Eterno Castigo

Capítulo 14: El cambio

Por supuesto que te echo de menos. Pienso en ti en cada instante, en tus bonitos ojos verdes, las pecas de tus mejillas y esos mechones de pelo rebeldes. Ahora que sólo podemos comunicarnos por notas, me gustaría zanjar temas pendientes...
PD: Espero tu respuesta.
R.

 

Leía y releía la carta de Rubén una y otra vez. Que este chico era un amor, quedaba más que demostrado. Sabía que estaba en lo cierto, me extrañaba y pensaba en mí en todo momento. Y a mí me pasaba exactamente lo mismo, me levantaba y me acostaba pensando en él. En cómo me ayudó el primer día que intenté escaparme de casa, en la visita a su dormitorio, contemplarlo desde el balcón y hablar a través del walkie-talkie. Todo lo referente a él me fascinaba.


Pero, ¿a qué se refería con resolver el asunto pendiente? Lo único que me vino a la cabeza fue la lista de cualidades que tenía anotada en un trozo de papel, le dije que sería sorpresa y eso podría ser lo que mencionaba. Porque en cuanto al desnudo prometido, difícilmente podría leerlo en una nota. Tal vez eso debería guardármelo para nuestro reencuentro post-castigo. "Cuando cumpla toda la condena, nada nos separará", me prometí.


Pasé todo el día siguiente dándole vueltas al asunto. Si no era ese el motivo, también sería una buena idea para aferrarnos más a nuestro amor. Así que rebusqué entre mis hojas hasta dar con la famosa lista, la cual acompañé de la siguiente nota:

 

No sé si este es el tema pendiente al que te refieres porque, aunque tengamos otro más, difícil será que por carta lo puedas apreciar, ja ja ja.
PD: Yo también te echo de menos, sobre todo cada vez que miro hacia tu balcón y no estás ahí...

 

Terminé la nota expresándole lo mucho que añoraba poder vislumbrarlo desde su balcón. Ver su esculpida silueta me daba vida, esa que me había sido arrebatada desde que me volví una prisionera. Y sí, ahora también me había convertido en una prisionera de su amor. Era algo inevitable, tenía un poder sobrenatural que me atraía. Y estas cartas eran la prueba de ello, de que aún sin vernos nuestro amor era incombustible.


Preparé un sobre y deposité en su interior ambas declaraciones. Lo cerré con una pegatina en forma de corazón. No podría ser más clara en cuanto a mis sentimientos, mi amor quedaba retratado en cada una de mis acciones. Y la distancia que ahora nos separaba había reforzado la intensidad de esos actos. Pasé el día entero pensando en ello. Mientras estaba recluida en casa, otros gozaban de plena libertad, y mi castigo había favorecido a mi otro vecino. "¿Cómo lo estaría pasando?", me pregunté.

 

★★★★★

 

"¡Bienvenido domingo!", me dije a mí misma. Hoy era mi día libre, por supuesto dentro de estos malditos límites, mi madre curraba prácticamente todo el día. Eso sólo significaba una cosa: No tendría ningún guardia que me supervisara desde casa, porque a través de cámaras era otra historia. "El guardia de la entrada del edificio vigila las cámaras, y si ve algo raro no dudará en llamarme", fue el recordatorio que resonó en mi cabeza con la voz de mi querida María Luisa.


Ya sólo me quedaba esperar a que mi vecino "irritante" me visitara. "A lo que había llegado", pensé. Lo único más emocionante que me podía pasar en todo el día era que el hermanastro del chico que me gustaba viniese a contarme cómo le había ido en el Festival del día anterior. Me hubiese encantado haber sido yo quien asistiese en su lugar, como inicialmente habíamos previsto mi amiga Paula y yo. Mi amiga Paula, esa era otra de las cosas que me preocupaba. Sabía de la afición de mi mejor amiga por conquistar a todo tipo de chicos y, aunque Raúl no fuese su típico ligue, sabía que se sentiría atraída por su aura misteriosa.


Y por fin llegó ese momento, el timbre de mi casa estaba sonando y Raúl apareció tras abrir la puerta:


— ¡Hola! –saludó con un matiz raro en su voz.


— ¡Hola! Te estaba esperando, ¿cómo le ha ido a mi festivalero favorito? –repuse intentando darle alegría a nuestra conversación.


— Normal –expresó con frialdad.


— ¿Cómo que normal? ¿No te gustó la música? ¿O qué ha pasado? –le pregunté intentando descifrar lo que escondía su enigmático semblante.


— Sí, normal. La música estaba bien, era de mi rollo –se explicó Raúl algo más amigable.


— ¿Y Paula? ¿Coincidiste con ella en la entrada tal y donde te dije? –proseguí con curiosidad.


— Sí, estuvimos juntos –musitó cabizbajo.


— ¿Juntos? ¿Cómo que juntos? O sea no me malinterpretes... –lancé con la incertidumbre por las nubes.


— Sí, juntos. Juntos, juntos –añadió mientras se le escapaba una risilla.


— ¡Joder, me lo había creído! –le regañé por su intención de mentirme–. ¿Pero entonces no pasó nada entre vosotros?


— No, nada –rechistó como si no le gustase que le preguntase sobre eso.


— Y dime una cosa, ¿Paula intentó ligar contigo, verdad? –seguí preguntando.


— Bueno... –balbuceó Raúl.


— ¿Bueno? Conociéndola, seguro que te tiró la caña –repuse golpeando su hombro.


— Puede, pero no pasó nada –confirmó de nuevo–. Es muy simpática, me pidió que te enseñara esto –dijo mostrándome un vídeo en el teléfono.


— ¡Pero si hasta estabais abrazados! –exclamé boquiabierta.


— Era por la canción, todos estábamos abrazados bailando al son de la música –se justificó un poco abochornado.


— Sí, sí, excusas. Visto lo visto, un pico por lo menos seguro que hubo –espeté sin despegar la vista de las evidentes intenciones que Paula demostraba tener con Raúl en el dichoso vídeo.


— Que no, creía que ya te habías dado cuenta de que yo no era así... ¿Eso le pegaría a un vecino "friki"? –preguntó con ironía.


— ¿Entonces no besarías a ninguna chica sin estar enamorado? Y ya no eres mi vecino "friki", no sé cómo tengo que repetirlo – dije poniendo fin al denigrante mote utilizado.




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