Eterno Amor

1. El Príncipe azul

"Baila, baila princesita. En tu bosque encantado. Y cantale al deseo de un amor, de un amor soñado" (Baila Princesita-Casi Angeles)

Cuando era pequeña soñaba con un cuento de hadas. Entre sapos y princesas encantadas, guardaba en mi  corazón el anhelo de conocer el amor. A medida que crecí, busque alcanzar ese sueño. Iba como niña, adolescente y mujer joven buscando refugio en las personas menos indicadas. 

-Un joven guitarrista, inmaduro y ambicioso que solo buscaba satisfacer su ego.

-Un niño de mami que tenía miedo al compromiso y siempre volvia corriendo a casa.

-Un sabio maestro que tenia el consejo exacto para todos excepto para si mismo.

-Un machito social que representaba todo lo que el feminismo de hoy odia mas.

-Un cocinero, un compañero de clases, un desconocido que encontre en la piscina publica, etc.

Iba de aqui para alla buscando alcanzar mi sueño. Esperaba que de intento en intento me topara con el principe azul que mi corazón añoraba.

Pero el tiempo pasaba, y cada vez me sentía mas sola. Con o sin compañía. Nada llenaba el vacío de mi alma. 

Aunque fui de relación en relación. Nunca entrege mi cuerpo, quiza por eso nuestras relaciones duraban tan poco.  Queria guardarme fisicamente para el elegido. 

Desgraciadamente  descuide mi corazón. Y a medida que terminaba con alguien, empezaba a conocer a otra persona. Endureciendome ante el verdadero amor. 

Entre el vacio que no se llenaba con nada y la frialdad que llenaba mi alma, empece a mostrar una apariencia lejana a lo que era en realidad. 

Lucia molesta, enojada, indiferente y amargada.

Mis amigos no entendian que pasaba. Si aparentemente lo tenia todo: un novio temporal con quien salir, un buen empleo en una gran empresa, un buen salario, posibilidad de viajar y una familia unida. Era la niña consentida de la vida, se podía decir. 

Entonces porque mi cambio. ¿Porque la joven vivaz, alegre, algo atolondrada se había convertido en la versión juvenil de la tipica tía solterona? 

Nadie lo sabia. Ni siquiera yo.

Un día salí del trabajo con la mente en blanco. Decidí caminar. Paso a paso me perdí entre los empleados de la empresa. Camine sin rumbo fijo durante una hora, y llegue a un parque. Me detuve a descansar.

Mi mirada se perdió en el cielo azul que brillaba sin una sola nube. Ojala mi vida estuviera así, pensé. 

Deseaba de verdad saber que me pasaba. 

El troqueteo de unos cascos sobre la calzada llamo mi atención. Un hermoso caballo blanco  comandado por un par de niños sonrientes paso junto a mi.

El caballo de un caballero.

El príncipe que nunca llegó.

El amor que no tengo.

La nada y la desesperación.

Un corazón herido y lastimado.

Con esas ideas atiborrando mi cabeza me levante intentando no llorar, corrí pero no llegue muy lejos. Me choque con una chica que al parecer iba igual de apresurada que yo. 

-Lo siento-murmuré, preparandome mentalmente para el usual mal trato social. Pero este no llego. La joven se paró y me ayudo a levantarme.

--Tranquila. Lo importante es que ambas estamos bien.

La sonrisa dulce y resplandeciente que me devolvió me desorientó por un momento. ¿Porque ella podía estar tan feliz y yo no? ¿Porque a unos les va bien y a otros no?

Senti que mi rostro se tensaba en un gesto de arrogancia y orgullo. 

-Ten mas cuidado la proxima vez-solté intentando hecharle la culpa de un error que en inicio era mío- No tienes idea de cuanto vale este vestido.

La muchacha me miró. Y no paró de sonreír. Eso me molesto aún más.

-Escoje una...-me pidió mientras sacaba de su bolsillo un monton de tarjetitas con algo escrito.

-No tengo din...

-Es gratis-insistió. La tome-Puedes leerla por favor.

Ahora resultaba que la chica no sabía leer. Tome de mala gana la tarjeta y la leí: 

-Sobre toda cosa guardada, guarda tú corazón porque de él mana la vida. Proverbios 4:23.

La mire con incredulidad. Su expresión me decía que había hallado un gran tesoro. Pero para mi esas palabras no significaban nada. Después de todo hace rato que mi corazon se habia perdido. 

La joven empezó a hablar rapidamente: amor verdadero, eterno, salvación y una invitación. Es lo poco que logró recordar.

Y ese día terminó conmigo siguiendo a una completa desconocida a un lugar que nunca antes pensé pisar: una iglesia cristiana.

Entre y me mantuve en la última fila. No quise pasar a los primeros puestos. No me sentía bien. Sentía como si llevara un disfraz de payaso a un entierro. Me sentía ridícula. Tan bajo había caído.

Cuando las canciones terminaron y el lider de allí empezó a hablar mi escepticismo inicial paso al asombro: lejos del sermón usual del padrecito o la sacada de plata, que tanto mis padres me contaban de las iglesias, este hombre parecia relatar mi vida.




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