo soy pues te tengo a ti…-el beso nació en la punta de la nariz de la muchacha para luego bajar a su mentón y liberarse en sus labios. Besarse con los ojos, con los cuerpos, con las almas, así de simple y de maravilloso era ese amor.
La oscuridad los cubrió y como si el tiempo pasará como hojas de un libro Erendida se vio frente a su gran amor, el casi en la misma situación de Liam amarrado a un poste de la muerte de las brujas del norte, como Liam ya su mirada no respondía a ninguna esperanza, era solo tristeza, a quien amaba lo había traicionado para cumplir una profecía que la convertiría en inmortal.
Erendida se acercó y acarició el rostro de Francis que apenas la miró con los ojos inundados de lágrimas sin respuestas.
__Lo siento…lo siento…_dijo apoyando su frente en la de él-Te juro que te traeré a mí, te traeré a mi te lo juro.
El muchacho apartó su rostro y cerró sus ojos. Vació su mente y su corazón de cualquier sentimiento y helo su sangre, la muerte podía venir por él.
_Yo te repudió Erendida, te sacó de mi corazón podrido por tu amor, no eres nada, no soy nada maldita bruja…yo te repudió.
Fue como si mil fechas dieran directamente en el blanco un corazón vacío y frio.
La daga brillo en sus manos la luz de la luna la impulsaba al ritual.
Se acercó a él no prohibió que sus lágrimas estallaran.
_Te amo Francis…_dijo besándolo, el puñal se clavó en el corazón del muchacho quien dio su último suspiro el cual fue aspirado por Erendida. En ese momento una energía sin razón natural la envolvió, la giró por el aire envolviéndola en una nube de perlas negras cayendo luego ante el cuerpo inmóvil y sin vida de Francis. Se abrazó a él pero este se desmaterializó entre sus brazos.
_Salud soberana, la más grande entre nosotras-dijo una de las brujas del Norte y todas ellas se inclinaron ante Erendida, que miró sus manos la sangre de Francis aún le quemaba.
_Basta!- grito Erendida cayendo de rodilla frente a Aika-Basta no…tú no puedes transgredir las leyes de nuestra hermandad…
_Puedo eso y más, soy la bruja blanca, soy una mala semilla, en mi conviven la luz y la oscuridad y… ¿debo yo sacrificarme por ustedes? ¿Por qué? ¿Qué obtengo a cambio? Un poder podrido de profecías de diosas rechazadas por amor…-giro y de su mano un rayo destrozó una de las paredes de hielo del trono.
_Tu no entiendes…- Se adelantó la reina Helena.
Aika la enfrento, se elevó en el aire recordándole con quien estaba hablando.